Uno de los dramas humanitarios más opresivos de los últimos decenios está representado por las terribles consecuencias que los conflictos en Siria y en Irak tienen sobre las poblaciones civiles, así como sobre el patrimonio cultural. Lo ha indicado el Santo Padre en su discurso a los participantes del encuentro promovido por el Pontificio Consejo “Cor Unum” sobre la crisis humanitaria siria e iraquí en la que participan organizaciones caritativas católicas que trabajan en la zona de Oriente Medio y obispos de la región.
De este modo, el papa Francisco ha recordado que millones de personas están en un preocupante estado de urgente necesidad, obligados a dejar sus tierras de origen. “Líbano, Jordania y Turquía llevan hoy el peso de millones de refugiados, que han acogido generosamente”, ha subrayado.
Frente a tal escenario –ha indicado el Papa– y a conflictos que van extendiéndose y turbando de forma inquietante los equilibrios internos y los regionales, la comunidad internacional no parece capaz de encontrar respuestas adecuadas, mientras que los traficantes de armas continúan con sus intereses. “Armas manchadas con sangre, sangre inocente”, ha advertido.
Por otro lado, Francisco ha observado que estas atrocidades y violencias de los derechos humanos son difundidas a tiempo real por los medios de comunicación. Por tanto, “están frente a los ojos del mundo entero” y “¡ninguno puede fingir no saber!” Así, el Papa ha indicado que “es necesario encontrar una solución, que no es la violenta, porque la violencia crea solo nuevas heridas”.
Y en este “océano de dolor”, el Papa ha pedido a los presentes a poner especial atención en las “necesidades materiales y espirituales de los más débiles e indefensos”. Unas palabras especiales ha dedicado a los millones de niños que se ven privados de la educación y ven “una nube en el horizonte de su futuro”.
El Santo Padre además ha reflexionado sobre el grave daño que están sufriendo las comunidades cristianas en Siria y en Irak. Al respecto ha recordado que durante siglos, “las comunidades cristianas y las musulmanas han convivido en estas tierras, en la base del respeto recíproco”.
Hoy –ha indicado el Papa citando a su predecesor Benedicto XVI– la legitimidad misma de la presencia de los cristianos y de las otras minorías religiosas es negada en nombre de un “fundamentalismo violento que reivindica un origen religioso”.
Por otro lado, ha advertido que en Siria e Irak, el mal destruye los edificios y las infraestructuras, pero sobre todo “la conciencia del hombre”.
La Iglesia siente la llamada de responder al mal con el bien, y para responder a esta difícil llamada “es necesario que los católicos refuercen la colaboración intra-eclesial y los lazos de comunión que les unen a las otras comunidades cristianas, buscando también la colaboración con las instituciones humanitarias internacionales y con todos los hombres de buena voluntad.
Finalmente, el Papa ha alentado a los presentes a continuar en este camino de colaboración y compartir trabajando juntos y en sinergia. Y les ha pedido que no abandonen a las víctimas de esta crisis, “aún si la atención del mundo disminuye”.