(ZENIT – 25 nov. 2019). El Papa ha llegado a las 11 horas en Japón (3 horas en Roma) al Palacio Imperial de Tokio, para visitar en privado al Emperador de Japón Naruhito, entronizado el pasado 22 de octubre de 2019.
A su llegada, el Papa ha sido recibido por el propio emperador a la entrada del Palacio, y han entrado juntos al patio, llegando a la sala de las audiencias. Después de posar juntos para las fotografías oficiales, han conversado en privado durante 30 minutos, según informa Vatican News.
El Obispo de Roma ha regalado a Naruhito un mosaico realizado por la fabrica de mosaicos del Vaticano que reproducía una vista del Arco de Tito, en Roma, del pintor Filippo Anivitti (1876-1955).
Al final del encuentro, el emperador Naruhito ha acompañado hasta la salida al Pontífice, segundo en visitar este país, después del viaje de Juan Pablo II en 1984. Después de la reunión, Francisco se ha trasladado en coche a la Catedral de Santa María Inmaculada, para el encuentro con los jóvenes del país.
Monarquía hereditaria más antigua
Su Majestad Imperial Naruhito, actual emperador de Japón, es el hijo mayor del ex emperador Akihito y de la ex emperatriz Michiko, nació en el Palacio Togu de Tokio en 1960. Está casado con la emperatriz Masako Owada y tienen una hija, Aiko.
El 1 de mayo de 2019, Naruhito ascendió al trono, tras la abdicación de su padre, el ex emperador Akihito, después de más de 30 años de reinado, y el 22 de octubre, fue entronizado en la solemne ceremonia en Tokio, con la presencia de jefes de estado y dignatarios de 190 países, entre ellos el enviado especial del Papa Francisco, el cardenal Francesco Monterisi.
El Santo Padre envió un telegrama para felicitar a Su Majestad Naruhito, con motivo de su subida al trono. Francisco recibió en 2016 a Naruhito en el Vaticano cuando aun no era emperador.
Naruhito es el 126° emperador del Trono del Crisantemo, la monarquía hereditaria más antigua del mundo sin sufrir interrupciones, a partir del 660 a. C. El ritual de sucesión se ha transmitido durante más de mil años. Según la constitución japonesa, el emperador es el «símbolo del Estado y de la unidad de su pueblo».