(ZENIT – 23 sept. 2018).- Con expresión de tristeza y dolor, el Papa Francisco ha rezado una oración delante del Monumento de las víctimas del gueto judío, en la Plaza Rudniku en Vilna, en la tarde del domingo, 23 de septiembre de 2018, día que se cumplen 75 años de la destrucción del gueto.
El Pontífice ha orado ante todos los presentes, tras visitar el Museo de la Ocupación y de la Lucha por la Libertad en Vilna, capital de Lituania, a las 16 horas (15 horas en Roma).
Después de haber celebrado la Santa Misa y orado a la Madre de Dios en el Parque Santakos en Kaunas, el Santo Padre se encontró con los sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas en la Catedral de esta ciudad lituana.
Destrucción del gueto judío
Con la ocupación nazi, murieron en Lituania 195.000 judíos, el 95 por ciento de los que vivían en Lituania y que suponían en Vilna, conocida también como «la Jerusalén del Norte», con sus 115 sinagogas- la mitad de la población.
Tal día como hoy, hace 75 años, los alemanes destruyeron definitivamente el gueto, y la fecha se conserva como jornada de la memoria del Genocidio judío en un país que enseña la historia del Holocausto en las escuelas, ha compensado a los supervivientes y ha impuesto «tolerancia cero» frente a los delitos de antisemitismo.
Los nazis convirtieron Vilnius en un escenario de muerte. De los 208.000 judíos de Lituania sobrevivieron solo 12.000. Los alemanes asesinaron a 55.000 en el gueto de Vilnius y a otros 60.000 a unos kilómetros de allí, en el bosque de Paneriai.
Lituania declaró finalmente su independencia el 11 de marzo de 1990.
A continuación, ofrecemos la oración que el Papa ha leído delante del Monumento de las Víctimas de
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Oración del Papa Francisco
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,47).
Tu grito, Señor, no deja de resonar, y hace eco en estas paredes que recuerdan los padecimientos vividos por tantos hijos de este pueblo. Lituanos y provenientes de diferentes naciones han sufrido en su carne el afán prepotente de quienes pretendían controlarlo todo.
En tu grito, Señor, encuentra eco el grito del inocente que se une a tu voz y se eleva hacia el cielo. Es el Viernes Santo del dolor y de la amargura, de la desolación y de la impotencia, de la crueldad y del sinsentido que vivió este pueblo lituano ante la ambición desenfrenada que endurece y ciega el corazón.
En este lugar de la memoria, te imploramos Señor que tu grito nos mantenga despiertos. Que tu grito, Señor, nos libre de la enfermedad espiritual al que como pueblo estamos siempre tentados: olvidarnos de nuestros padres, de lo que se vivió y padeció.
Que en tu grito y en las vidas de nuestros mayores que tanto sufrieron encontremos la valentía para comprometernos decididamente con el presente y con el futuro; que aquel grito sea estímulo para no acomodarnos a las modas de turno, a los slogans simplificadores, y a todo intento de reducir y privar a cualquier persona de la dignidad con la que tú la has revestido.
Señor, que Lituania sea faro de esperanza. Sea tierra de la memoria operosa que renueve compromisos contra toda injusticia. Que promueva intentos creativos en la defensa de los derechos de todas las personas, especialmente de los más indefensos y vulnerables. Y que sea maestra en cómo reconciliar y armonizar la diversidad.
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