El santo padre Francisco se reunió este domingo en Turín con un grupo de enfermos y discapacitados en la en la iglesia de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, conocida como “Cottolengo”, que toma el nombre de su fundador José Benito Cottolengo.
Durante su discurso, el Papa recordó que “la exclusión de los pobres y la dificultad de los indigentes para recibir asistencia y cuidados necesarios, es una situación que lamentablemente está presente todavía hoy”.
Hablando de la cultura del descarte, el Santo Padre advirtió que los ancianos “son la memoria y la sabiduría de los pueblos”. Su longevidad –afirmó– no siempre es vista como un don de Dios, sino como un peso difícil de sobrellevar, sobre todo cuando la salud está en peligro. Por eso, el Papa aseguró que esta mentalidad no hace bien a la sociedad y es “nuestra tarea desarrollar ‘anticuerpos’ contra esta forma de considerar a los ancianos, o a las personas con discapacidad, como si fueran vidas no dignas de ser vividas”. Este es un pecado social grave, advirtió el Pontífice. En este lugar, en el Cottolengo, podemos aprender “otra mirada sobre la vida y sobre la persona humana», observó Francisco. De este lugar, podemos aprender “la concreción del amor evangélico, para que muchos pobres y enfermos puedan encontrar una ‘casa’, vivir como en una familia, sentirse parte de una comunidad”.
A los enfermos les dijo que son “miembros preciosos de la Iglesia, carne de Cristo crucificado que tenemos el honor de tocar y de servir con amor”. Con la gracia de Jesús — añadió– podéis ser testimonios y apóstoles de la divina misericordia que salva al mundo.
De este modo, el Santo Padre aseguró que la razón de ser de esta Pequeña Casa no es “la asistencia, o la filantropía, sino el Evangelio: el Evangelio del amor de Cristo es la fuerza que la ha hecho nacer y que la hace ir adelante”. Y una obra como esta “no va adelante sin la oración”, aseguró.
El Papa dio las gracias a las monjas, los hermanos consagrados y los sacerdotes presentes en Turín y dispersos en el mundo, que junto con los laicos, voluntarios y “amigos del Cottolengo”, están llamados a continuar, con fidelidad creativa, “la misión de este gran santo de la caridad”.
Para concluir, Francisco pidió que el Espíritu Santo les dé siempre “la fuerza y la valentía de seguir su ejemplo y testimoniar con alegría la caridad de Cristo que empuja a servir a los más débiles, contribuyendo así al crecimiento del Reino de Dios y de un mundo más acogedor y fraterno”.
Al finalizar el encuentro con los enfermos, el Santo Padre se asomó al patio interno y saludó a los que se encontraban allí por no haber encontrado sitios en la iglesia. Y así, pronunció estas palabras improvisadas: “¡Os saludo a todos, os saludo de corazón! Os doy las gracias por lo que hacéis por los enfermos, por los ancianos y lo que hacéis con ternura y tanto amor”.
Os doy las gracias –prosiguió– y os pido que recéis por mí, por la Iglesia, rezad por los niños que aprenden el catecismo, rezar por los niños que hacen la primera Comunión, rezad por los padres, por las familias, pero desde aquí rezad por la Iglesia, rezad para que el Señor envíe sacerdotes, monjas, a hacer este trabajo.
El encuentro concluyó con la oración del Ave María.