El Santo Padre anima y da las gracias al Consejo de Economía
Francisco participó en una reunión y les recordó el importante rol que están llamados a desempeñar en el ámbito de la vigilancia de las estructuras financieras y administrativas
El papa Francisco participó este jueves por la tarde en una reunión del Consejo de Economía. El Santo Padre explicó que “el motivo de su vista ha sido el de animar y dar las gracias personalmente a los miembros del Consejo por el importante rol que están llamados a desempeñar en el ámbito de la vigilancia de las estructuras financieras y administrativas de la Santa Sede”, indica un comunicado de la oficina de prensa publicado este viernes. Asimismo, se indica que el Pontífice ha confirmado el “rol central del Consejo en este trabajo de reformar en lo que está personalmente comprometido”.
Por parte del Consejo, el cardenal Reinhard Marx, en su papel de coordinador, dio las gracias al Santo Padre por su presencia en la reunión y confirmó “su pleno compromiso en la realización de las reformas financieras y administrativas promovidas por el papa Francisco”. Desde su institución — indica el comunicado– el Consejo ha invertido tiempo y energías considerables en la valoración y posible realización de medidas cuyo objetivo es la transparencia y la gestión más eficaz de los recursos de la Santa Sede.
El papa Francisco creó el Consejo de Economía el 24 de febrero de 2014 para “evaluar las directivas y gestiones concretas, y analizar los informes sobre las actividades económico-administrativas de la Santa Sede”. El Consejo está formado por 15 miembros, de los cuales ocho son cardenales u obispos. Junto con el Consejo se creó la Secretaría de Economía dirigida por el cardenal George Pell.
Esta nueva estructura para coordinar los asuntos económicos y administrativos de la Santa Sede fue creada por el Santo Padre, aconsejado por el Consejo de los ocho cardenales, y tras analizar los informes de la Comisión COSEA y del Consejo de los 15 cardenales «para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede”.
El Papa destaca la contribución esencial de las mujeres trabajadoras
El Pontificio Consejo para los Laicos celebra este viernes y sábado un seminario internacional sobre “Mujeres y trabajo” en el que se analizarán las consecuencias de la actual dicotomía entre exigencias familiares y organización del trabajo
Es necesario “afirmar el rol insustituible de la mujer en la familia y en la educación de los hijos, como también la contribución esencial de las mujeres trabajadoras en la edificación de estructuras económicas y políticas ricas de humanidad”. Así lo asegura el papa Francisco en un mensaje, firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, dirigido al Seminario internacional de estudio promovido por el Pontificio Consejo para los Laicos sobre el tema “Mujeres y trabajo”.
De este modo, el Santo Padre invita a localizar “sugerencias y modelos positivos concretos para armonizar compromisos laborales y exigencias familiares”, en el contexto de la dicotomía actual entre la vida de la familia y la organización del trabajo.
En un comunicado del dicasterio, se recuerda que “hoy es necesario afirmar un doble reconocimiento del importante rol que la mujer cubre en la vida pública, para la edificación de estructuras más ricas de humanidad, y en la vida familiar, para el bienestar de la familia misma y la educación de los hijos”.
Asimismo, explican que el seminario tiene como objetivo indagar sobre las causas y consecuencias de la actual dicotomía entre exigencias familiares y organización del trabajo. Se buscará, además, “analizar y considerar caminos para salir del aut-aut en el que se encuentran hoy muchísimas mujeres, y proponer soluciones innovadoras hacia un et-et que permitan conjugar compromisos de trabajo y familiares”. Se considerarán propuestas –informa el comunicado– para una mayor valoración del trabajo femenino, de modo que se superen las discriminaciones de que son todavía objeto las trabajadoras, como la penalización de la maternidad y la desigualdad de salario.
Por otro lado, se reflexionará “sobre cómo destacar el insustituible servicio que sólo el genio femenino sabe ofrecer al género humano, para el crecimiento de cada persona y la construcción de la sociedad”.
El Seminario congregará a distinguidos conferencistas de nueve nacionalidades y prevé amplios espacios de discusión para permitir la participación de todos los presentes en los trabajos.
Todo listo para la apertura del Jubileo de la Misericordia
El próximo 8 de diciembre, el papa Francisco abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y dará inicio al Año Santo
Miles de peregrinos de todo el mundo se pondrán estos días en camino para poder celebrar en Roma el inicio del Año Jubilar de la Misericordia. El próximo martes 8 de diciembre, el papa Francisco abrirá la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro.
Monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, ha presentado este viernes por la mañana a la prensa, los últimos detalles. Será –ha asegurado– un momento fuerte para toda la Iglesia que permitirá recordar que la misericordia es la esencia de del anuncio del Señor en el mundo y para hacer de cada creyente instrumento tangible de la ternura de Dios.
Monseñor Fisichella ha explicado que desde el 1 de diciembre, en la Vía de la Conciliación n. 7, está abierto para los peregrinos el punto de información sobre el programa del Jubileo, para inscribirse para la peregrinación a la Puerta Santa, recoger las entradas para diversas celebraciones y retirar el testimonium de la participación al Jubileo.
El buen desarrollo de los eventos del Año Santo, será en parte gracias a la labor de cientos de voluntarios que prestarán un servicio de recepción y asistencia a todos los peregrinos, “en particular en Vía de la Conciliación, la plaza de San Pedro, en las otras Basílicas y en las iglesias jubilares”.
¿Cómo se desarrollará el gran evento del día 8 de diciembre? Monseñor Fisichella ha explicado tendrá lugar en la plaza de San Pedro a partir de las 9:30 horas. Será introducida por la lectura de algunos fragmentos de las cuatro constituciones conciliares (Dei Verbum, Lumen Gentium, Sacrosanctum Concilium y Gaudium et Spes), y de dos fragmentos respectivamente de Unitatis Redintegratio, sobre el ecumenismo, y de Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa. Porqueen esa fecha se celebra el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Tal y como ha indicado el presidente del Dicasterio para la Nueva Evangelización, la celebración eucarística se iniciará llevando procesionalmente el Evangeliario preparado especialmente para el Jubileo por el padre Rupnik y publicado por la editorial San Pablo. Una obra de arte que lleva sobre la cubierta una reproducción en mosaico del logotipo del Jubileo. El Evangeliario se colocará en el mismo atril que durante todas las sesiones del Concilio se colocó en el altar de la basílica de San Pedro para hacer evidente a todos el primado de la Palabra de Dios.
Por otro lado, ha precisado que en lo que respecta más directamente a la apertura de la Puerta Santa, la ceremonia muy sencilla, será seguida por televisión en todo el mundo. “El Papa pedirá la apertura de la Puerta y la atravesará. Después de él, los cardenales, los obispos y representantes de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos la cruzarán dirigiéndose luego en procesión hast
a la tumba del apóstol Pedro desde donde tendrá lugar la santa misa. El Papa después rezará el ángelus como de costumbre desde la ventana del Palacio Apostólico», ha indicado monseñor Fisichella.
Otro acto organizado para la tarde del día 8 de diciembre, es la presentación titulada “Fiat lux: Illuminating Our Common Home” que tendrá lugar en la plaza de San Pedro. Se trata de una proyección de fotografías sobre la fachada y la cúpula, sacadas del repertorio de algunos de los grandes fotógrafos del mundo, que presentan imágenes inspiradas en la misericordia, la humanidad, el mundo natural y el cambio climático. El espectáculo será ofrecido por la Word Bank Group (Connect4Climate), de Paul G. Allen’s Vulcan Productions, de la Fundación Li Ka-shing y del Okeanos.
Días después, el 13 de diciembre, por primera vez en la historia de los Jubileos, se abrirán las Puertas Santas en todas las catedrales del mundo. Y es que como ha recordado monseñor Fisichella, “el papa Francisco ha deseado que el Jubileo de la Misericordia se desarrolle sobre todo en las Iglesias particulares”. El Santo Padre abrirá también ese día la Puerta Santa de la catedral de Roma, San Juan de Letrán. Finalmente, el día 18 de diciembre, el Pontífice abrirá la Puerta de la Misericordia del un centro de Cáritas en Roma, “Don Luigi Di Liegro”. Esta será el primero –ha informado– con el que el Papa dará inicio a una serie de signos que un viernes al mes pretende ofrecer como expresión de las obras de misericordia.
Por otro lado, ha anunciado que a partir del día de la apertura de la Puerta Santa, durante todo el Jubileo, en la plaza de San Pedro se recitará el Rosario frente a la estatua de San Pedro. Será animado, por turnos, por algunas parroquias de Roma dedicadas a la Virgen, por Institutos religiosos presentes en la ciudad con una particular consagración a la Madre de Dios y por algunos Institutos de formación.
A propósito de los Misioneros de la Misericordia, que recibirán de parte del Santo Padre la facultad de perdonar pecados reservados a la Sede Apostólica, monseñor Fisichella ha anunciado que se ha llegado a más de 800 y ya se han cerrado las inscripciones.
Respondiendo a la pregunta de un periodista sobre la seguridad durante este Año Santo, ha asegurado que hay una garantía total para todos los peregrinos y ha advertido que no debemos dramatizar por el hecho de estar en Roma. Respecto al número de peregrinos que vendrán, ha observado que es muy difícil calcularlo, pero que lo importante para el dicasterio es “recibirlos y hacer que vivan una experiencia de fe”.
Finalmente, monseñor Fisichella ha recordado que durante el Jubileo, el Santo Padre tendrá audiencias generales también un sábado al mes. Para acceder a toda la información necesaria sobre el Jubileo de la Misericordia, puede consultar la página web oficial
El cardenal Tagle abrirá la Puerta Santa en Manila ayudado por los pobres
“Misericordia significa revisar la propia vida en la óptica del compartir»
“Tener misericordia durante el Año Santo significa, para cada hombre, abrir los ojos y los oídos para ver y escuchar a los pobres. Pero no es suficiente: tenemos que actuar para ellos y cambiar la propia forma de vida”.
Lo ha dicho el cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila, en el marco de la asamblea plenaria de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que tiene lugar en el Vaticano, en declaraciones a la agencia Fides.
En relación con el contexto filipino, marcado por una riqueza nacional concentrada en las manos de pocas familias, el cardenal Tagle indicó: “Misericordia significa revisar la propia vida en la óptica del compartir y de una distribución equitativa de la riqueza”.
Con este espíritu, ha informado de que el rito de la apertura de la Puerta Santa, que se celebrará el 9 de diciembre en Manila, contará con una dimensión y una presencia especial: la de los pobres, que ayudarán al cardenal a empujar las hojas de la Puerta, en un gesto que quiere simbolizar la “atención preferencial” con los marginados y necesitados en el Año Santo.
Como señala una nota enviada a la Agencia Fides desde la Archidiócesis de Manila, durante el Año Santo, la iglesia local abrirá un fondo especial para la asistencia a los enfermos y ancianos necesitados que no pueden permitirse de cubrir el coste de la atención sanitaria.
Se mejorará también el servicio de Cáritas Manila que tiene ya en marcha programas de educación para los hijos de las familias más pobres y planes de ayuda humanitaria a las víctimas de los desastres naturales que han afectado al país en los últimos años.
Mons. Carlos Osoro: «No vivamos de anécdotas de Jesucristo»
ENTREVISTA al arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española sobre los desafíos de la Iglesia, la familia y el Jubileo de la Misericordia
Monseñor Carlos Osoro Sierra fue nombrado arzobispo de Madrid por el papa Francisco el 28 de agosto de 2014. Nació en Castañeda (Cantabria) el 16 de mayo de 1945. Cursó, entre otros, estudios de magisterio, pedagogía y matemáticas, y ejerció la docencia hasta su ingreso en el seminario para vocaciones tardías de Salamanca. Fue ordenado sacerdote el 29 de julio de 1973 en Santander, diócesis en la que desarrolló su ministerio sacerdotal.
El 22 de febrero de 1997 fue nombrado obispo de Orense y, cinco años más tarde, el 7 de enero de 2002, fue designado arzobispo metropolitano de Oviedo, de cuya diócesis tomó posesión el 23 de febrero del mismo año. Además, del 23 de septiembre de 2006 hasta el 9 de septiembre de 2007 fue el administrador apostólico de Santander. El papa Benedicto XVI le nombró arzobispo metropolitano de Valencia el 8 de enero de 2009 y tomó posesión de la Archidiócesis el 18 de abril de 2009.
Desde el pasado mes de marzo desempeña el cargo de vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Por este motivo, la entrevista tiene lugar en la sede de la calle Añastro, apenas concluida la última Asamblea Plenaria. ZENIT desea hablar con el arzobispo de Madrid de muchos temas. De fondo, los desafíos de la Iglesia, la familia, el Jubileo de la Misericordia… En su despacho de la CEE, la conversación se produce cara a cara, sin ningún tipo de barreras. Mons. Osoro responde mirando a los ojos. Su único afán es comunicar el amor incondicional que Dios tiene por cada uno de nosotros. No rehúye ninguna pregunta, aunque pueda tener algo de prisa. Fuera hay otro obispo que está esperando para hablar con él. Durante el tiempo compartido, comprobamos que todo el mundo quiere departir con uno de los hombres del Santo Padre en España.
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Hoy, ¿a qué desafíos se enfrenta la Iglesia?
— Monseñor Carlos Osoro: Se enfrenta al desafío de llevar la alegría del Evangelio, como nos dice el papa Francisco, a este mundo concreto. Creo que es un reto precioso. El Señor ya nos avisó que la Iglesia la cuidaba Él; que Él estaba al frente de la misma; que estaría siempre con nosotros; y que nos enviaría al Espíritu Santo, que hizo posible que la Iglesia comenzase a salir por el mundo a anunciar el Evangelio, la Buena Noticia a todos los hombres. Lo nuestro, fundamentalmente, es aceptar el reto que el Señor propuso ya a los primeros. Les dijo: ‘Id por el mundo y anunciad el E
vangelio’. Ese es nuestro reto. Pero no podemos ir de cualquier manera. Tenemos que llevar esta noticia, que es noticia de alegría, que es la alegría que nace de ese amor inmenso que Dios nos tiene, y que ha mostrado su rostro en Jesucristo, Nuestro Señor. Es la alegría de llevar la noticia salvadora a todos los hombres; la alegría de la realización plena del ser humano; la alegría de como Dios nos ha entregado esas dimensiones tales que hacen que el ser humano pueda vivir desde un equilibrio, cuando las cultiva. Todas las dimensiones, entre ellas, también la trascendente. Una dimensión trascendente que en estos momentos, a lo mejor, puede estar amenazada. Puede haber riesgos de que, por circunstancias del tener, esta dimensión se ahogue y nos haga infelices por mucho que tengamos.
Usted habla con frecuencia del “catolicismo de estufa, de mesa camilla”. Es decir, que hay muchos cristianos que se han acomodado. ¿Cómo se puede vencer esta tentación, para ser una Iglesia “en salida”?
— Monseñor Carlos Osoro: Urge un encuentro con Nuestro Señor. Pienso que hoy nadie puede anunciar la Buena Noticia, ningún discípulo puede ser misionero, si no hay un encuentro profundo con el Señor. Un encuentro que te lleve a lanzarte a dar el tesoro más grande que un ser humano puede tener, que es la vida misma de Nuestro Señor Jesucristo. Y ser conscientes de que esa vida nos ha sido dada por el Bautismo. Poseemos la vida del Señor, la podemos regalar y disfrutar. Con esa vida, podemos concebir el mundo de una forma distinta. Es un reto y una experiencia hermosísima. La más grande que un ser humano puede tener. Convencidos de esto, cuando nos hemos encontrado con el Señor, es verdad que salimos siempre a buscar a los hombres.
El papa Francisco ha convocado el Jubileo de la Misericordia y en unos días se abrirán las Puertas Santas de todas las diócesis del mundo. ¿Qué frutos cabe esperar?
— Monseñor Carlos Osoro: La puerta representa a Jesucristo. Y abrir la puerta quiere decir que estamos dispuestos, e invitamos a todos los hombres, a entrar por esa puerta que es Cristo. En nuestra archidiócesis de Madrid vamos a abrir la puerta de la calle Bailén, la puerta central, que tiene una imagen maravillosa. Por una parte está Cristo crucificado, está el altar de la Eucaristía y alrededor del altar, los obispos, las autoridades, el pueblo fiel… Estamos todos. Creo que es significativo que esa puerta se abra, porque es Cristo mismo. Queremos entrar por Él, porque queremos reencontrarnos con el Señor donde lo hacemos con la máxima explicitud y cuando entramos en más comunión con Él, cuando nos alimentamos del Señor en la Eucaristía. Hay una frase de san Agustín que repito mucho. A los cristianos de África, les decía: ‘Dad de lo que coméis’. Este año, abrir la Puerta de la Misericordia es entrar por esa puerta que es Cristo; es alimentarnos de ese Cristo; es dar a Jesucristo en todos los lugares donde estemos y donde vivamos. Creo que esta es una invitación a la transformación de este mundo. No con cualquier medida, sino con las medidas de Cristo. No desde una ideología, sino desde una persona que acoge a todos, que quiere dar vida a todos. Pero una persona que quiere hacernos ver que solamente es posible viviendo de la fuerza de su amor. Un amor que nos explica tan bellamente el apóstol Pablo. Nos dice que el amor es comprensivo, servicial, no tiene envidia, no presume, no se engríe, no es egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, goza con la verdad, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites… Es con este arma, que es el mismo Señor, porque el rostro del amor es el mismo Cristo, con la que tenemos que salir por los caminos.
El Santo Padre le ha llamado a un nuevo servicio. Ahora, usted es miembro del XIV Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, que en su última Asamblea ha abordado “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. En nuestra sociedad, ¿cuáles son las claves para la familia?
— Monseñor Carlos Osoro: La estructura fundamental de la vida humana es la familia. Esto ha sido reconocido por todas las culturas y en todas las épocas. Después, ha sido fundamentado por Cristo mismo, que ha querido tomar un rostro humano en el seno de una familia, la familia de Nazaret. Esa familia que se presenta para nosotros como el paradigma de toda familia. Los tres que formaban parte de esa familia –María, José y Jesús, Nuestro Señor– viven mirando a Dios, queriendo cumplir la voluntad de Dios. Creo que la belleza de la familia, y en concreto de la familia cristiana, se tiene que ver desde esta perspectiva. La belleza la adquieren unas personas, empezando por el matrimonio, que es el inicio de una familia, y sus hijos, cuando estas viven en una atmósfera tal que el amor de Dios, la acogida de ese amor, el servicio, el perdón, la entrega, la fidelidad, el no mirar para uno mismo, el considerar siempre al otro como el más importante… todo eso que después se traslada a la vida concreta, a la que vivimos con los demás. La gran escuela de las Bellas Artes, que digo yo, es la familia. Me gustaría mucho que esto fuese lo que empezásemos a ver y descubrir los discípulos de Cristo. La familia es escuela de fe, ahí es donde hemos aprendido a pronunciar el nombre de Jesús. Es escuela de humanidad, nuestro corazón se agranda y se ensancha en la familia. Cuando están los abuelos ya mayores o un enfermo o alguien que necesita, ensanchamos el corazón, todos nos ponemos al servicio de la persona más débil o que está sufriendo. Es escuela de fraternidad, porque nos perdonamos. Nos podemos confundir, pero sabemos que nos sentimos perdonados y queridos. Y en la confusión, nos dan un abrazo. En la familia aprendemos a no mirar para nosotros mismos. Lo que vivimos dentro, lo sacamos fuera en la vida real que cada uno de nosotros tenemos. Si son los padres, en los trabajos y en las relaciones con sus amigos; si son los hijos, en los lugares donde están estudiando o trabajando, si son mayores. La familia es toda una escuela. Como digo, es escuela de Bellas Artes. Y el arte más bello es saber amar como Cristo nos amó. Acoger ese amor de Cristo en nuestra vida. Esta escuela, cuando se vive unidos y unidos a Dios en la familia cristiana, esto lo entrega. Lo entrega sin darnos cuenta. Va calando en nuestra vida. Va haciéndonos de esa manera.
¿Qué mensaje le gustaría trasladar a la opinión pública a través de esta entrevista?
— Monseñor Carlos Osoro: Que se acerquen a Nuestro Señor. Que se acerquen a alguien que no les va a pedir absolutamente nada. Es Él el que da. Cuando nos acercamos, nos sentimos abrazados por su misericordia. No nos pide cuentas y no nos dice que hemos hecho tales cosas mal. Nosotros mismos, al verlo, lo reconocemos. En ese abrazo, Él nos recupera. Nos hace salir de todas aquellas situaciones que no nos construyen ni construyen a los demás. Por eso, mi invitación es a que no tengamos miedo de abrirnos a Jesucristo; que no vivamos de anécdotas de Jesucristo. No vivamos de lo que nos ha pasado, de lo que nos dijo tal persona que se decía cristiana y que a lo mejor no lo era. Que vayamos directos a Nuestro Señor y lo dejemos entrar en nuestro corazón. Que le dejemos que nuestra vida sea su casa. Así, la casa se embellece tremendamente. Invito a todos a que hagamos la mejor casa que se puede mostrar en este mundo, que es la vida de un hombre cuando es ocupada totalmente por Dios. En ella, pueden habitar todos y nadie sobra. Todos somos necesarios. Todos seremos regenerados por esa casa, porque es casa de vida.
COP 21: «El Papa ha indicado la posición más avanzada sobre el tema»
Las embajadoras de Perú y Guatemala ante Italia señalan las dificultades y esperanzas de la cumbre de París
El problema del cambio climático y la COP 21 que se está desarrolland
o en París fue el tema del desayuno de trabajo en el que han disertado la embajadora de Perú en Italia, Adriana Rivas Franchini, del país que hospedó la COP 20 el año pasado en Lima; y la embajadora de Guatemala en Italia, Stephanie Hochstetter Skinner-Klee.
El encuentro organizado este viernes en Roma en el hotel NH Giustiniani, por Mediatrends America – Europa, tuvo por tema: ‘¿Qué papel puede jugar la asociación América Latina-UE para asegurar un acuerdo global sobre el cambio climático?’. El evento, en el que participaron diversos representantes diplomáticos y periodistas, es patrocinado por el Instituto Cervantes de Roma y la Fundación española FPSC.
Interrogada por ZENIT sobre la influencia de la nueva encíclica Laudato Si’ del santo padre Francisco en una cumbre como la COP 21 en París, la embajadora peruana indicó que “el Papa ha tenido la posición más avanzada sobre el tema”, y añadió que “no sé cuánto pueda influenciar en las negociaciones, si bien es un tema de conciencia y en esto influye”.
El matiz que cambia, es que “se trata de un llamado, es a otro nivel, un enfoque diverso, y contribuye mucho porque da una visión diversa”. Y si hemos avanzado desde las posiciones de hace 20 años, añadió, es «porque ahora entendemos que el mundo es uno, ni de los países ricos ni de los en vías de desarrollo». Y concluyó que “el llamado es a ver comunitariamente el problema como de todos. Y espero ésto influya y tengo esperanza”.
Por su parte, la embajadora de Guatemala consideró que todas las personas que asiten al COP 21, cada uno en proporción mayor o menor, ha sentido cuánto ha cambiado el clima desde entonces hasta aquí. Y que “el Papa puede influir mucho en la conciencia de las personas”, aunque después “están las dinámicas de las negociaciones internacionales”, ya que “la conciencia puede estar muy clara porque el Santo Padre en este tema y en otros ha llegado a lo más profundo del tema, o sea que algún efecto tiene, pero las negociaciones son complejas”.
La embajadora de El Salvador, María Eulalia Jiménez, señaló: “Un punto de gran importancia es que este Papa llega mucho a la gente, y aquí es fundamental también el apoyo que los medios den para hacer llegar esta encíclica a la gente”.
La encargada de negocios de la Embajada de Bolivia ante la Santa Sede, Erica Farfán, por su parte subrayó que “a nivel internacional la Santa Sede está trabajando mucho y su mensaje está llegando” y puso como ejemplo “lo que ha dicho el presidente Obama”. O sea, una influencia para cuidar la ‘casa común’.
Durante su exposición en el desayuno de trabajo, la embajadora de Perú indicó que “el problema del cambio climático era un tema casi de los ambientalistas, sin embargo ahora en Perú las políticas públicas están contemplando tomar medidas”. Entre los factores que están afectando al país señaló como los glaciares tropicales que están en Perú han disminuido en los últimos 30 años, aumentando la dificultad hídrica, con consecuencias para la agricultura y la generación de energía eléctrica. Lo importante es que “en el Estado se ha entendido el problema y hay un cambio en la matriz energética”.
Una indicación oportuna de la embajadora Franchini fue: “No es que los malos son los desarrollados y los buenos los que están en vías de desarrollo o viceversa. Porque el mundo es uno, y necesita medidas comunes pero diferenciadas. Hace 15 años estábamos ‘¿por qué yo y no tú?’”.
Señaló también que el fenómeno de ‘El Niño’ en el Pacífico de América Latina tuvo un fuerte impacto negativo en la economía. “El fenómeno existió siempre pero ahora se está acentuando. Las cifras son alarmantes, las noticias no son muy gratas. El 81 por ciento de la agricultura es vulnerable”.
Recordó que su país presidió la COP 20 en Lima, “donde se tomó una decisión importantísima: definir un nuevo acuerdo climático”. Allí se fijó el post 2020, o sea lo que cada país debería contribuir para el cambio climático. Y esto ha sido “un paso previo a los acuerdos vinculantes que deberán firmar ahora”.
Señaló que el acuerdo que es necesario conseguir en París tiene que ser equitativo, con condiciones de elasticidad hacia los países más desfavorecidos; ambicioso con un compromiso vinculante de medidas progresivas de mitigación, debidamente verificadas; balanceado y operativo, con un compromiso firme, que incluya la transferencia de tecnología en favor de los países en desarrollo.
“El acuerdo de París –añadió la embajadora limeña– aunque no será obligatorio es necesario que vincule, que sea global, que su aplicación vaya de la mano con los objetivos del desarrollo sostenible”, por lo tanto “exige esfuerzos compatibles”.
En su presentación del tema, la embajadora de Guatemala en Italia, Stephanie Hochstetter Skinner-Klee De Towara, recordó que hace 15 años cuando trabajaba en Ginebra «había alguna preocupación por sequías o huracanes, en cambio ahora cuando se leen las cifras es realmente preocupante, y también entender por qué no logramos hacer nada».
Guatemala ha sido golpeada por efectos relacionados por el cambio climático, y a la conferencia de la COP 21 “ha hecho un llamado para que se logre un acuerdo en base de la equidad, aunque diferenciada según las propias necesidades». Si bien este sistema «ha vuelto complicadas las negociaciones, porque todos los países tienen que reconocer lo que le corresponde a ellos”. Recordó que muchas economías se basan en energía contaminate, y es necesario cambiar esto.
Señaló también que en su país, Guatemala, los cambios climáticos han afectado a la biodiversidad de los bosques nativos y ha producido emigraciones, así como la caída en la producción de alimentos. Por ello ,indicó que es necesaria una nueva “arquitectura solidaria de la cooperación al desarrollo, que permita implementar políticas ambientales”. Así como la necesidad de “acciones ambientales y sostenibles, mecanismos claros de financiamiento, transparencia y transferencia de tecnologías limpias”.
Concluyó señalando que “si no se crea conciencia entre las partes será difícil que el acuerdo sea efectivo” pero “tenemos la esperanza de que se llegue a un acuerdo osado y que sea vinculante”.
‘Para hacer frente al fenómeno de las sectas es necesaria una verdadera nueva evangelización’
ENTREVISTA al padre Luis Santamaría del Río, sacerdote de la diócesis de Zamora (España) y uno de los miembros fundadores de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas y su secretario para España y Portugal
La Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) reúne desde hace diez años a casi veinte expertos de España, Portugal y toda América Latina. El 26 de diciembre de este año cumplen diez años de existencia y trabajo, siendo la única organización de esta zona que agrupa a los expertos católicos en el tema y que se ha transformado en un referente para los católicos de habla hispana, particularmente para varias Conferencias Episcopales.
Con ocasión de varias actividades que realizan, Zenit entrevistó al padre Luis Santamaría del Río, sacerdote de la diócesis de Zamora (España), uno de los miembros fundadores de la RIES y su secretario para España y Portugal.
Usted que ha estudiado en detalle el Magisterio de la Iglesia sobre el tema sectas, ¿podría decirnos si sigue siendo un tema que preocupe mucho a los obispos o ha cambiado?
— Padre Santamaría: Los pastores de la Iglesia tienen que atender a muchos frentes, y por ello no podemos esperar que hablen mucho sobre este tema. Sin embargo, desde mi tarea de coordinación y redacción del boletín electrónico < em>Info-RIES voy viendo cómo diversos obispos latinoamericanos continúan preocupados por el fenómeno sectario y de la nueva religiosidad, sobre todo saliendo al paso de situaciones particulares que viven en sus diócesis.
También la Santa Sede, con un rico Magisterio sobre este asunto, al que se denomina “desafío”, continúa observando la realidad de las sectas. El último ejemplo lo podemos ver en la presentación que hizo hace unos días el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el cardenal Fernando Filoni, sobre la situación actual de las misiones de la Iglesia católica. Entre las siete prioridades para la acción evangelizadora está el desafío de las sectas, que llegan tanto a las ciudades como a los pueblos, y que “avanzan sobre la poca consistencia de la fe de los bautizados”.
Eso sí: hay un movimiento muy interesante en la preocupación episcopal por las sectas, y que se trata de un claro desplazamiento geográfico: si en las décadas pasadas eran los obispos de Iberoamérica los que más expresaban su inquietud, ahora son los prelados africanos los que más alertan sobre este desafío, tal como quedó de manifiesto en el Sínodo sobre la nueva evangelización del año 2012.
¿Cuáles son las sectas que más crecen y cuáles las que más le preocupan?
— Padre Santamaría: En una mirada global podríamos decir que el proceso de secularización afecta también al mundo de las sectas, y las que se presentan con una estructura y un mensaje más “religiosos” están en retroceso o, al menos, no avanzan con la velocidad con la que lo hacían antes. Aunque esto se da con más fuerza en las sociedades occidentales, y no tanto en culturas como la latinoamericana o la africana.
Lo que sí crece claramente, sobre todo en Occidente, pero también en gran medida en el resto del mundo, es toda la nueva religiosidad difusa en torno a la Nueva Era (New Age), meditación, pseudoterapias, energías, sanación, bienestar y autoayuda, etc. Todo aquello que se presenta como “espiritual pero no religioso”. Y lo que más nos preocupa a muchos que nos dedicamos a estudiar este tema es la difusión vertiginosa de propuestas holísticas de sanación que acaban provocando que algunas personas en situaciones muy delicadas de salud abandonen sus tratamientos médicos para seguir los dictados de un gurú que las manipula tras haber generado una relación de dependencia personal y doctrinal.
¿Qué cree que se debería hacer en cada diócesis para hacer frente a este fenómeno?
— Padre Santamaría: Sin ir a cosas muy particulares, lo más importante y básico es que se realice de verdad una nueva evangelización. A este respecto, el Magisterio de los Papas y de los dicasterios del Vaticano es claro: la mejor respuesta que puede dar la Iglesia –y esto vale para todas las diócesis en concreto– es ser fiel a su identidad y ofrecer la buena noticia de la salvación de Cristo a cada persona. Por ello han de cuidarse aspectos fundamentales como el sentido comunitario de las parroquias, la formación de todos los católicos (clero, consagrados, agentes pastorales, pueblo), la experiencia fuerte de oración y encuentro con Dios, el afán apostólico y misionero, etc.
Sabiendo que esto que acabo de decir es lo más importante, no hay que olvidar una formación básica en torno al fenómeno de las sectas, que incluya un conocimiento general de las mismas, una percepción de su situación en el propio territorio y unas herramientas apologéticas para el diálogo y la confrontación misionera. Junto a esto, sería apropiado contar con personas que puedan hacer un acompañamiento psicológico y pastoral de las víctimas de las sectas y de las familias afectadas, quizás aprovechando el buen trabajo que realizan los Centros de Orientación Familiar (COF) y otros servicios semejantes.
¿Se incluye el tema en la formación de los futuros sacerdotes?
— Padre Santamaría: Debería incluirse. De hecho, el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, documento de la Santa Sede del año 2013 que orienta cómo deben vivir los sacerdotes, señala que “la proliferación de sectas y cultos nuevos, así como su difusión, también entre fieles católicos, constituye un particular desafío al ministerio pastoral”. Por ello, se dice, “el ministerio de los presbíteros ha de responder con prontitud e incisividad a la búsqueda de lo sagrado y, de modo especial, de la verdadera espiritualidad hoy emergente”. Algo que ya recogía de forma más breve san Juan Pablo II en la exhortación Pastores dabo vobis en 1992, precisamente sobre la formación de los sacerdotes.
Pero no he respondido a la pregunta de si “se incluye”. En la formación de los Seminarios se deben abarcar múltiples materias y en ocasiones el tema de las sectas no va más allá de lo explicado en la materia de Fenomenología e Historia de las Religiones. Sin embargo, algunas diócesis se preocupan de que sus futuros sacerdotes tengan una noción y unos criterios en torno a este tema. Sin ir más lejos, hace unos días he tenido una tertulia interesante sobre las sectas y la nueva religiosidad con el Seminario Mayor de una diócesis del norte de España, y la experiencia ha sido muy positiva.
Algunos hablan de la penetración de la Nueva Era dentro de la Iglesia. ¿Cómo ha de entenderse esa afirmación?
— Padre Santamaría: Se trata de una cuestión real, pero que no hay que leer en clave de “conspiraciones” o maniobras ocultas de realidades enemigas de la Iglesia, como a veces se hace, de manera equivocada en mi opinión. Es real, sí, porque la Nueva Era aparece como una espiritualidad difusa que, en principio, no chocaría con los principios cristianos. Y cuando un católico no tiene la suficiente experiencia de Dios y la suficiente formación, puede caer en el sincretismo, puede ser engañado por una realidad que aparentemente fortalece su fe pero que, en el fondo, la está vaciando y transformando en otra cosa.
Esta realidad que puede afectar a muchas personas, debido a la gran difusión cultural de la Nueva Era (a través de libros muy publicitados y leídos, música, cine o programas de televisión), se ve agravada cuando desde algunas instituciones o espacios eclesiales se da cabida y eco a propuestas de estas nuevas espiritualidades. Nos encontramos con frecuencia con parroquias, casas de retiros, hospederías monásticas o colegios católicos que albergan encuentros de grupos o terapias de la Nueva Era. A veces por ignorancia, a veces por complicidad, a veces por interés lucrativo… esto no debería hacerse bajo ningún concepto, porque no sólo se colabora con la difusión de algo que va contra la fe cristiana, sino que se le da legitimidad ante la gente.
En estos diez años de trabajo, ¿cuáles son las principales actividades que ustedes realizan tanto en España como en América Latina?
— Padre Santamaría: La principal labor es la que no se ve, que es la de coordinación entre los miembros de la RIES, presentes en varios países iberoamericanos. Estamos en contacto continuo para intercambiar información y ayudarnos con las consultas y las respectivas investigaciones. Junto a esto, algo que tampoco es muy visible es nuestra colaboración estrecha con diversas realidades eclesiales a las que asesoramos en torno al fenómeno de las sectas y la nueva religiosidad, elaborando los informe
s que nos piden (Santa Sede, conferencias episcopales y diócesis).
El trabajo más visible es el que pertenece al área informativa. Abarcamos varios medios con los que queremos llegar a mucha gente, dentro y fuera de la Iglesia, siendo fieles a nuestra vocación universal (eso significa “católica”, y somos católicos). En primer lugar, el boletín electrónico Info-RIES, que precisamente llega este mes a su número 400 (toda persona interesada puede suscribirse en www.ries-sectas.tk). En segundo lugar, dos blogs: <u>http://info-ries.blogspot.com y http://infocatolica.com/blog/infories.php, además de las redes sociales Facebook y Twitter (@InfoRIES). Además producimos y colaboramos con contenidos en varios medios de comunicación.
Y también está el área de la ayuda y acompañamiento a víctimas de las sectas y a familias afectadas, gracias al trabajo de algunos psicólogos con los que contamos, o con personas que buscamos fuera de la RIES para que asesoren a las personas que nos piden ayuda. A medio plazo nos gustaría formar a más profesionales y agentes pastorales para que haya un mejor conocimiento de este tema y una red de personas que puedan ayudar cuando se den problemas de este tipo.
Para terminar, aprovecho para decirles a los lectores de Zenit que nuestro proyecto más a corto plazo, en torno al X aniversario de la RIES, es hacer una biblioteca y centro de documentación en España, para alentar el estudio y la investigación del fenómeno sectario. Muy pronto daremos buenas noticias sobre esto.
¿Cómo pueden comunicarse los pastores o los fieles con la RIES cuando tengan una necesidad concreta o una simple consulta?
— Padre Santamaría: Nos pueden escribir por correo electrónico a ries.secr@gmail.com (España y Portugal) o a ries.america@gmail.com (América).
Los obispos argentinos piden medidas urgentes para combatir la droga
En un documento, la CEA manifiesta su preocupación por el alarmante aumento del narcotráfico en el país
La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) difundió este martes un comunicado en el que alerta sobre el «aumento del narcotráfico, que siembra dolor y muerte». Los obispos pidieron una reacción de toda la sociedad y respuestas que no sean lineales, ni ineficaces.
«El incremento del mercado y del consumo de drogas demuestra que vivimos en un mundo sin esperanza, carente de propuestas humanas y espirituales vigorosas», dijeron, citando las palabras de san Juan Pablo II.
Los prelados acusaron al Estado por su falta de acción para combatir el mercado de la droga. «Lamentablemente ya se encuentra arraigado en nuestro país; su presencia y difusión es incomprensible sin la complicidad del poder en sus diversas formas», sostuvieron en el documento.
«Es doloroso constatar que, además, las drogas, signos de muerte, se producen en la Argentina. El crimen organizado se enriquece también de otras formas de esclavitud, tales como la trata de personas, el tráfico de armas, el tráfico y venta de órganos, el trabajo infantil», lamentaron.
Bajo el nombre «No al narcotráfico, sí a la vida plena», los obispos llamaron a reforzar las fuerzas de seguridad que luchan contra este negocio ilegal, pero recalcaron que la «guerra contra las drogas está perdida» si no se acomete una «profunda transformación cultural».
«Esta globalización de la indiferencia, que genera una cultura individualista centrada en el consumo es la que da el marco propicio para la expansión de las redes del narcotráfico», alertaron.
Por último, advirtieron de que el vendedor de droga se ha convertido en un referente social en algunas zonas periféricas, en algunos barrios y villas, por lo que, en su opinión, «se consagra el triunfo de quien con poco esfuerzo consigue mucho y está al margen de la ley».
Comunión y Liberación: “La persona, en el centro de la política”
El movimiento eclesial ha publicado en España un manifiesto coincidiendo con el inicio de la campaña electoral
Coincidiendo con el inicio de la campaña electoral, el movimiento Comunión y Liberación ha publicado este viernes un manifiesto titulado “La persona, en el centro de la política”. El documento califica la convocatoria electoral del próximo 20 de diciembre como “una ocasión privilegiada para reflexionar sobre las cuestiones más acuciantes que afectan a nuestra sociedad. Normalmente empezamos por un análisis de los problemas y soluciones propuestas. Pocas veces nos paramos a reflexionar sobre nosotros mismos y la forma de estar los unos con los otros”.
El punto de partida del manifiesto es “que en el centro de nuestra convivencia esté la persona (…). La energía de construcción de un país y la calidad de nuestra convivencia están ligadas a la realización personal, que depende de la respuesta a las cuestiones esenciales de la vida: ¿por qué merece la pena vivir?”.
El diagnóstico de esta realidad eclesial es que “nuestro país vive un grado insoportable de dialéctica en niveles diferentes de la convivencia”. Así, propone que “aprendamos de nuestra historia: si queremos reformar la Constitución recuperemos el deseo de convivir abrazando la diferencia. También en política el otro es un bien”.
Para favorecer este cambio de mentalidad que genere una mirada de afecto hacia el que es diferente, “nuestra sociedad necesita realidades intermedias que agrupen a los ciudadanos, en las que la persona se sienta en casa y pueda expresar toda su creatividad. Una cuestión política de primer rango, que atañe a nuestros gobernantes, es la de favorecer la vida de la sociedad civil”. También señala que “es la falta de conciencia de esta sociedad civil, débil y poco apoyada, lo que está dando espacio a un estatalismo creciente, a veces con una fuerte componente ideológica, que se está instalando en nuestro país”. Comunión y Liberación valora la aparición de nuevos partidos políticos en España y espera que “contribuyan a una cultura de diálogo y acuerdos”.
El movimiento destaca especialmente la importancia de la educación, pues “ahí están las cifras de fracaso escolar que nos ponen a la cola de los países europeos” e insiste en que “una educación a la altura de nuestra necesidad exige de todos un amor real a la libertad de educación”. El manifiesto afirma que “no es el Estado el que educa, ni debe imponer una determinada visión de la realidad a través del partido que gobierna”.
Tras una amplia referencia a la encíclica Laudato si’ del papa Francisco, CL considera que “no podemos seguir mirando para otro lado, olvidando que nuestro estilo de vida, nos sintamos o no responsables, conlleva injusticia social y daño a la naturaleza”.
Por último, afirma que “la primera política, por tanto, es vivir”. “Nuestro país necesita políticos y gobernantes que favorezcan que la sociedad
sea lugar de comunicación libre de experiencias”, concluye el documento.
Beato Felipe Rinaldi – 5 de diciembre
«Tercer sucesor de Don Bosco, fue un milagro de su fe porque Felipe durante cierto tiempo se resistió a seguir a Cristo. Encarnó admirablemente el carisma salesiano. Fue un apóstol incansable, gran formador e impulsor de nuevas obras»
Un verdadero apóstol desconoce lo que es el desánimo. Guiado por la fe y la oración insistente nunca pierde la esperanza de ver florecer las vocaciones; por eso actúa con arrojo y celeridad movido por la gracia. Este tercer sucesor de Don Bosco, nacido en Lu Monferrato, Alessandría, Italia, el 28 de mayo de 1856, fue un milagro de su fe y celo apostólico. Se conocieron cuando Felipe tenía 5 años y el fundador de los salesianos pasaba junto a un grupo de muchachos por la localidad. Más tarde, a la edad de 10 años, el joven inició sus estudios en el seminario menor de Mirabello. Pero no le agradó la forma de vida disciplinada que regía el acontecer de los alumnos, y regresó a su hogar. Se encerró en banda con tal empecinamiento que a partir de entonces fue extremadamente difícil que aceptara cualquier sugerencia y se replantease su decisión. No lo logró un amigo seminarista, Pablo Albera, ni Don Bosco, que insistió, según se recuerda, como no lo hizo ni antes ni después con otro joven, yendo en persona a verle, escribiéndole, enviándole libros espirituales, y recordándole que tenía las puertas abiertas.
Insensible ante un milagro efectuado en el pueblo por Don Bosco, que fue a buscarle cuando ya tenía 18 años, siguió negándose a reconsiderar la opción del sacerdocio. Era el octavo y penúltimo hijo de los campesinos Cristóbolo Rinaldi y Antonia Brezza, quien oró de manera insistente por su vocación, al punto que Felipe quedó profundamente conmovido por este gesto de su madre; parece que fue lo único que logró tocar su fibra más sensible en esta época. A los 20 años se hallaba en vías de contraer matrimonio, pero en cuanto Don Bosco supo la noticia, rápidamente acudió a Lu con la esperanza de llevárselo consigo. Esta gracia tan orada por él y por la fiel Antonia se materializó a finales de 1877. Entonces Felipe se integró en el centro dedicado para vocaciones en edades similares a la suya en Sampierdarena, al frente del cual se hallaba Pablo Albera.
Con gran dedicación y sacrificio cursó los estudios que debió haber afrontado en su momento, y en 1880 en San Benito Canavés, donde había realizado el noviciado, emitió los votos, pero todavía sin ánimo de ser sacerdote. Contra su costumbre, porque solía respetar la libertad de los jóvenes, Don Bosco instó a Felipe a iniciar el camino que le llevaría al sacerdocio, y éste le obedeció. Fue ordenado en diciembre de 1882 en la catedral de Ivrea. Agradecido y dichoso por las bendiciones que recibía al lado del fundador, cuando éste le preguntaba que si era feliz, respondía: «Sí, si estoy con usted, de otra forma no sé qué sería de mí».
Pocos días antes de producirse el deceso de su santo fundador, Felipe acudió a confesarse con él. Y Don Bosco, ya casi sin fuerzas, antes de absolverle le dijo: «Meditación», apuntando seguramente a lo que debería tomar como consigna de su misión. La primera que le encomendaron fue dirigir el centro para vocaciones tardías de Mathi, responsabilidad que le abrumó, pero acogió solícito. Contribuyó al notable incremento de estudiantes que hubo en poco tiempo. Esta fecundidad se haría patente en Sarriá, España, donde Don Rua lo envió en 1899 como superior de la comunidad, y luego en Portugal, de forma que a Felipe se le considera impulsor de la obra salesiana en estos países.
A él se debe el nacimiento del instituto secular de las Voluntarias de Don Bosco, a las que recordaba: «¿Qué tenéis que hacer para tener vida? Ante todo, rezad para sentiros animadas todos los días y llevar la cruz que el Señor os ha asignado; es lo primero que tenéis que hacer. Además, haced bien cada uno de vuestros quehaceres, los propios de vuestro estado, como Dios quiere, en vuestra condición; y esto según el espíritu del Señor y de Don Bosco». Fue designado vicario general en 1901, y rector mayor en 1922. Suceder a Don Rua, fallecido inesperadamente, para regir el acontecer de los salesianos, alta misión para la que fue elegido ese año, fue un hecho que le sorprendió y que acogió con sencillez y humildad: «Esta elección es embarazosa tanto para vosotros como para mí. Quizá Nuestro Señor quiere humillar la Congregación o Nuestra Señora quiere mostrar que, con nosotros, es Ella la que está haciéndolo todo. Sin embargo, es algo sumamente embarazoso para mí. Por favor, orad al buen Señor para que yo no destruya lo que Don Bosco y sus sucesores han construido».
Era un hombre de oración, piadoso, devoto de María Auxiliadora, abierto a las necesidades de su tiempo y fidelísimo al carisma del fundador. Tuvo gran visión y dotes de iniciativa. Extendió notablemente la obra de Don Bosco poniendo en marcha centros formativos dirigidos también a la mujer. Impulsó los estudios de los jóvenes salesianos, en los que se incluía el estudio de las lenguas para ayuda de la evangelización, y tuteló la vida espiritual de todos de forma magistral. Fundó el Instituto Misionero Salesiano Cagliero en Ivrea, ayudó y acompañó a los Cooperadores, instituyó la federación de alumnos y realizó viajes apostólicos por distintos puntos de Europa. En un momento dado solicitó al papa Pío XI la concesión de «indulgencias por el trabajo santificado».
Al hablar del beato Rinaldi frecuentemente se resaltan las palabras del padre Francesia: «Lo único que le falta al Padre Rinaldi es la voz de Don Bosco: tiene todo lo demás». El 5 de diciembre de 1931 mientras leía la vida de Don Miguel Rúa, falleció en Turín. Fue beatificado por Juan Pablo II el 29 de abril de 1990.
Viene la Palabra
II domingo de Adviento
Baruc 5, 1-9: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”
Salmo 125: “Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor”
Filipenses 1, 4-6. 8-11: “Llenos de frutos de justicia”
San Lucas 3, 1-6: “Hagan rectos sus senderos”
<p>Esas amenazas las había escuchado muchas veces y le preocupaban, pero a su esposo no parecían afectarle o quizás disimulaba. Él siempre decía que lo más importante era la verdad. Cuando aparecían las estadísticas y en especial aquellas noticias: “México es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas; las amenazas y los asesinatos a manos del crimen organizado, o de las autoridades corruptas, son cosa de todos los días. Este clima de miedo, junto con la impunidad que prevalece, genera autocensura, perjudicial para la libertad de información” y se daban cifras concretas, él sólo sonreía y decía: “Alguien tiene que hablar y alguno escuchará”. Ahora, frente al cadáver de su esposo, ella está convencida que su muerte no fue “un accidente”, como dicen los informes oficiales, ella está convencida que “lo han silenciado”. Han asesinado a un periodista más pero ¿se puede silenciar la verdad?
Dios muestra siempre su misericordia y sale en búsqueda del ser humano. El pasaje que hoy nos presenta San Lucas tiene un alto contenido teológico. Abre el relato de la predicación de Juan, y de la llegada de la Palabra, situándola tanto en la historia del mundo pagano como en la historia del pueblo de Israel. Y aunque todos los datos que enmarcan este comienzo son verificables, él está más interesado en hacer resaltar todo el símbolo que representan: por una parte el poder civil estructurado a modo de pirámide; y por otra el poder religioso representado por dos personajes emparentados entre sí, Caifás, sacerdote en activo, títere de Anás que había sido destituid
o. Poder político y religión judía no son capaces de dar respuesta a los anhelos del pueblo pobre y humilde. En un punto de la historia, marcado por estos dos poderes, en tiempos del emperador Tiberio, Dios envía su mensaje a Juan, hijo de Zacarías. Y se resaltan las contradicciones y llamadas de atención: Juan, hijo de aquel que había sido mudo, recibe ahora la Palabra; el hijo de la mujer que había sido estéril, ahora tiene la misión de presentar la vida. Y junto a la solemnidad y precisión del comienzo, llama la atención la imprecisión respecto al lugar: “en el desierto”. La llegada de Jesús no es pura casualidad en la historia, ni está al margen de la historia concreta de los hombres. Está encarnada, llega silenciosa, callada, en algún lugar muy concreto. La Palabra sale en búsqueda de quien quiera escucharla. En el principio está la Palabra.
Quizás hoy se quiera silenciar la Palabra. Nuevas contradicciones: vivimos en un mundo de gran comunicación, estamos cada día mejor informados, y sin embargo cada día escuchamos menos y tenemos menos posibilidades de comunicarnos. Quedamos aislados y somos menos capaces de entablar relaciones de amor y amistad. El poder y un mundo materialista han substituido al Dios de la vida y el hombre se encuentra vacío y aunque quiere balbucear y comunicarse, no encuentra nada en su corazón porque no ha escuchado la Palabra. También para el hombre de hoy llega la Palabra, también para quienes se sienten abrumados y cargando penosamente su silencio, hay razones de esperanza. En la primera lectura el profeta Baruc escribe a un pueblo que está desterrado y disperso y le dirige palabras de esperanza. El deseo de Dios es que cambie sus vestidos de luto y aflicción y se vista de esplendor, que vuelva a reunirse, camine seguro y con alegría. A tal punto espera este nuevo retorno que le ofrece un nuevo nombre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”, que al mismo tiempo es una meta y un camino para alcanzar la transformación. La amenazante guerra que parecía distante y se ha hecho presente en medio de nosotros, grita a nuestro corazón y a nuestras conciencias. No podemos permanecer impasibles. Construir la paz también es tarea nuestra. Sin una verdadera paz donde se enderecen los caminos no podrá haber justicia, no se puede llegar a Dios si no se establecen nuevas relaciones entre los hermanos, si no se tienden puentes entre los que se han dividido y si no reconocen los derechos de quienes han sido marginados. La gloria de Dios se manifiesta en la armonía de los hombres y la Palabra que hoy llega a nosotros nos ofrece esa posibilidad de reconstruir relaciones y encontrar esta paz en la justicia.
El tiempo de Adviento es tiempo de la Palabra, tiempo de escucha. Para ello tendremos también nosotros que vivir nuestro desierto, nuestro silencio y nuestra soledad. Necesitamos espacios para escuchar la Palabra que hoy llega a nosotros y solamente después podremos pronunciarla, vivirla y transformar nuestros ambientes. El camino del Adviento requiere allanar los senderos, enderezar los caminos torcidos y rellenar los profundos huecos que se han formado en nuestras vidas al margen de Dios. Para que la causa de la paz se abra camino en la mente y en el corazón de todos los hombres y, de modo especial, en el de aquellos que están llamados a servir a sus ciudadanos, es preciso que esté apoyada en firmes convicciones morales, en la serenidad de los ánimos, a veces tensos y polarizados, y en la búsqueda constante del bien común nacional, regional y mundial. Solamente abriendo el corazón podremos hacer fructificar la Palabra. Pero la Palabra no debe quedar estéril, sino penetrar y transformar. El criterio para saber que ha llegado la Palabra es que nos abra a cada persona, sobre todo a los más pobres para que puedan ponerse de pie y caminar con dignidad, para que puedan participar del banquete mismo de la vida.
La Palabra que escucha en su corazón el Bautista, exige una conversión. Sólo así alcanzaremos la verdadera paz que se nos ofrece en Baruc. La consecución de la paz requiere la lucha contra la pobreza y la corrupción, el acceso a una educación de calidad para todos, un crecimiento económico solidario, la consolidación de la democracia y la erradicación de la violencia y la explotación, especialmente contra las mujeres y los niños, requiere además la promoción de una auténtica cultura de la vida, que respete la dignidad del ser humano en plenitud.
¿Qué estamos haciendo para escuchar la Palabra? ¿Cómo estamos construyendo esa nueva paz? ¿Escucharemos el mensaje o silenciaremos la Palabra?
Padre Bueno, que nos has enviado a tu Hijo Jesucristo como Palabra de vida, abre nuestros oídos y nuestros corazones, para que, escuchándolo y siguiéndolo, transformemos nuestro mundo en una comunidad, “Paz en la justicia y gloria en la Piedad”. Amén.
“Siendo Cristo la luz de las gentes…”
Primera predicación de Adviento del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap a la Curia Romana
Publicamos a continuación la predicación completa de la primera semana de adviento del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap, predicador de la Casa Pontificia, a la Curia Romana
Una relectura cristológica de la Lumen Gentium
1. Una eclesiología cristológica
La feliz ocasión del quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II me sugirió la idea de dedicar las tres meditaciones de Adviento a una revisión del acontecimiento conciliar, en sus principales contenidos. En concreto, me gustaría hacer una reflexión sobre cada uno de los principales documentos del Concilio, que son las cuatro constituciones sobre la Iglesia (Lumen Gentium), sobre la Liturgia (Sacrosanctum Concilium), sobre la Palabra de Dios (Dei Verbum) y sobre la Iglesia en el mundo (Gaudium et Spes).
Lo que me dio la valentía de enfrentar, en tan poco tiempo, temas tan vastos y debatidos fue un hallazgo. Del Concilio se ha escrito y hablado sin fin, pero casi siempre sobre sus implicaciones doctrinales y pastorales; pocas veces sobre sus contenidos estrictamente espirituales. Yo quisiera, sin embargo, centrarme exclusivamente en ellos, tratando de ver lo que aún tiene que decirnos el Concilio en cuanto textos de espiritualidad, útiles para la edificación de la fe.
Comenzaremos dedicando las tres meditaciones de Adviento a la Lumen Gentium, reservando el resto para la próxima Cuaresma, si Dios quiere. Los tres temas de la constitución sobre los que quisiera reflexionar son la Iglesia cuerpo y esposa de Cristo, la llamada universal a la santidad y la doctrina sobre la Santísima Virgen.
La inspiración para esta primera meditación sobre la Iglesia me surgió al releer, por casualidad, el principio de la constitución en el texto latino. Este dice: “Lumen gentium cum sit Christus…”, “Siendo Cristo la luz de los pueblos…”. Debo decir que, en mi confusión, yo nunca había prestado atención a las enormes implicaciones de este comienzo. El hecho de haber tomado como título de la Constitución solo la primera parte de la frase me hizo pensar (y creo que no solo a mí) que el título “la luz de las naciones” se refería a la Iglesia, mientras que, como vemos, se refiere a Cristo. Es el título con el cual el anciano Simeón saludó al niño Mesías llevado al templo por María y José: “Luz para los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 32).
En esa frase inicial está la clave para interpretar toda la eclesiología del Vaticano II. Se trata de una eclesiología cristológica, y por lo tanto espiritual y mística, antes que social e institucional.
Es necesario poner en primer plano la dimensión cristológica de la eclesiología del Concilio con vistas a una evangelización más eficaz. No se acepta, de hecho, a Cristo por amor a la Iglesia, sino que se acepta a la Iglesia por amor a Cristo. Incluso una Iglesia desfigurada por el pecado de muchos de sus representantes.
Debo
decir inmediatamente que, desde luego, no soy yo el primero en destacar la dimensión esencialmente cristológica de la eclesiología del Concilio Vaticano II. Releyendo los numerosos escritos del entonces cardenal Ratzinger sobre la Iglesia, me di cuenta de como él trató de mantener viva insistentemente esta dimensión de la doctrina sobre la Iglesia en la Lumen Gentium. La misma referencia a las implicaciones doctrinales de la frase inicial: “Lumen gentium cum sit Christus …”, “siendo Cristo la luz de de los pueblos”, ya está en sus escritos, seguida de la afirmación: “Si uno quiere comprender rectamente el Vaticano II, debe siempre comenzar de nuevo por esta frase inicial”[1].
Debemos precisar de inmediato, para evitar malos entendidos, que esta visión espiritual e interior de la Iglesia nunca ha sido negada por nadie; pero, como siempre sucede en los asuntos humanos, lo nuevo amenaza con eclipsar a lo antiguo, lo actual hace perder de vista a lo eterno y lo urgente prima sobre lo importante. Así sucedió que las ideas de comunión eclesial y pueblo de Dios se desarrollaron a veces solo en sentido horizontal y sociológico, es decir, en un contexto de oposición entre koinonía y jerarquía, insistiendo más sobre la comunión de los miembros de la Iglesia entre ellos, que en la comunión de todos los miembros con Cristo.
Esto era quizás una prioridad del momento y un paso adelante; como tal san Juan Pablo II lo acoge y valoriza en su carta apostólica Novo Millenio Ineunte [2]. Pero cincuenta años después del final del Concilio, es quizás útil buscar de restablecer el equilibrio entre esta visión de la Iglesia condicionada por los debate del momento, y la visión espiritual y mística del Nuevo Testamento y de los Padres de la Iglesia. La pregunta fundamental no es “qué es la Iglesia”, sino “quién es la Iglesia” [3] y es de esta pregunta que querría dejarme guiar en la presente meditación.
- La Iglesia cuerpo y esposa de Cristo
El alma y el contenido cristológico de la Lumen Gentium (LG) emergen sobretodo en el capítulo I, allí en donde se presenta a la Iglesia como esposa de Cristo y cuerpo de Cristo. Escuchemos algunas frases:
“La Iglesia llamada ‘Jerusalén celeste’ es ‘madre nuestra’ (Gal 4,26; cfr. Ap 12,17), es descrita como la Inmaculada esposa del Cordero inmaculado (cfr. Ap 19,7; 21,2 e 9; 22,17), esposa de Cristo que ‘ha amado… y por esa se ha dado a sí mismo, para santificarla (Ef 5,26), que se ha asociado con pacto indisoluble e incesantemente “nutre y cura” (Ef 5,29), y que después de haberla purificada la quiere junto a sí y sujetada en el amor y en la fidelidad. (cfr. Ef 5,24)” (LG, 6).
Ésto por el título de esposa, y por el de “cuerpo de Cristo” se dice:
“El Hijo de Dios, uniendo a sí la naturaleza humana y venciendo la muerte con su muerte y resurrección ha redimido al hombre y lo ha transformado en una nueva criatura. (cfr. Gal 6,15; 2 Cor 5,17). Comunicando de hecho su Espíritu constituye místicamente como su cuerpo a sus hermanos, que recoge de todas las gentes (…) Participando realmente del cuerpo del Señor en en la fracción del pan eucarístico, hemos sido elevados a la comunión con él y entre nosotros: “Porque hay un solo pan, todos nosotros no formamos sino un solo cuerpo, participando todos nosotros a un mismo pan”. (1 Cor 10,17). (LG 7).
Ha sido, también aquí mérito del entonces cardenal Ratzinger, haber puesto luz a la relación intrínseca entre estas dos imágenes de la Iglesia: ¡la Iglesia es cuerpo de Cristo porque es esposa de Cristo! En otras palabras, en el origen de la imagen paulina de la Iglesia, como cuerpo de Cristo no está la metáfora estoica de la concordia de las partes en el cuerpo humano (si bien a veces él utiliza también esta idea, como en Rom 12,4 ss, o en Cor 12, 12 ss), sino que está la idea conyugal de la única carne que el hombre y la mujer forman uniéndose en matrimonio (Ef 5, 29-32) y aún más la idea eucaristica del único cuerpo que forman quienes comen el mismo pan: “Porque hay un solo pan, nosotros somos, aunque muchos, un solo cuerpo; todos de hecho participamos de aquel único pan” (1 Cor 10, 17) [4].
Apenas es necesario recordar que ésto ha sido el corazón de la concepción agustiniana de la Iglesia, al punto de dar a veces la impresión de identificar puramente el cuerpo de Cristo que es la Iglesia con el cuerpo de Cristo que es la eucaristía [5].
Esta, sabemos es también la visión que mayormente acerca a la eclesiología católica a la eclesiología eucarística de la Iglesia ortodoxa. Sin la Iglesia y sin la eucaristía Cristo no tendría “cuerpo” en el mundo.
3. De la Iglesia al alma
Un principio muchas veces repetido y aplicado por los Padres de la Iglesia es: “Ecclesia vel anima”, o sea la Iglesia o también el alma [6]. El sentido es: lo que generalmente se dice de la Iglesia, hechas las debidas distinciones, se aplica en particular a cada persona en la Iglesia. De san Ambrosio es la afirmación: “La Iglesia es bella en las almas” [7].
Queriendo mantener el empeño declarado de estas meditadiciones, de recoger los aspectos más directamente “edificantes” de la eclesiología conciliar, nos preguntamos: ¿Qué puede significar para la vida espiritual del cristiano vivir y realizar esta idea de Iglesia, cuerpo de Cristo y esposa de Cristo?
Si la Iglesia en su acepción más íntima y verdadera es el cuerpo místico de Cristo, yo realizo en mi a la Iglesia, soy un “ser eclesial” [8], en la medida que permito a Cristo hacer de mi su cuerpo, no solo en teoría, sino también en la práctica. Lo que cuenta entonces no es el lugar que uno ocupa en la Iglesia, sino el lugar que Cristo ocupa en su corazón.
Objetivamente esto se realiza a través de los sacramentos, sobre todo en dos de éstos: el bautismo y la eucaristía. El bautismo lo hemos recibido una sola vez, la eucaristía en cambio la recibimos cada día. De aquí la importancia de recibirla de manera que ella pueda realizar la tarea de hacernos Iglesia. La frase famosa dicha por De Lubac “La eucaristía hace a la Iglesia” no se aplica solamente a nivel comunitario, sino también a nivel personal: la eucaristía hace de cada uno de nosotros el cuerpo de Cristo, o sea la Iglesia. También aquí querría servirme de algunas palabras profundas del entonces cardenal Ratzinger:
“Comunión significa que la barrera aparentemente insuperable de mi yo viene quebrada (…) significa por lo tanto fusión de las existencias. Como en la alimentación el cuerpo puede asimilar una sustancia extránea y así vivir, así mi yo es ‘asimilado’ al mismo Jesus, hecho similar a él en un intercambio que rompe siempre más las líneas de separación” [9].
Dos existencias, la mía y la de Cristo, se vuelven una sola, “sin confusión y sin división”, no hipostáticamente como en la Encarnación, sino místic
amente y realmente. De dos “yo” resulta uno solo: no mi pequeño yo de criatura, sino el de Cristo, al punto que cada uno de nosotros después de haber recibido la eucaristía, puede osar decir con Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí”. (Gal 2,20). En la eucaristía, escribe el Cabasilas,
“Cristo se derrama en nosotros y con nosotros se funde, pero cambiándonos y transformándonos en sí como una gota de agua puesta en un infinito océano de ungüento perfumado” [10].
La imagen de la Iglesia cuerpo de Cristo está intrínsecamente relacionada, se decía, con aquella de la Iglesia esposa de Cristo y también esto nos puede ayudar mucho a vivir en profundidad, mistagógicamente, la eucaristía.
La carta a los Efesios, dice que el matrimonio humano es un símbolo de la unión entre Cristo y la Iglesia: “Por esto el hombre dejará a su padre y su madre y se unirá a su mujer y los dos formarán una sola carne. Este misterio es grande; lo digo en referencia a Cristo y a la Iglesia”. (EF 5,31-33). Ahora, según san Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es que el cuerpo del marido pasa a ser de la mujer y viceversa, el cuerpo de la mujer se vuelve del marido (Cfr.1 Cor 7,4).
Aplicado a la Eucaristía esto significa que la carne incorruptible y dadora de vida del Verbo encarnado se vuelve “mía”, pero también mi carne, mi humanidad, se vuelve de Cristo, es hecha propia por él. En la Eucaristía nosotros recibimos la sangre de Cristo, ¡pero también Cristo “recibe” nuestro cuerpo y nuestra sangre! Jesús, escribe san Hilario de Poitiers, asume la carne de quien asume la suya [11]. Él nos dice a nosotros: “toma, este es mi cuerpo”, pero también nosotros podemos decirle: “Toma este es mi cuerpo”.
En la colección de poesías eucarísticas que lleva por título “Canto del Dios Escondido”, el futuro papa Karol Wojtyla llama a este sujeto nuevo, cuya vida ha sido hecha propia por Cristo, “el yo eucarístico”.
“Se obrará entonces el milagro
de la transformación:
y así, serás el mi
-yo eucarístico” [12].
No hay nada de mi vida que no pertenezca a Cristo. Nadie puede decir: “¡Ah, Jesús no sabe lo que es estar casado, ser mujer, haber perdido un hijo, estar enfermo, ser anciano, ser persona de color!”. Si lo sabes tú también lo sabe él, gracias a ti y en ti. Lo que Cristo no ha podido vivir “según la carne” habiendo sido su existencia terrena como la de cada hombre, limitada a algunas experiencias, lo vive y lo “experimenta” ahora como resucitado “según el Espíritu”, gracias a la comunión de la misa. Vive en la mujer el ser mujer, en el anciano el ser anciano, en el enfermo la condición de enfermo. Todo lo que le “faltaba” a la plena “encarnación” del Verbo se “cumple” en la eucaristía. Había entendido el motivo profundo de esto la beata Isabel de la Trinidad cuando escribía: “La esposa pertenece al esposo. El mío me ha tomado. Quiere que sea para él una humanidad adjunta” [13].
Es como si Jesús nos dijera: “¡Yo tengo hambre de ti, quiero vivir de ti, por ello tengo que vivir cada pensamiento tuyo, cada afecto tuyo, tengo que vivir de tu carne, de tu sangre, de tu cansancio cotidiano, debe alimentarme como tu te alimentas de mi!”. ¡Que interminable motivo de estupor y de consolación al pensar que nuestra humanidad se vuelve la humanidad de Cristo! ¡Pero también que responsabilidad deriva de todo esto! Si mis ojos se han vuelto los ojos de Cristo, mi boca la de Cristo, tengo motivos para no permitir a mi mirada que se pierda en imágenes lascivas, a mi lengua para que no hable contra el hermano, a mi cuerpo para que sirva como instrumento de pecado. “¿Tomaré por lo tanto los miembros de Cristo -dice el apóstol- y los haré miembros de una prostituta?”. (1Cor 6,15). Estas palabras interpelan a cada bautizado. ¿Y que no decir de los consagrados, ministros de Dios, que deberían ser “modelos de la grey” (1Pt 5,3)? Hay que estremecerse delante del pensamiento de la masacre que se hace del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
- El encuentro personal con Jesús
Hasta aquí he hablado de la relación objetiva, o sacramental, de muestro volvernos Iglesia, o sea el cuerpo de Cristo. Hay también una dimensión subjetiva y existencial. Esta consiste en lo que el papa Francisco en la Evangelii Gaudium define “un encuentro personal con Jesús de Nazaret”.
Escuchemos sus palabras.
“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a que renueve hoy mismo su encuentro personal con Jesucristo, o al menos, tome la decisión de dejarse encontrar por Él, de buscarlo cada día sin descanso. No hay motivo por el cual alguien pueda pensar que esta invitación no es para él”. (EG. nr.3)
Aquí tenemos que dar un paso hacia adelante, también respecto a la eclesiología del Concilio. En el lenguaje católico, “el encuentro personal con Jesús” no ha sido un concepto muy familiar. En lugar de un encuentro “personal” se prefería la idea de un encuentro eclesial, que se realiza, o sea, mediante los sacramentos de la Iglesia. La expresión tenía a nuestros oídos de católicos, ecos vagamente protestantes.
Está claro que aquello que se propone no es un encuentro personal con Cristo que sustituya el sacramental, sino hacer que el encuentro sacramental sea también un encuentro libremente decidido o reiterado, no puramente nominal, jurídico o habitual. Si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, la adhesión personal a Cristo es el único modo de entrar a formar parte de ella desde el punto de vista existencial.
Para entender que quiere decir realizar un encuentro personal con Jesús, es necesario dar una mirada, aunque sea sumaria, a la historia. ¿Cómo se volvía miembro de la Iglesia en los tres primeros siglos? Con todas las diferencias de individuo a individuo y de lugar a lugar, esto sucedía después de una larga iniciación, el catecumenado, y era el fruto de una decisión personal, además peligrosa por la posibilidad del martirio.
Las cosas cambiaron cuando el cristianismo pasó a ser, primero religión tolerada y después, en breve tiempo, religión favorita, cuando no incluso impuesta. En esta situación, el acento no fue puesto más en el momento y en el modo con el cual una persona se vuelve cristiana, o sea en el venir a la fe, sino sobre las exigencias morales de la misma fe, sobre el cambio de las costumbres; en otras palabras, sobre la moral.
La situación, a pesar de todo, era menos grave de lo que pudiera parecernos a nosotros hoy, porque, a pesar de todas las incoherencias que conocemos, la familia, la escuela, la cultura y poco a poco también la sociedad ayudaban, casi espontáneamente a absorber la fe. Sin tomar en cuenta que desde el inicio de la nueva situación habían nacido formas de vida como el monacato, y después varias órdenes religiosas, en las cuales el bautismo era vivido en toda su radicalidad y la vida cristiana era fruto de una decisión personal, muchas veces heroica.
Esta situación llamada de “cristiandad” ha cambiado radicalmente. De aquí la urgencia de una evangelización que tome en cuenta la actual situación. Se trata en práctica de crear para los hombres de hoy ocasiones que les permitan tomar, en el nuevo contexto, aquella decisión
personal libre y madura que los cristianos tomaban al inicio cuando recibían el bautismo y que les transformaba en cristianos reales y no solo nominales.
El ritual de la “Iniciación Cristiana de los Adultos” de 1972 propone una especie de camino catecumenal para el bautismo de los adultos. En algunos países con religión mixta, donde muchas personas piden el bautismo cuando llegan a adultos, este instrumento se ha revelado de gran eficacia. ¿Pero qué hacer con la masa de los cristianos ya bautizados que viven como cristianos de nombre y no de hecho, completamente extraños a la Iglesia y a la vida sacramental?
Una respuesta a este problema son la gran cantidad de movimientos eclesiales, asociaciones laicales y comunidades parroquiales renovadas, aparecidas después del Concilio. La contribución común de todas estas realidades, incluso en la gran variedad de estilos y consistencia numérica, es que esas son el contexto y el instrumento que permite a tantas personas adultas el tomar una decisión personal hacia Cristo, el tomar en serio su bautismo, y volverse sujetos activos de la Iglesia.
Pero no me detengo en estos aspectos pastorales del problema. Lo que quiero subrayar, al concluir esta meditación, es una vez más el aspecto espiritual y existencial que nos corresponde individualmente. ¿Qué significa encontrar y hacerse encontrar por Jesús? Significa pronunciar la frase “¡Jesús es el Señor!”, como la pronunciaban Pablo y los primeros cristianos, decidiendo, con esta para siempre, toda la propia vida.
Después de esto Jesús no es más un personaje, sino una persona; no alguien del que se habla, sino alguien a quien y con quien se puede hablar, porque resucitado y vivo; no solamente una memoria, aunque litúrgicamente viva y operante, sino una presencia. Quiere decir también no tomar ninguna decisión de alguna importancia sin antes haberla sometido a él en la oración.
He dicho al inicio que no se acepta Cristo por amor a la Iglesia, sino que se acepta a la Iglesia por amor de Cristo. Busquemos por lo tanto amar a Cristo y hacerlo amar, y habremos dado nuestro mejor servicio a la Iglesia. Si la Iglesia es la esposa de Cristo, como cada esposa, ella genera nuevos hijos uniéndose por amor a su Esposo. La fecundidad de la Iglesia depende de su amor por Cristo. El mas bonito servicio que cada uno de nosotros puede hacer a la Iglesia es de amar a Jesús y crecer en la intimidad para con él.
[1] J. Ratzinger, L’ecclesiologia del Vaticano II, in Chiesa, ecumenismo e politica, Edizioni Paoline, Cinisello Balsamo, 1987, pp. 9-16).
[2] Cf. S. Giovanni Paolo II, “Novo millennio ineunte”, 42. 45.
[3] Cf. H. U. von Balthasar, Sponsa Verbi, Saggi teologici,II, Morcelliana, Brescia 1972, pp. 139 ss. (ed. tedesca Sponsa Verbi, Johannes Verlag, Einsiedeln 1961)
[4] Joseph Ratzinger, Origine e natura della Chiesa, in La Chiesa. Una comunità sempre in cammino, Ed. Paoline, Cinisello Balsamo, 1991, pp. 9-31)
[5] Cf. H. de Lubac, in Corpus Mysticum. L’Eucharistie et l’Eglise au Moyen Age, Aubier, Paris 1949 (trad.ital. Corpus Mysticum. L’eucaristia e la chiesa nel Medioevo, Jaka Book, Milano 1996)
[6] Cf. Origene, In cant. cant. III (GCS 33, p. 185 e 190); S. Ambrogio, Exp. Ps. CXVIII, 6,18 (CSEL 62, p. 117).
[7] De mysteriis VII, 39 ; cf. H. de Lubac, Exégèse mediévale, I, 2, Paris, Aubier, 1959, p.650
[8] Cf. J. Zizioulas, L’être ecclésial, Labor et fides, Genève 1981 (trad. Ital. Ed. Qiqajon, Comunità di Bose 2007).
[9] J. Ratzinger, Origine e natura della Chiesa, cit.
[10] Ni. Cabasilas, Vita in Cristo, IV,3 (PG 150, 593)
[11] S. Ilario di Poitiers, De Trinitate, 8, 16 (PL 10, 248): “Eius tantum in se adsumptam habens carnem, qui suam sumpserit”
[12] K. Wojtyla, Tutte le opere letterarie, Bompiani. Milano 2000, p. 75.
[13] B. Elisabetta della Trinità, Lettera 261, alla mamma (in Opere, Roma 1967, p. 457).