Indígena de la Amazonía © REPAM

Mons. Felipe Arizmendi: «Sínodo Panamazónico en marcha»

«Nuestra tierra es obra de Dios»

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

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Del 6 al 27 de octubre, se llevará a cabo en Roma un Sínodo especial, dedicado a la Amazonía. Será en Roma porque el Papa quiere estar presente en sus sesiones, pues le interesa la pastoral en esa zona del planeta, para después decidir lo que se puede o se debe hacer. ¿De qué le viene tanta importancia a esta región? Algunos datos nos ayudarán a dimensionar su trascendencia no sólo para Brasil, Surinam, Guyana, Guayana Francesa, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, sino para toda la humanidad.

La Amazonía produce un tercio de las lluvias que alimentan la tierra, el 20% del agua dulce no congelada, el 20% del oxígeno del planeta, el 34% de los bosques primarios que alojan el 30% de la fauna y el 50% de la flora del mundo. Ocupa el 43% del territorio de toda la América del Sur. Tiene una extensión de 7.5 millones de kilómetros cuadrados, con casi 35 millones de habitantes. De éstos, casi dos millones y medio son indígenas pertenecientes a 390 pueblos, de los cuales 137 viven aislados; además, hay otros pueblos aún no contactados, desconocidos. Se hablan 240 lenguas, de 49 familias lingüísticas.

Pero quizá alguien siga pensando que no le interesa lo que suceda en esa amplia franja del planeta, porque se imagina que no le afecta. Nos afecta a todos; a unos, de forma inmediata y cercana, pues allí viven; a otros, en forma más distante en lo geográfico, pero su destrucción o conservación tiene que ver con la calidad de vida de este mundo, donde vivimos. Por ello, el Sínodo no tiene repercusiones sólo para esa región, sino que es un referente para otros lugares del planeta, donde se juegan destinos similares, y nuestra Iglesia siente la responsabilidad de llamar la atención de la humanidad sobre el urgente cuidado de la casa común. Nuestra tierra es obra de Dios, que él nos confió para cuidarla; si no lo hacemos, vamos en contra del plan de Dios, de sus mandatos, y por tanto caemos en pecado.

No faltan quienes acusan al Papa Francisco de meterse en lo que no le importa. Dicen que parece más un ecologista de moda, que un pastor evangelizador. No comprenden que sus motivaciones son profundamente pastorales, cristianas y evangélicas. Además, el tema no es una ocurrencia del Papa, sino que es una preocupación que expresamos desde Aparecida, en mayo de 2007, cuando los obispos de esa región elevaron su voz. El mismo Benedicto XVI habló de esto en su encuentro con los jóvenes.

Hay temas delicados, enunciados en el Cuaderno de Trabajo para este Sínodo, como la valoración de las culturas a la luz del Evangelio, el lugar de Jesucristo y de la Redención, la misión explícitamente evangelizadora de la Iglesia, los ministerios eclesiales a la mujer, la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados, etc., que se van a discutir y sobre los cuales el Papa tendrá la última palabra, pues afectan a toda la Iglesia. De ello, trataremos en siguientes artículos.

PENSAR

En el Documento de Aparecida, dijimos:

“América Latina es el Continente que posee una de las mayores biodiversidades del planeta y una rica socio-diversidad, representada por sus pueblos y culturas. Éstos poseen un gran acervo de conocimientos tradicionales sobre la utilización sostenible de los recursos naturales, así como sobre el valor medicinal de plantas y otros organismos vivos, muchos de los cuales forman la base de su economía. Tales conocimientos son actualmente objeto de apropiación intelectual ilícita, siendo patentados por industrias farmacéuticas y de biogenética, generando vulnerabilidad de los agricultores y sus familias que dependen de esos recursos para su supervivencia” (83).

“En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas, además de haber sido transformadas en un bien disputado por las grandes potencias. Un ejemplo muy importante en esta situación es la Amazonía” (84).

“En su discurso a los jóvenes, en el Estadio de Pacaembu, en Sau Paulo, el Papa Benedicto XVI llamó la atención sobre la ‘devastación ambiental de la Amazonía y las amenazas a la dignidad humana de sus pueblos’ y pidió a los jóvenes ‘un mayor compromiso en los más diversos espacios de acción’” (85).

“La creciente agresión al medioambiente puede servir de pretexto para propuestas de internacionalización de la Amazonia, que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones transnacionales. La sociedad panamazónica es pluriétnica, pluricultural y plurirreligiosa. En ella se está intensificando, cada vez más, la disputa por la ocupación del territorio. Las poblaciones tradicionales de la región quieren que sus territorios sean reconocidos y legalizados” (86).

Y al abordar el tema del cuidado pastoral del medio ambiente, se propuso en Aparecida:

“Crear conciencia en las Américas sobre la importancia de la Amazonía para toda la humanidad. Establecer, entre las Iglesias locales de diversos países sudamericanos, que están en la cuenca amazónica, una Pastoral de Conjunto con prioridades diferenciadas para crear un modelo de desarrollo que privilegie a los pobres y sirva al bien común. Apoyar, con los recursos humanos y financieros necesarios, a la Iglesia que vive en la Amazonía para que siga proclamando el evangelio de la vida y desarrolle su trabajo pastoral en la formación de laicos y sacerdotes a través de seminarios, cursos, intercambios, visitas a las comunidades y material educativo” (475). “Invitamos a los Episcopados de países implicados en los distintos sistemas de integración subregionales, incluidos los de la Cuenca Amazónica, a estrechar vínculos de reflexión y cooperación” (544).

ACTUAR

Pidamos al Espíritu Santo que ilumine a los participantes en este Sínodo, para que tomen buenas decisiones, y por nuestra parte, cuidemos, en lo que nos toca, a nuestra “hermana madre tierra”.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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