El papa Francisco aterriza este viernes en Uganda, segundo país de su gira por África. No será la primera vez que este país recibe la visita de un Pontífice. Ya Pablo VI les visitó en 1969 y san Juan Pablo II en 1993. Y ahora el Pontífice argentino se dirige a este país también como «mensajero de paz» tal y como él mismo anunció días antes de su viaje.
Antonia Sánchez Morocho, misionera comboniana en este país cuenta a ZENIT la ilusión ante la llegada del Santo Padre, y analiza los desafíos sociales, políticos y de la Iglesia en Uganda. También explica el significado de los mártires ugandeses y cómo este país se recuperó y se sigue recuperando de las huellas que dejó la violencia de la guerra civil, de 1981 a 1986.
¿Cómo se está viviendo este tiempo de preparación para la llegada del Santo Padre? ¿Qué esperanzas tiene el pueblo ugandés con la visita del papa Francisco?
–Antonia: Lo estamos viviendo con mucha ilusión, sobre todo por la comunidad católica. Creo que la esperanza es ser confirmados en la madurez de su fe y en una pertenencia de pleno derecho a la Iglesia Católica.
¿Cuáles son los grandes desafíos de la Iglesia en este país?
— Antonia: A mi juicio, el mayor desafío es la formación del clero local. Hay sacerdotes fantásticos, totalmente dedicados a su ministerio y al servicio del pueblo, mientras que en otros casos existen ciertas carencias.
¿Y desde el punto de vista social y político?
–Antonia: Este podría ser reforzar la educación de los jóvenes en algunos valores tradicionales como, la solidaridad, el bien común, la hospitalidad, etc. La globalización está “imponiendo” el individualismo y la idolatría del dinero entre otras cosas.
¿Qué labor desempeña usted en su misión en Uganda?
— Antonia: Mañana, si Dios quiere, cumplo 75 años, lo que quiere decir que estoy “re-jubilada” pero como las misioneras, y creo que las religiosas en general, no nos jubilamos nunca mientras se pueda hacer algo, pues yo desde hace unos meses estoy en nuestra casa central aquí en Uganda ayudando en la administración. Ocasionalmente sigo dando Ejercicios espirituales y algún que otro taller de formación en nuestro Centro de Espiritualidad en Namugongo que he coordinado hasta hace pocos meses.
Una de las claves del viaje papal a este país será el 50 º aniversario de la canonización de los 22 mártires ugandeses. ¿De qué forma el ejemplo de estos mártires se sigue haciendo presente en el pueblo ugandés?
–Antonia: Es impresionante la devoción a los mártires no solo en Uganda sino también en otros países de África. Hay peregrinaciones constantes a lo largo del año. Para la fiesta de los mártires, el 3 de junio, la afluencia de peregrinos es masiva. Desde semanas antes hay gente durmiendo en esterillas alrededor del santuario, llueva o haga frío, ellos están ahí. Si les preguntas porque vienen tan pronto a pasar frío y dormir en el suelo, la respuesta es: “los mártires sufrieron más por su fe”.
El Santo Padre ha dicho que viaja a África como mensajero de paz, un mensaje importante y lleno de esperanza para estos países. ¿De qué forma se transmite el Evangelio de la paz y el perdón en estas poblaciones donde las consecuencias de la violencia son tan palpables?
–Antonia: Creo que hay una única forma de transmitir el Evangelio de la paz y el perdón, que es la de Jesús y que Francisco pregona a los cuatro vientos. “Perdonad a los enemigos y rezad por los que os persiguen…” Un ejemplo: En mis años de actividad misionera en primera línea di clases de educación religiosa en un Instituto Femenino en Gulu, norte de Uganda. Algún tiempo después de finalizada la guerra volví a visitar esta escuela. La directora actual (una antigua alumna mía) me explicó cómo convivían las alumnas que en su mayoría habían sido raptadas por los guerrilleros y habían experimentado toda clase de abusos e incluso torturas. Me dijo que era muy difícil, las chicas se habían vuelto muy agresivas y había peleas frecuentes entre ellas. Y así habían creado “The reconciliation Room” la sala de la reconciliación. Allí las chicas encuentran siempre a alguien que las escucha y las guía en el proceso de perdonarse. Permanecen en la sala hasta que son capaces de reconciliarse, a veces pasan horas, me decía la directora, pero lo consiguen.