Jesús Resucitado

Jesús Resucitado (Foto ZENIT - HSM)

Padre Antonio Rivero: "La Pascua es un estilo de vida"

Comentario litúrgico del Domingo de Pascua

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DOMINGO DE PASCUA
Ciclo B
Textos: Hech 10, 34.37-43; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: Vivamos una vida pascual, pues hay en nosotros un deseo de ser inmortales.
Síntesis del mensaje: Pascua es mucho más que una fiesta o tiempo litúrgico. Es un estilo de vida, un modo de pensar, de sentir, de querer, de actuar, de hablar, que comienza aquí en la tierra y se prolonga en la eternidad. Pascua es compromiso a una vida nueva con Cristo Resucitado, que implica un morir al hombre viejo y un vivir según el hombre nuevo. Y este compromiso comenzó el día del bautismo. Y se prolonga en la eternidad.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, antes de la Pascua los apóstoles actuaban de modo muy humano en su vida. Pensaban con categorías humanas. Reaccionaban y se comportaban muy humanamente. Buscaban sólo las cosas de aquí abajo, como nos recuerda hoy san Pablo en su carta a los colosenses. Ahora entendemos tantos defectos de estos apóstoles de Jesús: sus envidias y ambiciones, sus riñas e intransigencias, sus flaquezas y debilidades, miedos y cobardías. La resurrección de Cristo les dio la fuerza, el coraje, la valentía que necesitaban para llevar una vida nueva de mayor entrega a los demás, una energía para el bien, mayor valentía en la lucha contra el mal, una fe y esperanza más firmes.  Y después de la resurrección se lanzaron a ser testigos de la resurrección de Cristo por todo el mundo con osadía, hasta sufrir el martirio por Él. Sí, por convencidos predicaron esa resurrección que ellos presenciaron; por predicarla, se la jugaron y, por jugarse la vida, la perdieron, dando su sangre por Cristo. Y ahora viven eternamente esa vida del Resucitado.
En segundo lugar, por la fuerza del testimonio y de la vida de estos apóstoles, tras ellos corrieron a la fe millones de todas las razas, siglos, culturas, continentes, civilizaciones…por dos mil años, como héroes. Y también cambiaron de vida. De una vida tal vez disipada, a una vida buena. De una vida buena, a una mejor. De una vida mejor, a una vida santa. Esto es vivir según la Pascua. Que hablen santa María Magdalena y san Agustín, que hablen santa Catalina de Sena y san Bernardo de Claraval; que hablen santa Teresa y san Ignacio de Loyola. Y que hable cada uno de nosotros. Cada año entramos en el sepulcro como san Juan: “vemos y creemos”. Y gracias a esa fe podemos vivir una vida nueva, por haber muerto al hombre viejo y pasional.
Finalmente,  para quienes vivan como dijo el poeta alemán Hans Thomma: “Vengo y no sé de dónde, soy y no sé quién, vivo sin saber cuánto, muero y no sé cuándo, marcho sin saber adónde, me maravilla ser feliz”, yo sí les sé responder: Cristo resucitado da la respuesta; es más, Él es la respuesta. ¿Y si la resurrección es mentira? Confieso que no tengo una sola razón filosófica para rechazar esa ocurrencia, pero desafío a cualquiera a que me enseñe una para refutarla. ¿Y si la resurrección es verdad? Confieso que no tengo una sola razón filosófica para demostrarla, pero desafío a cualquiera a que me enseñe una sola para refutarla. Yo no tengo razones humanas. Pero tengo razón: los testimonios, vidas heroicas, muertes soberanas, de los testigos del resucitado. Y cuando doce hombres y, millones después, mueren por alguien es que mueren por algo: por la verdad. ¿Quién da más? Llevamos dentro el ansia de una vida nueva y el deseo de ser inmortales.
Para reflexionar: ¿Se nota en mí la vida nueva de Cristo resucitado? ¿En qué: en mis pensamientos limpios y nobles, en mis afectos ordenados y puros, en mis palabras sinceras y auténticas, en mis decisiones honestas y rectas?
Para rezar: Señor, que también yo dé testimonio de tu resurrección para que los que me rodean crean que Tú estás vivo y te sigan. 
Para cualquier duda o pregunta, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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