Edmundo Valenzuela, sdb, arzobispo de la Santísima Asunción, ha sido recientemente elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya. Un país que hace tan solo unos meses recibió la visita del Santo Padre y ya está viviendo y recogiendo los frutos de este viaje. Entre ellos, los jóvenes haciendo ‘lío organizado’ o la Iglesia buscando una madre paraguaya para llevarla a los altares. Muchos son los desafíos que enfrenta ahora monseñor Valenzuela como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, entre los que destaca el animar a esta Iglesia «en salida» y mostrarse en la sociedad como baluarte servidora de la vida, tal y como ha pedido el Papa. ZENIT lo ha entrevistado para profundizar en la misión de la Iglesia en este país y la situación actual tras la visita del Santo Padre.
Acaba de ser nombrado nuevo presidente de la Conferencia Episcopal de Paraguay. ¿Cómo afronta esta nueva etapa?
— He dicho a mis hermanos obispos quienes confiaron en que yo podría llevar sobre mis hombros la pesada carga de Presidente de la Conferencia: “Como misionero obispo que soy, acepto servir a la Iglesia, con la ayuda de Dios y de la Virgen Santísima”.
Me pongo a rezar y a hacerme ayudar, pues la ayuda que pueda ofrecer sólo la podré realizar con la oración y el desprendimiento de mi mismo, a imitación de Jesús.
¿Cuáles son los desafíos más importantes en la actualidad en la Iglesia en Paraguay?
— Esta nueva etapa de mi servicio a la Iglesia, no serán fáciles para mí, pues nuestra Iglesia está llamada por el Papa Francisco a una renovación radical, según sus palabras en la visita que nos hizo en julio de este año. El desafío de una “Iglesia en salida”, Iglesia misionera suena lindo y hasta lo podemos declamar… pero, en la realidad hay muchas resistencias, pues estamos tan acostumbrados a lo de “siempre hicimos así”. A nivel social, la Conferencia sigue siendo un baluarte servidora de la vida, la verdad, la justicia y la paz. Las nuevas ideologías, sobre todo la ideología del género, con todo su tren y vagones de consecuencias tiene mucha fuerza, hay muchos billetes verdes que la sostienen para su propagación. Además, la pobreza y pobreza extrema de uno 15% de la población nos tiene siempre en alerta. El país está siendo devastado por las deforestaciones y el avance riguroso de la producción agro-ganadera industrial. Los campesinos se ven obligados a vender sus tierras y a formar parte de los cinturones de las ciudades. La corrupción administrativa es cada vez más galopante y gozando de la impunidad a ojos vistas, etc.
Estas situaciones necesitan el acompañamiento permanente de la Conferencia Episcopal. Crear espacios de diálogo con las autoridades es un camino indispensable, pero lento y cuyo resultado no depende ya de nosotros, sino el complejo momento histórico que vivimos.
¿Qué destacaría de los trabajos realizados durante la reciente Asamblea Plenaria Ordinaria de los Obispos?
— Hemos dedicado una semana muy densa a varios temas que debíamos afrontar en clima de fraternidad, oración y diálogo.
Hemos comenzado evaluando la visita del papa Francisco. Hemos publicado sus discursos y homilías. Luego comenzamos a estudiar un texto borrador que recoge la síntesis de las palabras del papa Francisco con la orientación de una vida evangélica más radical. Nos tocó este año hacer las elecciones de las nuevas autoridades de la Conferencia y confirmar a los Secretarios Ejecutivos de las distintas pastorales. Los temas obligados a los que estamos habituados, son la escucha de la marcha y de los resultados de cada Pastoral de la Conferencia; hemos tomado conocimiento de la situación del Seminario Mayor Nacional encontrándonos con los Formadores; hemos escuchado el informe sobre la Universidad Católica. También hemos tenido un momento, una media hora, de visita de parte del Presidente de la República, que vino a saludar a las nuevas autoridades de la Conferencia. Con él programamos seguir los encuentros de evaluación social que interesa a ambos, al Estado y a la Iglesia. Hemos tenido la visita del nuncio apostólico, Mons. Eliseo Ariotti, quien presidió la Misa seguida de un agasajo hecho en su honor, agradeciendo lo que él hizo por la visita papal. Aprobamos dos documentos, uno conteniendo el mensaje para las elecciones municipales y otro, más al interno de la vida de la Iglesia, orientaciones para una Iglesia misionera, por el año Jubilar de la Misericordia, según las palabras del papa Francisco pronunciadas en su visita al país.
En fin, fue una semana muy intensa, con una agenda densa, pero en un ambiente de fraternidad, serenidad, discernimiento y motivador de esperanza.
Ahora que ha pasado un tiempo para “reposar” la visita del Santo Padre a Paraguay. ¿Cómo valoraría el viaje del Pontífice a este país?
— Para nosotros fue lo más grande de nuestra historia. Vivimos un encuentro nacional, una fiesta de la fe y de la Iglesia marcada por la alegría, la participación multitudinaria y las expresiones de religiosidad sencilla y cariñosa hacia la persona del Papa. Su presencia humilde y cálida, sus palabras sabias y orientadoras, su cariño a la gente paraguaya, su estima a la Mujer Paraguaya, la más gloriosa de América – según sus palabras – conquistaron los corazones y quedamos pendientes de las celebraciones previstas. La preparación de la visita papal nos enseñó a trabajar conjuntamente todas las fuerzas sociales y culturales del país. Siguiendo la Constitución Nacional, hemos creado un trabajo de Iglesia y Estado, desde nuestra independencia, colaboración y autonomía. Sin lugar a dudas, lo más grande que como país hayamos vivido hasta el momento fueron esos tres días.
¿Qué frutos son ya visibles?
— Hubo mayor acercamiento de millares de personas a las celebraciones dominicales. Su consejo a los jóvenes de “hacer lío, pero organizado” les despertó para una serie de manifestaciones a favor de exigencias de calidad de educación escolar y transparencia y eliminación de corrupción en la Universidad Nacional y filiales.
El obispo de Caacupé, monseñor Claudio Giménez, contó recientemente que el papa Francisco pidió buscar a una madre paraguaya de vida y virtudes ejemplares para elevarla a los altares. ¿Por qué esta preocupación del Santo Padre por la figura de la mujer en Paraguay? ¿Hay ya alguna candidata?
— Es cierto que deberá haber alguna madre paraguaya que llegue a los altares, para honrar el título recibido por parte del Papa Francisco: “la más gloriosa de América”. Mientras tanto, tenemos a una religiosa carmelita, Chiquitunga, ya venerable en camino a ser proclamada “beata”. Mientras tanto, nos ponemos a en busca de una madre ejemplar con olor a santidad.
Se acaban de celebrar las elecciones municipales, ¿qué mensaje han dado los obispos a los ciudadanos?
— Los obispos hemos dado el mensaje ante esas elecciones, exhortando a participar con el voto consciente, libre y responsable. Hablamos de los valores que los candidatos deben promover: la familia, de defensa de la vida, del matrimonio entre hombre y mujer. Pero también hemos advertido sobre la corrupción galopante y de la necesidad de transparencia en la gestión administrativa y de la promoción del bien común.
Hay muchas manipulaciones de lo que se dice, cada uno tendiendo a interpretar de acuerdo a sus principios ciudadanos. Lo importante es que haya siempre respeto y participación desde los valores humanos y cristianos que sustentan la historia y la cultura del Paraguay.