La Santa Sede ha presentado este jueves la nueva encíclica del papa Francisco, titulada “Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común”, y que versa sobre asuntos relacionados con la ecología y el desarrollo pleno del género humano. Mirado en sus 187 páginas, el texto cuenta con una introducción, seis capítulos y dos oraciones finales.
En el documento, el Santo Padre propone una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales, inseparablemente vinculadas con la situación medio ambiental. En esta perspectiva, el Pontífice invita a emprender un diálogo honesto a todos los niveles de la vida social, que facilite procesos de decisión transparentes. Y recuerda que ningún proyecto puede ser eficaz si no está animado por una conciencia formada y responsable, sugiriendo principios para crecer en esta dirección a nivel educativo, espiritual, eclesial, político y teológico.
Al inicio de la encíclica, el Papa recuerda el “Cántico de las criaturas” de san Francisco de Asís para hacer un llamamiento urgente a un nuevo diálogo sobre el modo en que se está construyendo el futuro del planeta. Se necesitan los talentos y la implicación de todos –dice– para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios.
En el capítulo primero, dedicado a “Lo que le está pasando a nuestra casa”, el Santo Padre aborda la contaminación y el cambio climático; la cuestión del agua; la pérdida de la biodiversidad; el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social; la inequidad planetaria; la debilidad de las reacciones; y la diversidad de opiniones que existen respecto a estas problemáticas.
En el capítulo segundo, titulado “El Evangelio de la creación”, el Pontífice se refiere a la luz que ofrece la fe; la sabiduría de los relatos bíblicos; el misterio del universo; el mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado; una comunión universal; el destino común de los bienes; y la mirada de Jesús.
En el capítulo tercero, que se ocupa de la “Raíz humana de la crisis ecológica”, Francisco trata sobre la tecnología: creatividad y poder; la globalización del paradigma tecnocrático; la crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno.
En el capítulo cuarto, que trata sobre “Una ecología integral”, el Papa reflexiona sobre la ecología ambiental, económica y social; la ecología cultural; la ecología de la vida cotidiana; el principio del bien común; y la justicia entre las generaciones.
En el capítulo quinto, titulado “Algunas líneas de orientación y acción”, el Santo Padre propone el diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional; el diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales; el diálogo y transparencia en los procesos decisionales; la política y economía en diálogo para la plenitud humana; y las religiones en el diálogo con las ciencias.
En el capítulo sexto, dedicado a la “Educación y espiritualidad ecológica”, el Pontífice invita a apostar por otro estilo de vida; por una educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente; y por una conversión ecológica. Otros temas son: el gozo y la paz, el amor civil y político, los signos sacramentales y el descanso celebrativo, la trinidad y la relación entre las criaturas, la reina de todo lo creado y más allá del sol.
El texto concluye con dos oraciones, una que se ofrece para ser compartida con todos los que creen en “un Dios creador omnipotente”, y la otra propuesta a quienes profesan la fe en Jesucristo, que rima con el estribillo “Laudato si’”, que abre y cierra la encíclica.
El documento trata la cuestión medio ambiental desde un enfoque pastoral, teniendo en cuenta diferentes aspectos. En esta línea, algunos de sus ejes temáticos son: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta; la convicción de que en el mundo todo está conectado; la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología; la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso; el valor propio de cada criatura; el sentido humano de la ecología; la necesidad de debates sinceros y honestos; la grave responsabilidad de la política internacional y local; la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida. Pero también advierte que la ‘tierra madre’ debe ser defendida y no idolatrada, que la vida tiene que ser protegida, así como los ancianos, y que es necesario pensar al futuro que le dejaremos a las generaciones que hoy están naciendo.
En su esperada encíclica, el papa Francisco proclama además que la destrucción de la naturaleza es un pecado mortal moderno, no exento de graves consecuencias. Porque Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero la tierra no perdona nunca. Aun así, subraya que no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también superarse, volver a elegir el bien y regenerarse.
En realidad, el texto supone un extraordinario compendio de la doctrina social de la Iglesia sobre los grandes desafíos socio-culturales, político-económicos y religioso-antropológicos de la humanidad en nuestros días y en el futuro.