(ZENIT – 11 julio 2019).- Las virtudes heroicas del Siervo de Dios Ángel Riesco Carbajo (1902-1972), obispo auxiliar del administrador apostólico de Tudela, fundador del Instituto de las Misioneras de la Caridad, fueron reconocidas por el Papa Francisco en una audiencia concedida al Cardenal Angelo Becciu el 5 de julio de 2019. El reconocimiento de un milagro abriría más tarde la puerta a su beatificación.
El Papa aprobó la publicación de ocho decretos de la Congregación para las Causas de los Santos por un milagro y las virtudes heroicas de siete bautizados: un patriarca, dos obispos, dos sacerdotes, un religioso y un laico.
Mons. Ángel Riesco Carbajo nació en Bercianos de Vidriales (Zamora, España) el 9 de julio de 1902. Ingresó en el seminario de Comillas a la edad de 12 años y luego en la Universidad Pontificia de Comillas, que en aquel momento estaba dirigida por los jesuitas. Era un seminarista «fiel y piadoso», un «gran devoto de San José», dedicado desde muy joven al «apostolado eucarístico y mariano», según una nota biográfica publicada por el Servicio de Información Católica el 9 de julio de 2019.
Su ordenación sacerdotal tuvo lugar el 25 de julio de 1926. Más tarde fue nombrado coadjutor y ecónomo en La Bañeza, en la parroquia de El Salvador, donde realizó una gran labor apostólica y social, con gran dedicación a la catequesis y a la asistencia a los pobres y enfermos. Allí formó grupos de catequistas entre las mujeres de la parroquia. En 1932 fundó el periódico El Adelanto Bañezano.
En 1948 fue nombrado vicario general de la Diócesis de La Bañeza.
En 1957, decidió crear un instituto para acoger a todos aquellos que no tenían lugar entre los demás: enfermos, analfabetos, indigentes – respondiendo así a las palabras del apóstol Pablo: «Caritas Christi urget nos» («El amor de Cristo nos obliga»).
En 1957 fundó el Instituto de las Misioneras de la Caridad Apostólica, cuya aprobación papal fue concedida el 15 de agosto de 1982.
Fue consagrado como obispo auxiliar de Oviedo el 11 de mayo de 1958. Después de más de un año, fue trasladado como obispo de Tudela en Navarra (Pamplona), pero esta minidiócesis quedó administrada por el arzobispo de Pamplona. Después de diez años de dificultades, dimitió como obispo de Tudela en 1969, dedicándose al instituto fundado por él mismo. Durante estos años de «momentos difíciles» en Tudela, nunca se quejó y siempre repitió: «Es el Señor».
Murió el 2 de julio de 1972 en La Bañeza, donde el proceso de beatificación se abrió 23 años después, el 12 de octubre de 1995.