¿Qué significa el Año Santo? Esta es la pregunta a la que el papa Francisco ha querido responder esta mañana en la audiencia general en la plaza de San Pedro, un día después de abrir la Puerta Santa de la Basílica y dar inicio al Año Jubilar de la Misericordia.
Fieles venidos de todas las partes del mundo, han acudido a la plaza para escuchar las palabras del Santo Padre. Previamente, ha realizado el paseo habitual en el papamóvil para saludar a la multitud allí reunida. Los niños, como es costumbre, eran acercados hasta el jeep y el Pontífice les daba su bendición.
En el resumen de la catequesis que el Papa ha hecho en español, ha explicado “ayer abrí aquí, en la Basílica de San Pedro, la Puerta Santa del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. ¿Qué significa este Año Santo?” De este modo, el Santo Padre ha precisado que “celebrar un Jubileo de la Misericordia significa poner en el centro de nuestra vida personal y de nuestras comunidades el contenido esencial del Evangelio: Jesucristo. Él es la Misericordia hecha carne, que hace visible para nosotros el gran Amor de Dios”. Se trata pues –ha observado– de una ocasión única para experimentar en nuestra vida el perdón de Dios, su presencia y cercanía, especialmente en los momentos de mayor necesidad. Además, ha añadido, “significa aprender que el perdón y la misericordia es lo que más desea Dios, y lo que más necesita el mundo, sobre todo en un momento como el actual en el que se perdona tan poco, en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia”. Pero, frente a tantas necesidades en el mundo, ha preguntado Francisco, “¿es suficiente con contemplar la misericordia de Dios?” A lo que ha respondido que “ciertamente, hay mucho que hacer. Pero, hay que tener en cuenta que la raíz de la falta de misericordia está en el amor propio, que se reviste bajo el manto de la búsqueda del propio interés, de los placeres, los honores y las riquezas”. Y ha añadido que también en la vida de los cristianos está presente bajo el aspecto de la hipocresía y la mundanidad. Por eso, ha concluido el Pontífice “necesitamos reconocer que somos pecadores, para que se fortalezca en nosotros la certeza de la misericordia de Dios”.
A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Y ha deseado que “la Virgen María, Madre del Salvador y madre nuestra, nos ayude para que en este Año Santo podamos experimentar la misericordia de Dios y manifestarla a los demás”.
En la conclusión de la audiencia, después de los saludos en todas las lenguas, el Papa ha pedido que “la Virgen María interceda por nosotros, para que este Año Santo sea rico de copiosos frutos y, todos experimentemos el cuidado de Dios por nosotros, guíe nuestro actuar según las obras de misericordia corporales y espirituales, que todos estamos llamados a vivir”.
Finalmente, ha dirigido un saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. De este modo ha deseado que “la Madre de Jesús os enseñe, queridos jóvenes, a acoger en vuestro corazón el nacimiento del Salvador”. Para los enfermos ha pedido que “les ayude a confiarse siempre a los brazos de la Divina Providencia”. Y que conceda a los recién casados, “hacer de la misericordia el criterio de vuestra vida matrimonial”.