LA BUENA POLÍTICA
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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Ya estamos en plenas precampañas electorales, tanto para renovar la presidencia de la república, como varias gubernaturas, diputaciones y presidencias municipales. Una gran parte de la opinión pública del país ha expresado su rechazo y desconfianza hacia los actuales partidos políticos y hacia la forma como se maneja nuestra democracia. Escuchamos todo tipo de propuestas, de alternativas, de ofrecimientos, pero mucha gente ya no sabe a quién creerle. Las propagandas se esfuerzan por ser muy creativas, para atraer simpatizantes, pero, lamentablemente, hay quienes sólo piensan en su futuro inmediato, en un puesto seguro con cualquier partido que parezca el que tiene más probabilidades de ganar, no tanto por su ideología o por su amor a la patria. Pareciera que la política es más una lucha por el poder y el dinero, que un servicio leal y generoso a la comunidad.
Cuando hay mítines de los candidatos, hay personas que sólo acuden para ver qué les dan, o qué beneficios pueden obtener. Otros apoyan acríticamente a quienes son contrarios al sistema, no importa que prometan cosas que no se pueden cumplir; lo que les interesa es demostrarse a sí mismos, y a otros, que son antisistémicos. No faltan quienes apoyan, como dicen, al menos malo, al menos corrupto, sin analizar a cuantos le rodean en su equipo.
PENSAR
El papa Francisco, en su visita pastoral a Bolonia, en el centro de Italia, describió la que llamó buena política: “No la que es sierva de las ambiciones individuales o de la prepotencia de grupos o centros de poder. Una política que no sea ni sierva ni patrona, sino amiga y colaboradora; no temerosa o imprudente, sino responsable y por lo mismo valiente y prudente al mismo tiempo; que aumente la participación de las personas, su inclusión y participación progresiva; que no deje al margen a determinadas categorías; que no saquee ni contamine los recursos naturales, que no son un pozo sin fondo, sino un tesoro que Dios nos da, para que lo usemos con respeto e inteligencia. Una política que pueda armonizar las aspiraciones legítimas de individuos y grupos, manteniendo el timón firme en el interés de toda la ciudadanía.
Os invito a exigir de los protagonistas de la vida pública coherencia de compromiso, preparación, rectitud moral, iniciativa, longanimidad, paciencia y fortaleza para afrontar los desafíos de hoy, sin pretender, sin embargo, una perfección imposible. Y cuando el político se equivoca, que tenga la grandeza de ánimo para decir: ‘Me he equivocado, perdonen; sigamos adelante’. ¡Esto es noble!
Los acontecimientos humanos e históricos y la complejidad de los problemas no permiten que se resuelva todo y de inmediato. La varita mágica no funciona en la política. Un realismo saludable sabe que incluso la mejor clase dirigente no puede resolver todos los problemas en un instante. Para darse cuenta, es suficiente tratar de actuar personalmente en lugar de mirar y criticar el trabajo de los demás desde el balcón. Es un defecto, cuando las críticas no son constructivas. Si el político se equivoca, díselo, a través de la prensa, de la radio. Pero decirlo constructivamente. Y no mirar desde el balcón esperando a que fracase. No, así no se construye la civilización. Incluso con la ayuda de Dios y la colaboración de los hombres, en cualquier caso, cometeremos errores. Todos nos equivocamos.
Es crucial poner en marcha iniciativas generando amplias colaboraciones, en lugar de concentrarse en la ocupación de puestos.
En los últimos años, la política parece retroceder frente a la agresión y la omnipresencia de otras formas de poder, como la financiera y la mediática. Es necesario relanzar los derechos de la buena política, su independencia, su capacidad específica de servir al bien público, de actuar de tal manera que disminuya las desigualdades, promueva el bienestar de las familias con medidas concretas, de proporcionar un marco sólido de derechos y deberes -equilibrar unos y otros- y de hacerlos eficaces para todos. Oremos al Señor para que suscite buenos políticos que realmente se preocupen por la sociedad, el pueblo y el bien de los pobres” (1 de octubre de 2017).
ACTUAR
Seamos críticos ante la multiplicidad de candidatos a diversos puestos. Analicemos su persona, su historia, su familia, sus convicciones, su experiencia en cargos anteriores, su honestidad, su coherencia de vida, su fe; en una palabra, su vida entera. No nos dejemos embaucar por la propaganda.
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Mons. Felipe Arizmendi: La buena política
La política, «ni sierva ni patrona, sino amiga y colaboradora»