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Custodios de la vida

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XIX Domingo Ordinario

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Sabiduría 18, 6-9: “Castigaste a nuestros adversarios y a tus elegidos nos cubriste de gloria”
Salmo 32: “Dichoso el pueblo escogido por Dios”
Hebreos 11, 1-2. 8-19: “Esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”
San Lucas 12, 32-48: “También ustedes estén preparados”
Uno de los momentos más impresionantes de la visita del Papa a Polonia, fue su estancia en Auschwitz. En silencio, solo, en actitud de profunda escucha, como si no quisiera despertar los terribles dolores y sufrimientos que esconde en sus secretos, cruzó el famoso pórtico con su perverso mensaje: “El trabajo los hace libres”, y permaneció sentado en un sencillo banco rezando en silencio. Ya antes había invitado a los políticos a tener “un suplemento de sabiduría y misericordia para superar los temores y hacer el mayor bien posible”.  Y después expresó sus palabras, cargadas de misericordia, para los jóvenes: “¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre, que huye, que busca refugio…? Sólo podemos mirar a Jesús y preguntarle a Él. La respuesta de Jesús es esta: ‘Dios está en ellos’. Jesús está en ellos, sufre con ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forman casi como un solo cuerpo”.
El Papa Francisco frente al dolor, la violencia y el terrible cáncer de la indiferencia ante el hermano que sufre, se hace como un reclamo vivo de las palabras que hoy nos propone Jesús: “No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino”.  Palabras dulces, palabras cargadas de misericordia, pero nunca palabras de indiferencia, de pasividad o de conformismo. Frente al dolor no encontraremos otro camino que el mismo de Jesús: hacerse uno con el que sufre, compartir sus angustias y sus llagas y, con mucha esperanza, sembrar justicia y verdad que rompan el círculo vicioso de una economía y unas estructuras que matan y oprimen.
Jesús denuncia un sistema perverso donde importa más “la bolsa y el tesoro” que las personas y propone valientemente una nueva actitud: “Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba”. El Papa Francisco no hace sino actualizar ese mensaje ante un mundo sacudido por la violencia pero amarrado a sus bienes y seguridades. Se quisiera que no hubiera terrorismo, se quisiera que no existieran las amenazas, se quisiera vivir en paz… pero una paz sostenida por un sistema injusto que privilegia a unos pocos y ahoga a inocentes y descartados. No puede ser el dinero el único referente en la toma de decisiones que implican la vida del planeta  y de toda la humanidad. La persona, hijo de Dios, íntimamente unida e identificada con Jesús, deberá ser la razón de nuestro actuar.
Con tres imágenes plásticas nos invita Jesús a que seamos defensores de la vida y custodios de la justica y de la paz. Un administrador, la túnica puesta y las lámparas encendidas, serían las imágenes que delinearían la actitud responsable del discípulo que atento a las necesidades y circunstancias de sus hermanos, está siempre dispuesto a cuidar, a servir y a iluminar un mundo que se nos entregó en custodia y que hemos destruido, contaminado y está al borde de la destrucción por la irresponsable ambición humana. ¿Es la forma en que estamos cuidando la vida? El evangelio de este día nos habla de que somos servidores, somos custodios de la vida que el Señor nos ha encomendado: de la vida de la madre tierra, de la vida de sus habitantes, de la vida de los niños y de las generaciones venideras que tienen derecho a  una vida saludable. “¿Qué mundo estamos dejando a los niños?”, nos cuestiona el Papa Francisco en su Laudato Si’.
“Más vale prevenir que lamentar”, reza el dicho popular. Y como si lo reafirmara, nos dice Jesús en su evangelio: “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas”. Con todo lo que implica la túnica de servicio, de vida y de verdad. Con todo lo que nos exige la lámpara de justicia. Pero nosotros nos embriagamos de irresponsabilidad, disfrutamos alegremente el momento presente y no estamos cuidando la vida. Baste ver la cruel y despiadada destrucción que hacemos de nuestra madre hermana tierra. En el hogar, pasa lo mismo: no prevemos los futuros peligros con la forma de educar y comportarnos. Se descuida la familia, no se atiende a los hijos, se maltrata a la pareja y después nos lamentamos de que nuestra vida está hecha un desastre, que no hay comunicación, que los hijos han caído en la drogas, que la soledad es nuestra única compañía.
Ante la grave crisis actual hay quien se desespera y vive angustiado pero el temor y la desesperación ni son solución ni aportan ningún beneficio. El inicio del evangelio nos presenta frágiles (rebañito) pero de ninguna manera desesperados: “No temas rebañito”. Es la realidad de quien se siente pequeño, de quien se sabe impotente, de quien se sabe servidor; pero también de quien se sabe en las manos de un Dios papá amoroso que nos cuida y que no nos deja perder en nuestros propios errores.
Sí, el evangelio de este día hace una seria invitación a estar preparados y no hay mejor forma que buscar seriamente los valores en donde vamos a cimentar nuestra felicidad. Ya hace ocho días nos indicaba que no es el dinero la base de la felicidad. Hoy cuestiona nuestros criterios y nos exige: “Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla”. Hay que estar prevenidos, hay que cuidar la verdadera vida. Hay que hacerlo reconociendo nuestra pequeñez, pero nunca con actitudes mezquinas o mediocres sino audaces y generosas, confiando en la gran misericordia de Dios porque “ tu Padre ha tenido a bien darte el Reino”. Nosotros somos constructores y servidores de ese Reino ¿Cómo lo estamos haciendo?
Padre de misericordia, danos la sabiduría y el valor necesarios para liberar nuestro corazón de la ambición de los bienes y descubrir la felicidad del servicio y la generosidad que nos enseña tu Hijo querido . Amén
 
 

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Enrique Díaz Díaz

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