Louis y Zélie Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús, son una pareja de evangelizadores, que durante toda su vida testimoniaron la belleza de la fe en Jesús. Dentro y fuera de los muros domésticos. Se sabe lo acogedora que era la familia Martin y cómo abría su puerta y su corazón, a pesar de una cierta ética burguesa de este tiempo, que con la escusa del “decoro”, despreciaba a los pobres. Los dos, junto a las cinco hijas, dedicaban energías, tiempo y dinero a la ayuda de quien se encontraba necesitado. Son realmente un modelo de santidad y de vida de pareja. Así lo explica el santo padre Francisco, en la entrevista publicada hoy en la revista francesa Paris Match, cuya portada se reserva normalmente a estrellas del deporte o el espectáculo.
Sobre su devoción por Teresa de Lisieux, el Papa explica que es una “de las santas que más nos habla de la gracia de Dios y de cómo Dios cuida de nosotros, nos toma de la mano y nos permite subir con agilidad la montaña de la vida si nos abandonamos totalmente a Él, nos dejamos “transportar” por Él. La pequeña Teresa –asegura– había comprendido, en su vida qué es el amor, el amor reconciliador de Jesús, quien mueve los miembros de su Iglesia. Y así, el Pontífice cuenta que a menudo le pide a la santa que tome en sus manos un problema que tiene de frente, una cuestión que no sabe cómo va a terminar, un viaje que debe afrontar. “Y la pido que si acepta cuidarlo y hacerse cargo, me envíe como signo una rosa. Muchas veces me ha sucedido que recibo una…”, asegura el Santo Padre.
Afrontando el tema del medio ambiente, los problemas climáticos y su mensaje para la conferencia internacional de París sobre el clima, Francisco recuerda que “el cristiano es realista, no catastrofista” y “precisamente por esto no podemos escondernos en una evidencia: el actual sistema mundial es insostenible”. De este modo, el Papa expresa su deseo de que el vértice pueda contribuir a decisiones concretas, compartidas y que amplíen la mirada, para el bien común. “Son necesarias nuevas modalidades de desarrollo para que puedan crecer y vivir con dignidad las muchas mujeres, hombres y niños que hoy sufren hambre, explotación, guerras, falta de trabajo. Son necesarias nuevas modalidades compartidas para poner fin a la explotación indiscriminada de nuestro planeta”, afirma el Santo Padre. Y añade: “nuestra casa común está contaminada, se está deteriorando, es necesario el compromiso de todos. Debemos proteger al hombre de la autodestrucción”.
Y, ¿cómo hacerlo?, pregunta la periodista. El Papa responde: “la humanidad debe renunciar a idolatrar el dinero y devolver al centro a la persona humana, su dignidad, el bien común, el futuro de las generaciones que poblarán la tierra después de nosotros”.
Por otro lado, la periodista le pregunta si cree que habrá vida inteligente fuera de la Tierra, a propósito del descubrimiento del planeta al que se le ha llamado Kepler 452 B, a lo que el Santo Padre indica no saber bien qué responder. Pero, de lo que sí está seguro, “es que el universo, y el mundo en el que vivimos, no es fruto de la casualidad ni del caos, sino de una inteligencia divina, del amor de un Dios que nos quiere, nos ha creado, nos ha querido y no nos deja nunca solos”.
Respecto a la situación de las comunidades amenazadas por los islamistas radicales, el Santo Padre invita a preguntarse por qué tanta gente huye, cuáles son las causas de tantas guerras y de tanta violencia. “No olvidemos quién fomenta el odio y la violencia, y también quien especula con las guerras, como los traficantes de armas. Y no olvidemos tampoco la hipocresía de esos poderosos de la tierra que hablan de paz pero después, bajo cuerda, venden armas”, advierte el Papa.
A propósito de los refugiados, el Pontífice explica que “se puede tratar de resolver este drama mirando solamente a lo lejos. Actuando para favorecer la paz. Trabajando concretamente para resolver las causas estructurales de la pobreza. Comprometiéndose para construir modelos de desarrollo económico que tengan en el centro al hombre y no al dinero. Trabajando para que la dignidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño, de cada anciano, sea siempre respetada”.
Finalmente, el Santo Padre también cuenta en la entrevista a la revista francesa que la herencia más preciada que ha recibido de la Compañía de Jesús, es “el discernimiento querido por san Ignacio, la búsqueda cotidiana para conocer mejor al Señor y seguirlo cada vez más de cerca. Tratar de hacer cada cosa de la vida cotidiana, también las más pequeñas, con el corazón abierto a Dios y a los otros. Tratar de tener la misma mirada de Jesús sobre la realidad y poner en práctica sus enseñanzas día tras día en las relaciones con las personas”.