Mucho se ha escrito sobre los factores que desencadenan la atracción por el mismo sexo y la conducta homosexual. La posible existencia de condicionantes genéticos que pudieran objetivarse en individuos con tendencia homosexual ha sido objeto de estudio en múltiples ocasiones, con intenciones muy distintas, desde explicar la homosexualidad como una opción más, genéticamente programada y alternativa a la heterosexualidad, a tratar de entender cómo la evolución pudiera haber mantenido una predisposición genética a la conducta homosexual, siendo que ello conlleva la imposibilidad de perpetuar la especie y, por tanto, la conduciría a la extinción, algo que choca frontalmente con los principios de la evolución universalmente aceptados. (1)
La primera dificultad que encuentran estos estudios es el tamaño limitado de las cohortes o grupos de individuos incluidos en los diferentes trabajos. Esto provoca que la representatividad de sus conclusiones sea muy limitada en muchos casos. Una segunda dificultad radica en la limitación de los conocimientos sobre la relación entre genética y conducta, es decir, el establecimiento de relaciones contrastadas entre determinadas variantes genéticas y su influencia en determinados comportamientos. La tercera dificultad reside en la propia definición de homosexualidad o tendencia a las relaciones homosexuales. A veces se incluyen como tales conductas muy diversas, desde aquellos que únicamente sienten atracción por su mismo sexo hasta los que, siendo heterosexuales, han experimentado alguna relación o atracción esporádica por personas de su mismo sexo.
Esta parece ser una de las críticas que se vierten sobre el último estudio publicado en la revista Science el pasado mes de Agosto, relacionado con el tema. (2) Pero algo hace diferente este último trabajo que investiga si existe una base genética definida que explique la atracción por el mismo sexo y la conducta homosexual: la muestra utilizada la constituyen 493.001 participantes, procedentes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Suecia, lo que lo convierte en el más amplio estudio nunca realizado en este campo. Debe matizarse como una posible limitación de este trabajo que cualquier relación homosexual en estos individuos, independientemente de su exclusividad, duración o frecuencia, ha sido suficiente para ser incluidos en el estudio.
Antecedentes
En un trabajo publicado en la web del Observatorio de Bioética de la UCV, Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética de la Universidad de Alcalá, ya afirmaba que “tras más de cincuenta años de investigación y quince años de la culminación del Proyecto Genoma Humano, sigue sin aparecer el gen gay o gen simple relacionado con la homosexualidad, a pesar de los múltiples estudios realizados. Pero, además, la orientación sexual no es un carácter consistente ni estable, lo cual contradice su posible determinismo genético”. (3)
En relación con ello Jouve detallaba en este informe la imposibilidad de atribuir la aparición de una determinada conducta, como la homosexual, a un gen simple, sino, en todo caso, a múltiples genes menores o poligenes, relacionados con caracteres complejos de efectos cuantitativos (QTLs, quantitative trait loci), que actúan sumando sus efectos para la manifestación del carácter siempre en dependencia de influencias ambientales. Así pues, una variante fenotípica, como lo es un determinado comportamiento o atracción, depende no solo del componente genético, sino, además, del ambiental y de la interacción entre ambos, conocida como epigenética. Sigue afirmando Jouve que la proporción atribuible a la genética o a los estímulos ambientales -entendiendo por ellos todos los factores que han rodeado al individuo ya desde el seno materno- en la aparición de determinada conducta o tendencia, ha sido estudiada mediante el análisis de concordancia del carácter en gemelos monocigóticos, criados en el mismo o diferente ambiente.
Estudios con gemelos
Son numerosos los estudios realizados con parejas de gemelos idénticos (monocigóticos) y no idénticos (dicigóticos), ya desde los años 60, con resultados muy dispares, incluso contradictorios. (4) Los más recientes encuentran concordancia en parejas de gemelos monocigóticos tanto de varones como de mujeres, lo cual podría indicar la existencia de un componente genético aunque moderado, pues solo aparece entre el 20 y el 37 % de los casos. (5) En este último trabajo, realizado en Suecia, se afirma que, aunque los intervalos de confianza amplios sugieren una interpretación cautelosa, los resultados son consistentes con efectos moderados, de causa genética y familiar y de moderados a intensos debidos al influjo ambiental del entorno no compartido (social y biológico), en el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo.
Por tanto, de estos resultados puede deducirse que, aunque no es descartable una base genética que contribuya a explicar estas concordancias entre gemelos, los estudios analizados concluyen que esta influencia es baja para explicar por sí misma la conducta homosexual, y que los factores ambientales deben ejercer una importante contribución a la misma.
Estudios con marcadores moleculares
Otra forma de identificar si existe una base genética en el comportamiento homosexual es comparar directamente el genoma de individuos homosexuales y heterosexuales, con el fin de encontrar marcadores moleculares de las secuencias de ADN que, asociados a un determinado fenotipo (preferencia y conducta en este caso), y presentes en un número significativo de individuos, podría establecer claramente el origen genético de determinadas tendencias.
Como en el caso anterior los resultados son dispares en los estudios genéticos realizados. Si bien algunos encuentran clara correlación entre la presencia de determinados marcadores y la prevalencia del comportamiento homosexual, (6) (7) otros, en cambio, con una muestra mayor, concluyen posteriormente que no puede establecerse tal relación, atribuyendo las conclusiones erróneas de los anteriores trabajos a la ausencia de un grupo de control que permitiera confirmar los resultados comparándolos con una población de referencia. (8)
Dado que estamos hablando de estudios de finales del siglo pasado, las limitadas posibilidades de los estudios genéticos reducían sensiblemente las posibilidades de extender la investigación hacia otros marcadores, de modo que se ofrecieran resultados más amplios y significativos.
La posibilidad que ofrecen estudios más recientes de estudiar otro tipo de marcadores, como los polimorfismos de una sola base (SNPs), abre la puerta a encontrar nuevos indicios sobre la posible naturaleza genética que subyace a la tendencia y comportamiento homosexuales.
En este sentido entre 2012 y 2014 son publicados dos trabajos con conclusiones contradictorias. Si bien el primero no encuentra relación alguna entre marcadores moleculares analizados con SNPs y la homosexualidad, (9) el segundo sí encuentra una asociación significativa entre la orientación sexual y unos SNPs localizados en la región Xq28 y en otra región del cromosoma 8 (10).
Estado actual de la investigación
El reciente estudio citado al comienzo de este texto y publicado en Science, (2) es el más amplio realizado hasta la fecha, y sus resultados ya fueron presentados en el Congreso Anual de Genética Humana, celebrado en Boston en octubre de 2018, tal como refiere Jouve. (3) (11)
El trabajo presentado en este congreso identificaba cuatro variantes en los cromosomas 7, 11, 12, y 15. De estos marcadores, dos eran específicos de varones. Otro se localiza en una región de ADN del cromosoma 15, que se había encontrado previamente asociada a la calvicie en varones. El cuarto marcador se localiza en una región relacionada con receptores olfativos en el cromosoma 11. El investigador Andrea Ganna, que presentó la comunicación en el Congreso de Boston, sugirió que este factor está relacionado con la atracción sexual. En su posterior publicación en Science, se afirma haber identificado cinco SNPs, cuya asociación con el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo alcanzó importancia en todo el genoma. Tres de estos se replicaron en otras muestras independientes cuyas medidas se relacionaron con la identidad y la atracción en lugar del comportamiento.
No obstante, no ha podido establecerse si las variantes moleculares encontradas se sitúan o no en regiones codificantes o no codificantes del genoma. Dado que solo el 2 % del genoma humano es codificante, la posibilidad de que estas cuatro variantes puedan traducirse fenotípicamente, es decir, modificando o condicionando una conducta, es muy baja y no podrían explicar por sí mismas la aparición de tendencias o conductas homosexuales. El autor del trabajo afirmó que “estas variantes moleculares realmente no tienen ningún poder predictivo”.
De hecho, en la presentación del mencionado congreso en Boston, previo a la posterior publicación del artículo que analizamos, Andrea Ganna, uno de los autores de la investigación, afirmó: “Me complace anunciar que no hay un ‘gen gay’ […] Más bien, la no heterosexualidad está en parte influenciada por muchos pequeños efectos genéticos”. (11) Estos pequeños efectos genéticos, según Jouve, propios de caracteres cuantitativos y regulados por poligenes, dependerían a su vez de la influencia del ambiente. (3)
En su artículo recién publicado, Ganna y sus colaboradores afirman que “todas las variantes comunes medidas juntas explican solo una parte de la heredabilidad genética a nivel de población y no permiten una predicción significativa de la preferencia sexual de un individuo”. (2)
Afirman que este estudio se centró en la base genética del comportamiento sexual entre personas del mismo sexo, pero varios de sus resultados apuntan también a la importancia del contexto sociocultural. Se observaron cambios en la prevalencia del comportamiento sexual homosexual reportado a lo largo del tiempo, lo que plantea preguntas sobre cómo las influencias genéticas y socioculturales en el comportamiento sexual podrían interactuar.
Los descubrimientos sobre los mecanismos epigenéticos, o modificaciones del genoma resultantes de la influencia del ambiente (gestación, entorno, educación, comportamiento, interacción social, etc.) plantean la posibilidad de que estas pequeñas modificaciones detectadas a nivel molecular, independientemente de que puedan llegar a influir en las conductas, puedan ser más bien el resultado de determinados comportamientos sobre nuestro genoma.
Por último, tal como afirma Ganna, “dado que los fenotipos conductuales son complejos, nuestros conocimientos genéticos son rudimentarios y hay una larga historia de mal uso de resultados genéticos con fines sociales, debe evitarse extraer conclusiones simplistas”. (2)
Todo indica que debe dejarse, por tanto, espacio para la prudencia, porque, aunque se ha avanzado mucho en el conocimiento de la genética humana, sigue siendo mucho más lo que no se sabe, específicamente como traduce nuestro genoma su información, como interactúan los genes entre sí y como se produce la complicada interacción del genoma y el ambiente, la epigenética, que plantea hoy muchas más preguntas que respuestas.
Leer el artículo en la web del Observatorio
Julio Tudela
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia