FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
DOMINGO DESPUÉS DE LA EPIFANÍA
Ciclo A
Textos: Isaías 42, 1-4.6-7; Hechos 10, 34-38; Mateo 3, 13-17
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: el Bautismo del Señor nos envuelve en su luz el día de nuestro bautismo.
Resumen del mensaje: El Bautismo del Señor es uno de los misterios de luz, como nos enseñó san Juan Pablo II. ¿Qué luz resplandece desde ese río Jordán? Dejémonos envolver por esa luz.
Puntos de esta idea:
En primer lugar, desde el río Jordán brota una primera luz que despeja y aclara la pregunta por qué el Señor quiso elegir este momento para bautizarse y no antes. Jesús quiso hacer coincidir el inicio de su vida pública con su Bautismo. Si lo hubiera dejado para otra ocasión, quizá habría pasado desapercibido a los ojos del pueblo de Israel. Con el beneplácito del Padre y la fuerza del Espíritu, él comienza su ministerio público (evangelio) para hacer el bien, curar a los oprimidos por el diablo (segunda lectura), abrir los ojos a los ciegos, liberar a los cautivos e implantar la justicia (primera lectura).
En segundo lugar, desde el río Jordán brota una segunda luz que despeja y aclara varias posiciones erróneas respecto al bautismo. Una primera objeción: en qué edad se debe recibir el bautismo. Algunos dicen que el bautismo debería ser de adulto, porque así lo hizo Jesús. Con esa luz del Jordán podemos ver que Jesús no necesitaba del bautismo, ya que es Dios, y como hombre no tenía pecado. Nosotros, en cambio, necesitamos realmente de la purificación, la iluminación, la regeneración y la justificación del bautismo. Necesitamos ser lavados lo antes posible. Una segunda objeción: el chiquillo no tiene conciencia de lo que hace y los papás y padrinos estarían obligando a sus hijos a recibir algo que no conocen y por consiguiente no están en condiciones de aceptar; que ellos elijan cuándo. Con la luz del Jordán podemos aclarar esta objeción: el niño ciertamente no sabe lo que hace, pero sí lo sabe la Iglesia, que como buena madre pide lo mejor para ese niño al Padre Dios, es decir, que lo adopte como hijo suyo y lo convierta en heredero del Reino celestial. Hay como una especie de impaciencia en la Iglesia, que lo quiere ver lo antes posible hijo de Dios, hermano de Cristo, miembro de la Iglesia, heredero del cielo. Ella, en la persona de los padres y padrinos, responde por dicho acto. Luego lo educará en la fe, dándole las “razones de su esperanza”. Entonces podrá poner actos conscientes y meritorios, pero mientras tanto, el niño ya está revestido con la gracia de Dios.
Finalmente, resumiendo los resplandores de esa luz que emana del Jordán, podríamos decir que Jesús se bautizó por nosotros. Se sumergió en aquellas aguas para purificarlas, al contacto con su carne santísima, y así conferirles el poder de purificar. Se sumergió también para fecundarlas, dándoles capacidad de engendrar hijos para Dios; de ahí que los antiguos llamaban “madre” a la pila bautismal, pues da a luz a hijos para la eternidad. Se sumergió, en tercer lugar, para inaugurar los sacramentos de la Nueva Alianza, especialmente el bautismo, que es la puerta para los demás sacramentos. El bautismo es el regalo más hermoso que Dios nos ha dado en nuestra existencia humana. ¿No es maravilloso llamarnos hijos adoptivos de Dios Padre, hermanos de Cristo, templos del Espíritu Santo, miembros de la Iglesia católica y herederos del cielo? Y desde ese día estamos enriquecidos con las virtudes teologales que nos conectan con Dios, con las virtudes cardinales que sostienen nuestra vida moral y con los dones del Espíritu Santo que nos hacen obrar a lo divino. ¿No es valioso este regalo? Gracias, Señor.
Para reflexionar: el día más importante y luminoso de mi vida fue el día del bautismo. ¿Me acuerdo del día en que fui bautizado? ¿A qué me compromete la luz que recibí el día de mi bautismo? ¿Agradezco a Dios todos los días este gran regalo del bautismo? ¿Hago crecer la semilla de las virtudes que Dios puso en mi alma el día del bautismo?
Para rezar:
Gracias, Señor, por el sacramento del bautismo
que nos hace hijos tuyos por medio del agua
que riega y fecunda con tu gracia,
y por el Espíritu que enriquece con tu vida
hasta hacer que seas tú quien vive en nosotros
y que tu amor nos posea para siempre.
Gracias Jesús por la fe
que nuestros padres y ante
pasados nos transmitieron,
que hagamos crecer en nosotros esa luz de la fe.
Enséñanos a conservar sin
mancha tu misma vida
hasta la vida eterna.
Queremos, Señor, llevar con garbo la dignidad
de ser hijos tuyos, hijos
amados, queremos sentirnos
miembros activos y corresponsables de tu Iglesia.
Ayúdanos a activar nuestro bautismo, a tomarlo en serio,
a realizar la misión que nos has encomendado de servir,
de anunciar y construir el Reino. Amén.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org