Pope Francis greets faithful during the Angelus prayer in St. Peter's Square

ANSA - FABIO FRUSTACI

El Papa: 'La Eucaristía es escuela de caridad y de solidaridad'

En el ángelus de este domingo, el Santo Padre reflexiona sobre la solemnidad del Corpus Domini y recuerda su viaje a Sarajevo como peregrino de paz y esperanza

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El santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del Palacio Apostólico esta mañana, para rezar el ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.             

Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Se celebra hoy en muchos países, entre ellos Italia, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la expresión en latín más conocida, del Corpus Domini.

El Evangelio presenta el pasaje de la institución de la Eucaristía, realizada por Jesús durante la Última Cena, en el cenáculo de Jerusalén. La vigilia de su muerte redentora en la cruz, Él realizó lo que había predicho: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (Jn 6,51.56), así ha dicho el Señor. Jesús toma entre las manos el pan y dice “Tomad, esto es mi Cuerpo” (Mc 14,22). Con este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que ya no es la de simple alimento físico, sino la de hacer presente su Persona en medio de la comunidad de los creyentes.

La Última Cena representa el punto de llegada de toda la vida de Cristo. No es solamente anticipación de su sacrificio que se cumplirá en la cruz, sino también síntesis de una existencia ofrecida por la salvación de toda la humanidad. Por tanto, no basta afirmar que en la Eucaristía Jesús está presente, sino que es necesario ver en ella la presencia de una vida donada y participar de ella. Cuando tomamos y comemos ese Pan, somos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprometemos a realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todos a los más pobres.

La fiesta de hoy evoca este mensaje solidario y nos impulsa a acoger la invitación íntima a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de lo que celebramos en la liturgia. El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos viene al encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre que implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la Salvación, que no tiene fe.  Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso.

La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy sabemos es un problema cada vez más grave.                    

La fiesta del Corpus Domini inspire y alimente cada vez más a cada uno de nosotros el deseo y el compromiso por una sociedad acogedora y solidaria. Pongamos estos deseos en el corazón de la Virgen María, Mujer eucarística. Ella suscite en todos la alegría de participar en la Santa Misa, especialmente el domingo, y la valentía alegre de testimoniar la infinita caridad de Cristo.

(Oración del ángelus)

Queridos hermanos y hermanas,

Leó allí “bienvenido”. Gracias. Porque ayer viajé a Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, como peregrino de paz y de esperanza. Sarajevo es una ciudad símbolo. Durante siglos ha sido lugar de convivencia entre pueblos y religiones, tanto como para ser llamada “Jerusalén de occidente”. En el pasado reciente se ha convertido en símbolo de las destrucciones de la guerra. Ahora está en proceso de reconciliación, y sobre todo he ido por esto: para animar este camino de convivencia pacífica entre poblaciones diferentes; un camino cansado, difícil ¡pero posible! Y lo están haciendo bien. Renuevo mi reconocimiento a las autoridades y a toda la ciudadanía por la acogida calurosa. Doy las gracias a la comunidad católica, a la cuál que he querido llevar el afecto de la Iglesia universal. Y doy las gracias también en particular a todos los fieles, ortodoxos, musulmanes, judíos, y los de las otras minorías religiosas. He apreciado el compromiso de colaboración y de solidaridad entre personas de diferentes religiones, instando a todos a llevar adelante la obra de reconstrucción espiritual y moral de la sociedad. Trabajan juntos como verdaderos hermanos. El Señor bendiga Sarajevo y Bosnia-Herzegovina.

El próximo viernes, es la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, pensemos en el amor de Dios. Cómo nos ha amado. En el corazón de Jesús está todo este amor. También se celebra la Jornada Mundial contra el trabajo infantil. Muchos niños en el mundo no tienen la libertad de jugar, de ir al colegio, y terminan siendo explotados como mano de obra. Espero en el compromiso adquirido y constante de la Comunidad internacional para la promoción del reconocimiento proactivo de los derechos de la infancia.             

 Y ahora os saludo a todos vosotros, queridos peregrinos de Italia y de distintos países. ¡Veo banderas de distintos países! En particular saludos a los fieles de Madrid, Brasilia y Curitiba; y a los de Chiavari, Catania e Gottolengo (Brescia). A todos deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

                

            

Texto traducido por ZENIT         

 

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ZENIT Staff

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