(ZENIT – 2 julio 2019).- El obispo de la diócesis San Marcos de Arica (Chile), Mons. Moisés Atisha Contreras envió un comunicado el pasado 29 de junio en el que demanda el compromiso de la comunidad ante la realidad migratoria vivida en la frontera de Chile.
El prelado ha señalado que en la diócesis, efectivamente, existen instituciones que asisten a los migrantes, como el INCAMI (Instituto Católico Chileno de Migración), la Fundación Scalabrini y el Servicio Jesuita a Migrantes. Pero, “con todo no basta, entonces, debe ser un compromiso y responsabilidad de todos y todas, tener sensibilidad frente al migrante, y crear en nuestras comunidades espacios de acogidas a familias que así lo requieran”.
Con este fin y con la asistencia de dichas instituciones, la diócesis elaborará un protocolo de acogida al migrante para asegurar la cobertura de sus necesidades básicas, y también “el cuidado integral como persona, desde su dimensión psicológica, y espiritual”. De este modo, Mons. Atisha, expresa su deseo de que “nuestros templos y comedores, sean puntos de acogida, de integración, de acopio de ayuda humanitaria con alimentos, abrigos, útiles de aseo… y lo más importante darles un trato digno (…).
Situación de emergencia
Según ha informado en los últimos días la Conferencia Episcopal Chilena, la situación de emergencia se produjo a partir de la semana pasada. Una serie de nuevas reglas migratorias entraron en vigencia el pasado 15 de junio y, conforme a ellas, los venezolanos que deseen instalarse en Chile, deben presentar la “visa de responsabilidad democrática”.
Sin embargo, unas 700 personas que intentaban introducirse en el país en la frontera con Perú contaban solo con la visa de turista y se vieron abocadas a permanecer en el Complejo Fronterizo de Challcutta, ya que en la nación peruana el gobierno también dispuso exigir el otro tipo de visado.
La Iglesia, a través de la diócesis San Marcos de Arica y su obispo, constató que la atención a estos migrantes, situados en el desierto en pleno invierno chileno, era precaria y logró que el gobierno aceptara acoger en el país a las familias con menores de edad el 24 de junio.
Igualmente, para las personas que tuvieron que permanecer en la frontera, la diócesis había organizado una campaña humanitaria de colaboración con los hermanos venezolanos en la que se pedían productos como agua envasada, pañales, toallas húmedas, zumos envasadas y leche.
Cáritas Chile, por su parte, inició una operación especial de recogida de fondos para la ayuda humanitaria en Arica, a través de una cuenta corriente.
Durante el pasado fin de semana, se produjo el traslado de algunas personas a Tacna, en Perú, para obtener el consabido visado. En este país, el obispo de Tacna y Moquegua activó también los planes de acción para acoger y apoyar a estos hermanos y hermanas, abriendo templos y capillas para resguardarse y haciendo acopio de productos que les ayuden a sobrevivir.
Por otra parte, desde la diócesis de San Marcos se denuncia que en Arica las familias venezolanas caminan largos kilómetros por la línea férrea de Arica-Tacna, exponiéndose a diversos peligros como zonas de campo minado, pese a la señalización establecida, y exponiendo también a los niños.