Domingo 27 del Tiempo Ordinario
Ciclo B
Textos: Gn 2, 18-24; Heb 2, 9-11; Mc 10, 2-16
Idea principal: La naturaleza religiosa del matrimonio
Síntesis del mensaje: Hoy el mensaje litúrgico podría resumirse así: la naturaleza religiosa del matrimonio. No es sólo una institución natural. Desde el inicio está marcada por la mano de Dios. La creación del hombre y la creación del matrimonio son simultáneas; tienen la misma fuente: el Dios de Vida; y la misma meta: comunicar vida. Si Dios es la fuente de toda vida, el matrimonio, también al dar vida a nuevos hijos, tiene que ver con Dios; tiene una naturaleza religiosa. El divorcio, por tanto, nunca entró en los planos de Dios.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, el matrimonio no es sólo una institución sociológica, o algo privado entre el hombre y la mujer. El matrimonio es compartir el amor y el poder de Dios de comunicar vida a otros; por lo tanto, tiene una naturaleza religiosa. De ahí que Cristo en el evangelio defienda esta característica del matrimonio, prohibiendo el divorcio que nunca entró en los planos de Dios. La fidelidad es una cualidad bien conocida en el matrimonio cristiano y, ciertamente, en cualquier matrimonio realmente humano. Hay muchas razones para mantener el principio de inseparabilidad en el matrimonio. Dos razones apunto. Primera, está en la naturaleza del amor el ser fiel y verdadero el uno al otro, y permanentemente. El hombre y la mujer son los únicos seres en la tierra que pueden comprometerse para siempre. En esto también son imagen de Dios. Y segunda: la fidelidad permanente en el matrimonio es la única respuesta para mantener su estabilidad como institución, tan esencial para la formación de los hijos. Por eso, no sólo la enseñanza de Jesús, sino la experiencia humana confirma los valores religiosos del matrimonio. Es por eso por lo que el matrimonio es un sacramento, fuente de gracia divina.
En segundo lugar, ¿por qué entonces muchos matrimonios no viven esta dimensión religiosa en sus vidas? Muchos matrimonios andan hoy que no pueden con su alma. Han perdido, si es que lo tuvieron, o han olvidado, si es que lo vivieron, el espíritu de sacrificio, elemental e indispensable para aguantar mecha los influjos de la sociedad, los roces de la convivencia y las crisis de la vida. La crisis de la primavera matrimonial: la crisis de la desilusión, que aparece en el segundo o tercer año de matrimonio; se creía que todo sería color de rosa. No se había experimentado la convivencia diaria, los roces diarios, los defectos diarios. En el noviazgo sólo se ven las rosas; nunca las espinas. La crisis del verano matrimonial: la crisis del silencio. Si el marido y mujer, en vez de avanzar uno en dirección al otro, superando las decepciones inevitables que surgen en el transcurso de los primeros años, se atrincheran en el silencio y en el conformismo, entran, más o menos en esta época, en una etapa decisiva. Si el demonio mudo se apodera de ellos, conjugando sus esfuerzos con los estragos del tiempo, caen ambos en una especie de letargo. La crisis del otoño matrimonial: la de la indiferencia. Ha pasado el tiempo y ha paralizado el amor, e incluso lo ha matado. La crisis del invierno matrimonial: la pérdida. Se pierde el pelo, la buena presencia, la salud, la memoria, el dinero, los aplausos de ayer. Se pierden los seres queridos, a quien tanto amábamos. Vamos a la tumba. Y esto es doloroso y sangrante.
Finalmente, tiene que quedar claro hoy lo siguiente: el matrimonio, todo matrimonio, es el derecho natural del hombre y de la mujer a casarse; derecho natural que, por ser Dios el fundador, es de derecho divino y tiene naturaleza religiosa. Derecho divino en que, por ser de Dios, Dios manda, dispone y gobierna. O lo que es maravilloso: el matrimonio es uno, fiel, irrompible, irrepetible, inseparable, vitalicio… como el amor, como la vida, como Dios. Los cristianos, por ser portadores de la fe, de la gracia y del Espíritu, automáticamente elevan el matrimonio civil a sacramento. Ni siquiera los casados por lo civil tampoco pueden divorciarse. Si se casaron porque su conciencia les dio el visto bueno, sin impedimento dirimente alguno que obstaculizase la validez del matrimonio, si su voluntad fue casarse de una vez por todas y para siempre… no hay divorcio que valga.
Para reflexionar: ¿Viven todo esto nuestros matrimonios de hoy? ¿Por qué algunos matrimonios optan por el divorcio? ¿Qué hacer ante las crisis que vendrán para madurar los matrimonios?
Para rezar:
Señor, Padre santo,
Dios omnipotente y eterno,
te damos gracias y bendecimos
tu santo Nombre: tú has creado
al hombre y a la mujer
para que el uno sea para del otro
ayuda y apoyo. Acuérdate hoy de nosotros. Protégenos y concédenos
que nuestro amor sea entrega
y don, a imagen de Cristo y de la Iglesia.
Ilumínanos y fortalécenos en la tarea
de la formación de nuestros hijos,
para que sean auténticos cristianos
y constructores esforzados de la
ciudad terrena. Haz que vivamos
juntos toda nuestra vida, en alegría y paz,
para que nuestros corazones
puedan elevar siempre hacia ti,
por medio de tu Hijo en el Espíritu Santo,
la alabanza y la acción de gracias. Amén.
Matrimonio © Pixabay
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