Hay un hilo rojo tejido maravillosamente que recorre la historia de la Iglesia. Un acontecimiento extraordinario que trasciende las leyes de la naturaleza para indicarnos el corazón, la cúspide, la esencia del gran plan de Dios, el hecho determinante de nuestra fe que es la muerte y resurrección de Jesús.
De los Andes del Océano Índico, cruzando toda Europa y pasando también por Oriente Medio, los milagros eucarísticos representan el vínculo invisible que une el pueblo al misterio y a la belleza de la presencia de Dios. Es una labor impresionante catalogar todos los acontecimientos prodigiosos, a lo largo de la historia, en los que la Hostia consagrada se ha transformado en carne y el vino en sangre o en los que la Sagrada Forma se ha salvado de profanaciones, robos e incendios.
La Exposición sobre los Milagros Eucarísticos, gracias a una amplia exposición fotográfica y ricas descripciones históricas, representa un unicum en este sentido.
Aproximadamente 136 milagros eucarísticos que se han producido a lo largo de los siglos en distintos países del mundo y reconocidos por la Iglesia, están recogidos en este museo que se articula a través de los paneles que nos llevan “virtualmente” a los lugares en los que han ocurrido los acontecimientos.
La exposición, que ya ha visitado los 5 continentes, miles de parroquias, 100 universidades de Estados Unidos y los más importantes Santuarios marianos del mundo, es el fruto de una idea del jovencísimo Carlo Acutis.
Carlo, que nació en Londres el 3 de mayo de 1991 (donde sus padres se encontraban por trabajo) y que falleció en 2006, a tan sólo 15 años de edad a causa de una leucemia fulminante, centra toda su breve existencia en la amistad con Jesús. Una amistad que le otorga la fuerza de afrontar la muerte con un valor asombroso: minimiza los dolores que los médicos describirán como atroces y decide ofrecerlos para el bien de la Iglesia y para el Papa Benedicto XVI.
En su funeral ha participado conmovida mucha gente. Cualquiera que le haya conocido reconoce que ha encontrado a un adolescente especial. Espabilado, alegre, apasionado del deporte y experto en informática, Carlo expresa la capacidad de estar cerca de los que sufren, tanto si son amigos como conocidos. En todos ellos ve el rostro de quien es el centro de su cariño.
Cuando tenía tan sólo 11 años decide hablar de su vínculo especial con la Eucaristía. “Cuantas más Eucaristías recibamos más nos pareceremos a Jesús y ya en esta tierra disfrutaremos del Paraíso”, escribe. Así involucra a sus padres para que le acompañen a todos los lugares donde se han producido los milagros eucarísticos. De ahí nace la idea de dar vida a esta exposición que asume un valor histórico principal.
Su preparación dura dos años y medio aproximadamente, y se vuelve una labor larga pero provechosa. Como se puede leer en el sitio web, “los efectos espirituales de la exposición eran imprevisibles la vigilia”.
La grandeza de la iniciativa también la subraya el prestigioso prólogo del card. Angelo Comastri, Arcipreste de la Basílica Vaticana, y el de mons. Raffaello Martinelli, en aquel entonces Jefe de la Oficina Catequista de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Algunos recientes milagros eucarísticos se han añadido tras el fallecimiento de Carlo.
Entre ellos hay uno que ocurrió en Tixtla, en México, el 21 de octubre de 2006, tan sólo nueve días después de la muerte del joven creador de la exposición. Durante un retiro espiritual en la Parroquia San Martín de Tours, en el momento de la Comunión, los ojos de un sacerdote se humedecieron de repente. El celebrante se le acercó y se dio cuenta de que de la hostia que este sacerdote tenía en su mano para dar la Comunión a una feligresa había empezado a brotar una sustancia rojiza. El hecho causó sensación y conmoción entre todos los fieles e incluso fuera de la Parroquia.
Se realizaron investigaciones científicas que finalizaron en octubre de 2012 con la siguiente conclusión: la sustancia rojiza corresponde a sangre de tipo AB, similar a la que se detectó en la Hostia de Lanciano y en la Sábana Santa de Turín; procede del interior, por lo que se excluye la hipótesis de que alguien haya podido ponerla desde el exterior; el tejido detectado corresponde al músculo del corazón.
Ante estas conclusiones, en 2013 monseñor Alejo Zavala Castro, obispo de Chilpancingo, ha anunciado con una Carta pastoral que “este acontecimiento representa una maravillosa señal del amor de Dios que confirma la presencia real de Jesús en la Eucaristía”, declarando el caso como una “Señal Divina”.
Quizás también es una señal que esta Carta se haya publicado el 12 de octubre de 2013, el día del séptimo aniversario del fallecimiento de Carlo Acutis. Ese joven que, a propósito de la Eucaristía, la definió como “mi autopista hacia el Cielo”. Y un testimonio de su amistad con Jesús es esta exposición que Carlo, para el que ha se ha puesto en marcha la causa de beatificación, nos ha dejado a todos como herencia.