(ZENIT – Roma).- En la iglesia romana de los santos Andrés y Gregorio, ubicada en una de las siete colinas de Roma, el Celio, el papa Francisco y el arzobispo primado de la Iglesia anglicana, Justin Welby, después de rezar las vísperas han firmado este miércoles una Declaración Común.
El documento que se realiza 50 años después del encuentro entre el beato Paolo VI y el arzobispo de Canterbury, Michael Ramsey, indica: “Nuestros predecesores han reconocido serios obstáculos”, y si bien señala que “grandes progresos se cumplieron” en temas que les distanciaban, reconoce que otras circunstancias «han producido nuevos desacuerdos entre nosotros, en particular sobre la ordenación de las mujeres y aún más las recientes cuestiones sobre la sexualidad humana”. Además existe “una perenne cuestión sobre el modo de ejercer la autoridad en la comunidad cristiana”.
La Declaración reconoce que como nuestros predecesores, a pesar de que “no vemos aún soluciones a los obstáculos que están delante de nosotros, no nos hemos desanimado”. Señala en cambio que “confiamos que el diálogo y el mutuo empeño volverán más profunda nuestra comprensión y nos ayudarán a discernir la voluntad de Cristo para su Iglesia”.
La Declaración recuerda además el encuentro del papa Pablo VI y del arzobispo Michael Ramsey y que en esa iglesia, el papa San Gregorio envió a Agustín de Canterbury a evangelizar a los anglosajones.
“En peregrinación a las tumbas de estos apóstoles y santos padres, católicos y anglicanos se reconocen heredes del tesoro del Evangelio de Jesucristo y de la llamada de compartirlo con el mundo entero”, siendo llamados “a ser testimonios de Cristo hasta los confines de la tierra” no solo “como un término geográfico” sino en particular “a aquellos que están en los márgenes y periferias de nuestra sociedad”, indica el documento.
Las divergencias “no pueden impedirnos de reconocernos recíprocamente como hermanos y hermanas en Cristo debido a nuestro común bautismo”, ni llevarnos a disminuir nuestro empeño ecuménico, como tampoco a obstaculizar nuestra oración común, porque “más amplia y profunda que nuestras divergencias son la fe que compartimos y nuestra alegría común en el Evangelio”.
Se señala que “podemos y debemos trabajar juntos para proteger y preservar nuestra casa común: viviendo, instruyendo y actuando para favorecer un rápido fin de la destrucción ambiental, que ofende al Creador y degrada a sus criaturas», y generar «modelos de comportamiento individual y social que promuevan un desarrollo sostenible e integral para el bien de todos” y además estar “unidos en la causa común para sostener y defender la dignidad de todos los hombres”.
Esto en una “cultura del descarte” pero también en una cultura del odio, en la que “asistimos a indecibles actos de violencia, muchas veces justificada por una comprensión desviada del credo religioso”. Además se vuelve necesario “reconocer el inestimable valor de cada vida humana”, porque en cuanto discípulos de Cristo consideramos a la persona humana sacra y en cuanto apóstoles de Cristo tenemos que ser sus abogados.
Señala también la impaciencia de progresar hacia la plena unión y que reciben con esperanza el encuentro de estos días entre pastores católicos y anglicanos de la Comisión internacional anglicano católica.
El papa Francisco y el primado anglicano Welby en la iglesia de San Gregorio al Celio
La Declaración común católico-anglicana indica su esperanza a pesar de las nuevas dificultades
La ordenación de las mujeres y temas sobre la sexualidad han creado nuevos obstáculos