(ZENIT- 20 mayo 2019).- “Luchar contra la terrible plaga del hambre también significa combatir el desperdicio. El desperdicio manifiesta desinterés por las cosas e indiferencia por los que carecen de él. El desperdicio es la expresión más cruda del descarte (…). Descartar los alimentos significa descartar a las personas”.
El Papa Francisco quiso resaltar con estas palabras la importancia de la labor de los responsables de los Bancos de Alimentos, encargados de “proporcionar alimentos a aquellos que tienen hambre” y que, por tanto, atienden a las personas a las que el sistema económico imperante no tiene en cuenta.
El pasado sábado, 18 de mayo de 2019, el Santo Padre recibió en audiencia a los representantes de la Federación Europea de Bancos de Alimentos (FEBA).
La FEBA
La FEBA está formada por 224 Bancos de alimentos distribuidos en 18 países. Esta federación proporciona cada año alrededor de 274.000 toneladas de alimentos, distribuidos por 25.000 instituciones benéficas a más de 4.300.000 personas.
Círculo virtuoso
Francisco comparó la labor de los bancos de alimentos con la de los árboles, que respiran polución y reponen el oxígeno: “Tomáis lo que entra en el círculo vicioso del despilfarro y lo ponéis en el círculo virtuoso del buen uso”.
Para resaltar la importancia de no malgastar la comida, el Papa recurrió al ejemplo del mismo Jesús, que después de repartir los panes y los peces, pidió que se recogiese lo que faltaba para que no se perdiera nada.
El bien se ha de hacer bien
Igualmente, el Pontífice advirtió que despilfarrar es una costumbre que puede aparecer también en las obras de caridad porque intervienen sistemas burocráticos estancados, costos de administración excesivos o formas asistenciales que no favorecen al verdadero desarrollo.
Por ello, resaltó la necesidad de que “el bien se haga bien: no puede ser fruto de mera improvisación, necesita inteligencia, planificación y continuidad”.
Economía circular
El Santo Padre propone, frente al sistema económico actual que no tiene en cuenta a las personas y las reduce a números y estadísticas, “apoyar a aquellos que quieren cambiar para mejorar, para fomentar modelos de crecimiento basados en la equidad social, la dignidad de las personas, las familias, el futuro de los jóvenes, el respeto por el medio ambiente”.
En consecuencia, para el Papa, no se puede aplazar un modelo de economía circular. Esto es, un sistema económico que asegure recursos para todos y esté enfocado a reducir, reutilizar y reciclar, acabando con la cultura del despilfarro.