Cristo sin techo, imagen de bronce puesta en la limosnería apostólica (Foto ZENIT cc)

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La Jornada mundial de los pobres

Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento

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+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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¡El Papa Francisco está obsesionado por los pobres! A todas horas habla de ellos. Por eso, muchos lo critican, lo rechazan y cierran su corazón a lo que dice y hace. Para no aceptarlo, aducen como pretexto razones doctrinales o morales, argumentos económicos o ecológicos; pero lo que en el fondo les molesta es su condena implacable al sistema económico que excluye y mata a los pobres, así como su estilo austero y sencillo de vida, que es una acusación tácita al lujo y a los excesos de unos cuantos, también del mundo clerical. ¿Por qué esta su obsesión?

El mismo Papa ha platicado que, cuando la mayoría de los votos, en el Cónclave, lo señalaba como Sucesor de Pedro, el cardenal Hummes le dijo: No te olvides de los pobres. Es la misma indicación que hicieron los apóstoles a San Pablo. Sin embargo, considero que su profunda experiencia en Aparecida es lo que más lo marcó. Por lo demás, la fe nos dice que el Espíritu Santo lo asiste, como también a sus antecesores, quienes insistieron en lo mismo, aunque con lenguaje y estilo propios.

Ahora ha establecido el penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, a fines de noviembre, como Jornada Mundial de los Pobres, para que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados. Invito a toda la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener, en esta jornada, la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial. Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna.

Es mi deseo que las comunidades cristianas se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta. Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo. Si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos: será el momento propicio para encontrar al Dios que buscamos. De acuerdo con la enseñanza de la Escritura, sentémoslos a nuestra mesa como invitados de honor.

Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda. Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio”.

PENSAR

Ya en Evangelii gaudium nos había dicho: “La Iglesia ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos, sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (48). “De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad” (186).

ACTUAR

Meditemos con sencillez del corazón y con apertura de mente qué nos pide Dios, por medio de esta convocatoria que nos hace el Papa. No pongamos pretextos ni excusos. No es una teología de la liberación marxista. No es comunismo, ni demagogia pastoral. ¡Es puro Evangelio! Si en verdad somos seguidores de Jesús, los pobres han de ocupar un lugar importante en nuestra vida.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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