© Cathopic

© Cathopic

P. Antonio Rivero: “El pecado es la causa de todas las desgracias”

Comentario litúrgico del 4º Domingo de Cuaresma

Share this Entry

Cuarto Domingo de Cuaresma
Ciclo B
Textos: 2 Cro 36, 14-16.19-23; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: El pecado, nuestro pecado, además de romper la Alianza con Dios, es la causa de todas las desgracias personales, sociales, estructurales, eclesiales, familiares y mundiales. Pero la misericordia de Dios es más grande que nuestro pecado. 
Síntesis del mensaje: Estamos prácticamente a mitad de la Cuaresma. Es bueno que también nosotros, débiles y volubles tal vez como los israelitas, nos espejemos en su historia para decidirnos a una seria conversión y enmienda de nuestros pecados para poder participar plenamente en la Pascua del Señor.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, somos pecadores. Ahí está la primera lectura de hoy donde Dios nos echa en cara con el látigo de su misericordia, como dijo el Papa Francisco comentando este evangelio, para que volvamos al buen camino y corrijamos nuestras infidelidades, nuestra vida mundana, nuestros desmanes, nuestras burlas a los mensajeros y profetas que Él nos manda continuamente a través de su Palabra, del Papa, nuestro confesor, familiares, amigos. Cuaresma es tiempo de chequeo espiritual, de hacernos una resonancia magnética del alma y de nuestros afectos más íntimos para ver si no tenemos algún inicio de cáncer, diabetes, mal colesterol. Aún estamos a tiempo de tomar las medicinas y antibióticos necesarios para curarnos, de ponernos las vacunas que nos prevengan de fiebres altas y peligrosas. ¿Qué pecados acosan más nuestra vida? ¿Soberbia y sus crías: egoísmo, vanidad, orgullo, amor propio, dureza de juicio, impaciencia, autosuficiencia, rencor, deseo de venganza, imponer nuestras ideas, desaliento, juicios temerarios, indiferencia ante las necesidades de los demás, envidia, racionalismo, espíritu calculista, respeto humano, fariseísmo y mentira, rebeldía, caprichos y manías, individualismo? ¿O por el contrario, me acosa la sensualidad y sus crías: comodidad, flojera, sentimentalismo, búsqueda de lo fácil y placentero, abuso y descontrol de los sentidos, impureza y lujuria consentida y alimentada, glotonería, sueños mundanos, pusilanimidad, ociosidad, inconstancia, tibieza, apatía, abandono de la oración, falta de puntualidad a nuestros trabajos, pesimismo, insatisfacción, huida del sacrificio, gula, avaricia? Hagamos un serio chequeo y obremos en consecuencia, si queremos llegar preparados a la Pascua del Señor.
En segundo lugar, pecadores, sí, pero también redimidos, pues la misericordia, la generosidad y el amor de Dios son infinitos (2ª lectura). Esta redención no es mérito nuestro, sino pura gracia divina. El amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús es previo a todos nuestros méritos y superior a todos nuestros deméritos. Ya en el Antiguo Testamento manifestó este amor, incluso cuando tuvo que castigar y corregir a su pueblo, y le sacó de la esclavitud de Egipto y más tarde le hizo volver de la cautividad. En la primera lectura escuchamos cómo Dios movió el corazón del rey Ciro -¿también moverá el de nuestros reyes, y presidentes y jefes de Estado?-, que permitió a los israelitas volver a Jerusalén para reedificar su nación y su Templo -¿también nuestros jefes de Estado respetarán nuestra religión y nos permitirán dar culto a Dios siempre y en todas partes y enseñar la ley de Dios y de la Iglesia en las escuelas, sin inmiscuirse en las cuestiones que a ellos no les competen y apoyando siempre lo que dignifica a la persona humana?-. Pero es sobre todo en el Nuevo Testamento donde Dios nos hizo experimentar su ternura y misericordia, pues “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” y así todos se salven (evangelio).
Finalmente, redimidos, sí, pero en continua conversión, pues el tentador nos acecha día y noche para que volvamos al pecado. Tenemos que mirar a Cristo en la cruz para curarnos de las picaduras de las serpientes venenosas que nos atacarán día y noche (evangelio). Mirando la cabeza de Cristo en la cruz, coronada de espinas, sanarán y se purificarán nuestros malos pensamientos. Mirando el rostro desfigurado y abofeteado de Cristo en la cruz, sanarán nuestros deseos de vanidad ridícula. Mirando los ojos hinchados de Cristo en la cruz, nuestros ojos se cerrarán a indecencias. Mirando la boca reseca de Cristo, sabremos dominar nuestra gula y no empuñaremos la espada de los chismes y murmuraciones. Mirando las manos perforadas de Cristo en la cruz, desaparecerán nuestras ambiciones y deseos de tener y poseer. Mirando el costado perforado de Cristo en la cruz, nuestros odios se convertirán en perdón. Mirando las rodillas taladradas de Cristo en la cruz, crecerá nuestro deseo de arrodillarnos y orar sin cesar. Mirando los pies de Cristo clavados en la cruz, podremos reparar nuestros pecados por haber caminado por veredas de muerte. Mirando, en fin, todo el cuerpo de Cristo magullado y azotado, se nos quitarán las ganas de vivir en confort, comodidad, placeres y lujos. 
Para reflexionar: ¿Qué pecados desfiguran la imagen de Dios en mi alma? ¿Me acercaré a la confesión antes de entrar en la Semana Santa, para pedir perdón a Dios por mis pecados?
Para rezar: Señor, piedad y misericordia: he pecado contra Ti. Señor, dame la gracia de la conversión. Señor, hazme partícipe de tu Pascua.
Para cualquier duda o pregunta, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

Share this Entry

Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }