“Testimoni del Risorto” (Testigos del Resucitado) es el nombre del libro que contiene las actas del curso anual de formación para los nuevos obispos y que ha sido presentado este lunes en la sala de prensa de la Santa Sede, por el cardenal Marc Ouellet, prefecto para la Congregación de los Obispos; el secretario de dicha congregación, monseñor Ilson Montanari, y monseñor Francisco Cacucci, obispo de Bari y relator en el curso anual.
El libro de 282 páginas, editado por la Librería Editora Vaticana, ha sido dedicado al papa Francisco “como signo de gratitud por su enseñanza sobre la identidad y misión del obispo”.
El libro inicia con el texto de la primera audiencia del papa Francisco a los obispos nombrados durante el último año, y sigue con las relaciones de los diversos obispos, partiendo por el cardenal Marc Ouellet, y seguido por los cardenales Gerhard Müller, Angelo Scola, Kurt Koch, Leonardo Sandri, George Pell y Jean Louis Tauran.
Estos encuentros, precisó, se realizan con el patrocinio de la Congregación de los Obispos y de la Iglesia Orientales y ocasionalmente con la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Y que durante estos años por lo tanto, unos 1600 obispos han vivido en Roma esos 8 o 9 días de intercambio fraterno, conferencias, discusiones y especialmente el encuentro con el Santo Padre y representantes de la Curia romana y del episcopado mundial.
El purpurado señaló que desde el año pasado «hemos invitado a algunos obispos con unos cinco años de ministerio, a una pausa de reflexión y a compartir con el debido tiempo los ejercicios espirituales, con ayuda de los padre jesuitas», una iniciativa que «fue muy apreciada».
La formación permanente significa, precisó el número uno de la Congregación de los Obispos, aprender a dialogar más intensamente con el destinatario de nuestro servicio pastoral, porque «Dios mismo no quiere ser servido solamente por funcionarios competentes, sino por amigos fieles dispuestos a dar la vida por él». Además de aprender a dialogar con las otras Iglesias en espíritu de solidaridad episcopal.
El cardenal añadió que ‘ser testigos del Resucitado’ «significa todo esto y no solamente», porque “ser obispo cada día es dedicarse a un ministerio difícil, que no puede ser vivido a no ser que sea en comunión con los otros gracias a una conciencia profunda de la identidad eclesial del pastor”.
Y concluyó indicando su gratitud al papa Francisco por su “ejemplo luminoso” que es incisivo a nivel universal, mucho más allá de las fronteras de la Iglesia.
Por su parte monseñor Montanari indicó que la presencia de estos obispos que vienen a Roma, ha permitido conocer más de cerca la situación de sus Iglesias, actualmente muchas veces en dificultad y en situaciones de minoría, para así estrechar con ellos una relación fraterna.
Precisó también que el ambiente en el que se realiza el congreso, en el seminario de los Legionarios de Cristo, “ha garantizado con éxito, el desarrollo con regularidad del simposio a lo largo de los años”.
Monseñor Francesco Cacucci quiso precisar que en un tiempo de superactivismo y de fragmentación, el obispo está llamado más que nunca «a ser hombre de síntesis y a ayudar a los hermanos y amigos sacerdotes a buscar lo esencial”. Y recordó en este sentido «la invitación del papa Francisco a vivir una sinodalidad efectiva». Lo que quiere decir, “caminar juntos (sínodo), con los sacerdotes, consagrados y laicos”. Así como también destacó un tema difícil que es la relación autoridad-obediencia, y la obediencia con la renuncia consiguiente que puede implicar.