La revista italiana Credere, la publicación oficial del Año Santo Extraordinario que se inaugura el próximo 8 de diciembre, ha realizado una entrevista exclusiva al papa Francisco en la que explica los motivos del Jubileo de la Misericordia y sus expectativas.
«El tema de la misericordia –dice el Santo Padre al director de la revista, el sacerdote Antonio Rizzolo– se va acentuando con fuerza en la vida de la Iglesia a partir de Pablo VI. Fue Juan Pablo II el que lo subrayó fuertemente con la Dives in misericordia, la canonización de santa Faustina y la institución de la fiesta de la Divina Misericordia en la Octava de Pascua». En esta línea, «he sentido que hay como un deseo del Señor de mostrar a los hombres su misericordia. Entonces no es que me haya venido a la mente, sino que retomo una tradición relativamente reciente, si bien siempre ha existido. Y me he dado cuenta de que se debía hacer algo para continuar esta tradición».
«Es obvio que el mundo de hoy tiene necesidad de misericordia, tiene necesidad de compasión, o de sufir con», prosigue el Pontífice. «Estamos habituados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las atrocidades más grandes que ofenden el nombre y la vida de Dios», lamenta. «El mundo tiene necesidad de descubrir que Dios es Padre, que tiene misericordia, que la crueldad no es el camino, se cae en la tentación de seguir una línea dura, en la tentación de subrayar solo las normas morales, pero cuánta gente se queda fuera», enfatiza.
«Me ha venido a la mente esa imagen de la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla; es la verdad, ¡cuánta gente herida y destruida! Los heridos son curados, ayudados a sanar, no sometidos a los análisis para el colesterol. Creo que este es el momento de la misericordia», asegura el Papa. «Todos nosotros somos pecadores, todos llevamos pesos interiores. He sentido que Jesús quiere abrir la puerta de Su corazón, que el Padre quiere mostrar sus entrañas de misericordia, y por eso nos manda el Espíritu: para moverse y para movernos. Es el año del perdón, el año de la reconciliación», reitera.
Preguntado por su experiencia personal de la misericordia divina, Francisco reconoce: «Soy pecador, me siento pecador, estoy seguro de serlo; soy un pecador al cual el Señor ha mirado con misericordia. Soy, como he dicho a los encarcelados en Bolivia, un hombre perdonado. Soy un hombre perdonado, Dios me ha mirado con misericordia y me ha perdonado. Todavía ahora cometo errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si me confieso es porque tengo necesidad de sentir que la misericordia de Dios todavía está en mí».
El Santo Padre recuerda además que tuvo esa sensación de forma especial el 21 de septiembre de 1953, cuando sintió la necesidad de entrar en una iglesia y confesarse con un sacerdote que no conocía y a partir de entonces su vida fue diferente; decidió hacerse sacerdote y aquel confesor, enfermo de leucemia, lo acompañó durante un año. «Murió al año siguiente –relata–. Después del funeral lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con el temor de que Dios me hubiese abandonado. Este fue el momento en el que me sumergí en la misericordia de Dios y está muy unido a mi lema episcopal: el 21 de septiembre es el día de san Mateo, y Beda el Venerable, hablando de la conversión de Mateo, dice que Jesús miró a Mateo miserando atque eligendo«. «Se trata de una expresión que no se puede traducir, porque en italiano uno de los dos verbos no tiene gerundio, ni tampoco en español. La traducción literal sería “misericordiando y eligiendo”, casi como un trabajo artesanal. “Lo misericordió”: esta es la traducción literal del texto», indica.
«Cuando años después, recitando el breviario latino, descubrí esta lectura, me acordé de que el Señor me había modelado artesanalmente con Su misericordia. Cada vez que venía a Roma, porque me alojaba en Via della Scrofa, iba a la iglesia de San Luis de los Franceses a rezar delante del cuadro de Caravaggio, sobre la Vocación de san Mateo», refiere.
Para el Pontífice, el Jubileo de la Misericordia también puede ser una ocasión para redescubrir la “maternidad” de Dios: «Él mismo lo afirma cuando dice en Isaías que si una madre se olvidase de su hijo, también una madre puede olvidar… “yo en cambio no te olvidaré jamás”. Aquí se ve la dimensión materna de Dios. No todos comprenden cuando se habla de la “maternidad de Dios”, no es un lenguaje popular –en el buen sentido de la palabra–, parece un lenguaje un poco elegido; por eso prefiero usar la ternura, propia de una madre, la ternura de Dios, la ternura nace de las entrañas paternas. Dios es padre y madre».
Por último, el papa Francisco advierte de que el descubrimiento de un Dios misericordioso conlleva un cambio de actitud hacia los demás. «Hoy la revolución es la de la ternura porque de aquí deriva la justicia y todo el resto», afirma. «La revolución de la ternura es aquella que hoy tenemos que cultivar como fruto de este año de la misericordia: la ternura de Dios hacia cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros debe decir: “Soy un desgraciado, pero Dios me ama así; entonces también yo debo amar a los otros del mismo modo”», aclara. «Descubrirlo nos llevará a tener una actitud más tolerante, más paciente, más tierna», concluye.