El Papa invita a detenernos en los lugares del asombro
Texto completo del ángelus del 20 de diciembre
El papa Francisco ha rezado, como cada domingo, la oración del ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro. En este IV domingo de Adviento, estaban presentes los niños de los Centros Oratorios Romanos –que celebran hoy su Jubileo– para la bendición de los ‘Niños Jesús’, las figuritas que pondrán en los belenes de sus familias, escuelas y parroquias.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas,
El Evangelio de este domingo de Adviento subraya la figura de María. La vemos cuando, justo después de haber concebido en la fe al Hijo de Dios, afronta el largo viaje de Nazaret de Galilea a los montes de Judea, para ir a visitar a su prima Isabel. El ángel Gabriel le había revelado que su pariente ya anciana, que no tenía hijos, estaba en el sexto mes de embarazo (cfr Lc 1,26.36). Por eso, la Virgen, que lleva en sí un don y un misterio aún más grande, va a ver a Isabel y se queda tres meses con ella. En el encuentro entre las dos mujeres, imaginad, una anciana y una joven, es la joven, María, la que saluda primero: El Evangelio dice así: “Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel”. Y después de ese saludo, Isabel se asombra, no os olvidéis esta palabra, el asombro, y resuena en sus palabras: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” (v. 43). Y se abrazan, se besan, felices estas dos mujeres, la anciana y la joven. Las dos embarazadas.
Para celebrar bien la Navidad, estamos llamados a detenernos en los “lugares” del asombro. ¿Y cuáles son los lugares del asombro en la vida cotidiana? Hay tres.
El primer lugar es el otro, en quien reconocer un hermano, porque desde que sucedió el Nacimiento de Jesús, cada rostro lleva marcada la semejanza del Hijo de Dios. Sobre todo cuando es el rostro del pobre, porque como pobre Dios entró en el mundo y los pobres, en primer lugar, dejó que se acercaran.
Otro lugar del asombro es un lugar en el que, si miramos con fe, sentimos asombro, es la historia. Segundo. Tantas veces creemos verla por el lado justo, y sin embargo corremos el riesgo de leerla al revés. Sucede cuando nos parece determinada por la economía de mercado, regulada por las finanzas y los negocios, dominada por los poderosos de turno. El Dios de la Navidad es sin embargo un Dios que “cambia las cartas”, le gusta hacerlo ¿eh?, como canta María en el Magnificat, es el Señor el que derriba a los poderosos del trono y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y a los ricos despide vacíos (cfr Lc1,52-53). Este es el segundo asombro, el asombro de la historia.
Un tercer lugar de asombro es la Iglesia: mirarla con el asombro de la fe significa no limitarse a considerarla solamente como institución religiosa que es, sino sentirla como Madre que, aún entre manchas y arrugas, tenemos tantas, deja ver las características de la Esposa amada y purificada por Cristo Señor. Una Iglesia que sabe reconocerse en muchos signos de amor fiel que Dios continuamente le envía. Una Iglesia por la cual el Señor Jesús no será nunca una posesión que defender con celo, los que hacen esto están equivocados. Pero siempre el Señor Jesús será Aquel que viene a su encuentro y que sabe esperar con confianza y alegría, dando voz a la esperanza del mundo. La Iglesia que llama al Señor, ‘ven Señor Jesús’. La Iglesia Madre que siempre tiene las puertas abiertas, y las brazos abiertos para acoger a todos. Es más, la Iglesia Madre, sale de las propias puertas para buscar, con sonrisa de Madre, a todos los alejados y llevarles a la misericordia de Dios. Este es el asombro de la Navidad. En Navidad Dios se nos dona todo donando a su Hijo, el Único, que es toda su alegría. Y solo con el corazón de María, la humilde y pobre hija de Sion, convertida en Madre del hijo del Altísimo, es posible exultar y alegrarse por el gran don de Dios y por su imprevisible sorpresa.
Nos ayude ella a percibir el asombro, estos tres asombros: el otro, la historia y la Iglesia. Así, para el Nacimiento de Jesús, el don de los dones, el regalo inmerecido que nos lleva a la salvación, nos hará también sentir a nosotros este gran asombro en el encuentro con Jesús. Pero no podemos tener este asombro, no podemos encontrar a Jesús, si no lo encontramos en los otros, en la historia y en la Iglesia.
Después de la oración del ángelus, el Papa ha añadido:
Queridos hermanos y hermanas,
también hoy quiero dirigir un pensamiento a la amada Siria, expresando vivo aprecio por el acuerdo alcanzado por la Comunidad Internacional. Animo a todos a proseguir con generoso impulso el camino hacia el cese de las violencias y una solución negociada que lleve a la paz. Pienso también en la vecina Libia, donde el reciente acuerdo asumido entre las partes para un Gobierno de unidad nacional invita a la esperanza por el futuro.
Deseo también sostener el compromiso de colaboración al que están llamadas Costa Rica y Nicaragua. Deseo que un renovado espíritu de fraternidad refuerce ulteriormente el diálogo y la cooperación recíproca, como también entre los países de la región. Mi pensamiento va en este momento a la querida población de la India, golpeada reciente por un gran aluvión. Rezamos por estos hermanos y hermanas, que sufren a causa de tal calamidad, y encomendamos las almas de los difuntos a la misericordia de Dios. Un Ave María la Virgen. ‘Dios te salve María…’
Saludo con afecto a todos vosotros, queridos peregrinos procedentes de varios países para participar en este encuentro de oración. Hoy el primer saludo está reservado a los niños de Roma, pero estos niños saben hacer ruido ¿eh? Han venido para la tradicional bendición de los “Niños Jesús”, organizado por los Centros Oratorios Romanos. Queridos niños, escuchad bien, cuando recéis delante de vuestro pesebre, acordaros también de mí, como yo me acuerdo de vosotros. ¡Os doy las gracias, y feliz Navidad!
Saludo a las familias de la comunidad “Hijos en el Cielo” y las que están unidas, en la esperanza y el dolor, al hospital Niño Jesús. Queridos padres, os aseguro mi cercanía espiritual y os animo a continuar vuestro camino de fe y de fraternidad.
Saludo a la coral polifónica de Racconigi, el grupo de oración “Los chicos del Papa” – gracias por vuestro apoyo – y los fieles de Parma.
Os deseo a todos un buen domingo y una Navidad de esperanza, de amor y de paz. No os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
Chiapas en el Vaticano
Los diversos pesebres mexicanos presentes preparan el próximo viaje del papa a México
VER
Se va haciendo tradición que un Estado de nuestra patria presente lo que se ha llamado Navidad Mexicana en El Vaticano. Se han presentado artesanías, historias y bondades de Jalisco, Michoacán, Estado de México, Veracruz, Puebla y Oaxaca. Este año le tocó a Chiapas. Han venido autoridades de nuestro Estado, con cuatro indígenas representativos de distintas ramas del arte popular, las artesanías: Simona López Pérez, tseltal de Amatenango del Valle, ganadora de un premio por sus figuras de barro; Catalina Sánchez Pérez, tsotsil de Zequentic Bajo, Zinacantán, por sus bordados; Rosel González Montoya, con su hijo J. Guadalupe Asunción González Gómez, de Chiapas de Corzo, expertos en el labrado de madera. Ellos hicieron un precioso nacimiento, que se expone en los Museos Vaticanos, adornad
o con variadas artesanías de diferentes lugares de Chiapas. Además, se montó una magnífica exposición fotográfica en los mismos museos y en la Vía de la Conciliación, y otro nacimiento en el Aula Pablo VI. Esto se presenta ante el turismo internacional que llega siempre a Roma, como una forma de dar a conocer las bellezas que ofrece nuestro Estado.
Un grupo de niñas y niños de San Cristóbal de Las Casas, con sus marimbas, ha tocado diversas melodías locales e internacionales, tanto en los Museos Vaticanos y en la audiencia general que tuvo el Papa en la Plaza de San Pedro, como en el evento protocolario en el Aula Paulo VI. Han asombrado a quienes los escuchan, por su profesionalismo y su calidad artística, a pesar de que andan entre los 8 y 12 años. Junto con nosotros los obispos de Chiapas, que acompañamos a los niños, a los artesanos y a las autoridades civiles, pudieron saludar personalmente al Papa y expresarle nuestra gratitud por su próxima visita a México, particularmente a Chiapas, para estar con indígenas, mestizos y familias.
PENSAR
El Papa Francisco decidió ir a Chiapas, sobre todo a San Cristóbal de Las Casas, por su interés en valorar las diferentes culturas, también las indígenas, no como sub-culturas, o costumbres destinadas a desaparecer como si fueran signos de atraso e incivilidad, sino como valores de la presencia de Dios, que se deben rescatar, proteger y tomar en cuenta a la hora de construir una Iglesia y una sociedad pluriétnica y pluricultural, como una familia que sabe vivir, convivir y enriquecerse con la multiplicidad de dones que el Espíritu siembra en cada uno.
En su Exhortación La Alegría del Evangelio, nos ha dicho:
“La globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas” (EG 62). “El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo” (EG 88).
“El cristianismo no tiene un único modo cultural. En los distintos pueblos, que experimentan el don de Dios según su propia cultura, la Iglesia expresa su genuina catolicidad y muestra la belleza de este rostro pluriforme. Toda cultura propone valores y formas positivas que pueden enriquecer la manera de anunciar, concebir y vivir el Evangelio” (EG 116)
“No haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde. El mensaje revelado no se identifica con ninguna cultura y tiene un contenido transcultural. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador” (EG 117). “Una sola cultura no agota el misterio de la redención de Cristo” (EG 118). “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo” (EG 269).
ACTUAR
Dispongámonos a recibir al Papa no como un hecho anecdótico, folklórico y pasajero, sino como una caricia de Dios hacia los pobres y marginados, con el corazón abierto a todas las culturas y personas.
San Pedro Canisio
«Doctor de la Iglesia; el más importante e intrépido defensor de la religión. Llevó el carisma jesuita por gran parte de Europa. De forma particular evangelizó Alemania. Fue un brillante teólogo y autor de importantes obras»
Este insigne apóstol de Alemania, incansable apologeta que siguió los pasos de san Bonifacio en la evangelización germana jesuita, no se concedió ni un instante para sí, haciendo de su vida un permanente acto de ofrenda a Cristo.
Nació el 8 de mayo de 1521 en la localidad holandesa de Nimega. Su influyente familia pertenecía a la nobleza; su padre era el alcalde de su ciudad natal. Fue el primogénito de dos hermanos, y de ocho vástagos más que nacieron del segundo matrimonio de su progenitor, quien contrajo nuevas nupcias al enviudar. Todos los hijos fueron educados en la fe tanto por él como por sus dos esposas. En 1536 Pedro inició sus estudios en la universidad de Colonia. Y fue allí donde la eficaz labor apostólica de dos sacerdotes le fueron conduciendo hacia una vida espiritual intensa. El segundo, Nicolás van Esche, que fue su confesor, le sugirió leer el evangelio todos los días y le proporcionó las pautas elementales de la oración. Solía frecuentar el monasterio cartujo de santa Bárbara.
Fue un alumno excepcional. En 1540 obtuvo el Magister en Teología. Entonces vivía en un estado de búsqueda, y se hallaba a la espera de que Dios le mostrara el camino a seguir, mientras barajaba la opción sacerdotal. Todo se concretó al conocer al jesuita Pedro Fabro en 1543; le había puesto en contacto con él otro jesuita compañero de estudios. Se trasladó a Maguncia expresamente para hablar con el beato, y quedó bajo su amparo. Después hizo los ejercicios espirituales, y en mayo de ese año ingresó en la Compañía de Jesús. El noviciado coincidió con la muerte de su padre y decidió distribuir los cuantiosos bienes que le legaron entre los pobres, estudiantes sin recursos y también entre los jesuitas. Le encomendaron la delicada misión de dirigir como vicesuperior a la reducida comunidad que quedó en Colonia tratando de esquivar el decreto de expulsión que pendía sobre los conventos. Y en 1544 comenzó a dedicarse a la predicación, acción apostólica que le distinguiría y en la que obtuvo grandes conversiones.
Profesó en mayo de 1545. Le avalaba su prestigio en la universidad cuando le designaron para participar en la Dieta de Worms donde se dirimían los conflictos entre protestantes y católicos. Otra de sus actuaciones se produjo en el ámbito de la diplomacia. Trabajaba arduamente, consciente de que no tenía ni un instante para sí, como expresaba al padre Fabro en sus cartas. Fue ordenado en junio de 1546 y en agosto de este año moría el beato, noticia que Pedro acogió con incontenible emoción ya que se había formado bajo su tutela. La situación eclesial era gravísima porque el arzobispo Max Hermann von Wied se había involucrado en la herejía y le habían excomulgado. Las misiones diplomáticas que Canisio llevó a cabo fueron esenciales para el mantenimiento de la fe en Colonia; por ellas se le califica como «el más importante e intrépido defensor de la religión». Se distinguió por su celo apostólico, la oración, la meditación y la caridad que mostraba hacia todos. Fue un apologeta de la fe, cuya defensa efectuó con rigor y respeto, imbatible en su manera de refutar los errores.
En 1547 participó en el Concilio de Trento, trabajando con Diego Laínez y Alfonso Salmerón. En calidad de teólogo había acompañado al prelado de Austria. Después se trasladó a Roma por indicación de san Ignacio de Loyola, que se ocupó personalmente de completar su formación. Se doctoró en 1549. Humilde, obediente y dispuesto a todo por Cristo, partió a Messina para trabajar en un colegio infantil. Reconoció: «Me apego a la obediencia, con el corazón. Obligo al espíritu a no inclinarse». Cuando se entrevistó con el papa Pablo III, sabiendo que iba a partir a Alemania, se postró de hinojos en la basílica de san Pedro rogando fervientemente la bendición de los apóstoles Pedro y Pablo. Salió confortado: «Allí he sentido que un gran consuelo y la presencia de la gracia me eran concedidas por medio de estos intercesores (Pedro y Pablo). Ellos confirmaban mi misión en Alemania y parecían transmitirme, como apóstol de Alemania, el apoyo de su benevolencia. Tú conoces Señor, de que manera y cuantas veces en ese mismo día me has confiado Alemania, a la que luego cuidaré y por la cual
deseo vivir y morir».
Con la magnánima resolución de no defraudar a Cristo y a sus superiores transcurrió el resto de su vida entre Alemania, Austria y Holanda, siendo incansable apóstol, insigne profesor, ardiente predicador y reconciliador que supo tocar la fibra íntima de los apartados de la fe. Pacificador y mediador en graves conflictos, hombre de gran visión y sabio gobierno, por donde pasaba surgían vocaciones y, con ellas, el incremento de sacerdotes. Fue fundador de colegios, vice gran canciller y rector universitario, administrador de la diócesis de Viena, a su pesar, por expresa indicación del papa Julio III, y reputado autor. Retazos de sus experiencias místicas ponen de relieve su pasión por Cristo: «Tú, al final, como si me pudieses abrir el corazón del Santísimo Cuerpo, que me parecía ver delante de mí, me has mandado beber en esa fuente, invitándome por decir así a sacar las aguas de mi salvación de tus fuentes, oh mi Salvador».
Entre sus obras se halla el famoso compendio de doctrina cristiana, luego convertido en catecismo, que sería objeto de numerosas traducciones y reediciones. En 1556 Ignacio lo designó provincial de Alemania hallándose bajo su jurisdicción: Austria, Bohemia, Baviera y el Tirol. En tres décadas recorrió miles de kilómetros evangelizando a las gentes. «Descansaremos en el cielo», decía. Todos, fueran o no creyentes, le estimaban. Fue designado nuncio por Pío IV, y Pío V le encomendó asistir a la Dieta de Augsburgo. Los últimos diecisiete años de su vida los pasó en Friburgo, animando, consolando, estudiando, escribiendo e impulsando las fundaciones. Murió el 21 de diciembre de 1597 contemplando a María. Pío IX lo beatificó el 20 de noviembre de 1864. Pío XI lo canonizó y declaró doctor de la Iglesia el 21 de mayo de 1925.