(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco recibió este jueves en audiencia en el Vaticano, a unos 800 participantes del congreso promovido por la Pastoral vocacional de la Conferencia Episcopal Italiana con el lema ‘Levántate y anda’.
El Papa dejó de lado el discurso escrito e improvisó una conversación con los presentes en el aula Pablo VI, que inició recordando cuando Pedro es liberado de la cárcel por el ángel y llega a la casa de unos cristianos que no le abren, señalando que estos estaban rezando por él pero tenían miedo que fuera un fantasma y preferían cerrar las puertas.
“Me pregunto cuántos jóvenes, muchachos y muchachas hoy sienten en el corazón ese ‘levántate’ y cuantos curas, consagrados, monjas, les cierran las puertas”. Es necesario rezar, dijo el Papa, pero con las puertas abiertas. Y recordó el evangelio “Ven conmigo y verás donde vivo”, porque nadie puede entrar con las puertas cerradas.
Señaló que si bien los obispos tienen muchas ocupaciones deben delegarlas a los diáconos, porque el primer deber es la oración, como fue dicho por los apóstoles. “Podrían hacer el plan pastoral más grande, la organización más perfecta, pero sin la levadura de la oración será pan sin levadura», dijo.
Rezar no como papagayos sino con el corazón involucrando a los parroquianos a orar. Señaló que él se quedó impresionado al ver el trabajo de los párrocos italianos y de las redes de voluntarios que han creado, así como los oratorios para los jóvenes. En cambio lamentó cuando está escrito que se atiende solamente tal día, de tal hora a tal hora. “Es necesaria la acogida” dijo.
En particular para los jóvenes, porque cansan, hacen ruido. “Si queremos vocaciones, puerta abierta, oración y clavados en la silla para escuchar a los jóvenes”. Y si son fantasiosos, hay que hacerlos aterrizar, confesarlos “aunque repitan siempre las mismas cosas”, hacer que se sientan en casa. Francisco señaló también que es necesario inventarse acciones pastorales que los involucren, y que estas cambian con el tiempo. Pidió además no olvidar que la inquietud que ellos tienen “es una gracia de Dios”.
Otro punto es el testimonio, porque si bien el joven siente una llamada del Señor, esta es concreta y la mayoría de las veces es: “Yo querría volverme como aquel o como aquella”.
Contó también una vez que una monja que fue a hablar a un colegio y centró su largo discurso pidiendo rezar para que su superiora sea canonizada. A lo que una alumna le dijo que visto su mensaje era solamente eso, probablemente su superiora estaba en el purgatorio, porque no supo formarla.
Al concluir les recordó que a ellos les llevó a ser sacerdotes, monjas, o laicos que trabajan en la Casa del Señor, no la gente que busca seguridad, que cierra las puertas, que aburre a los jóvenes, que no tienen tiempo, sino aquellos que dan “un testimonio grande”.
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