(ZENIT – 20 enero 2020).- No. Lo que está en juego no es el sacerdocio ni el celibato. Tampoco la doctrina ni la tradición. Tampoco el Magisterio. Es decir, bueno, sí, están en juego, y muy seriamente, pero porque la concepción de la Iglesia está en juego, y con ella, la Iglesia misma.
El principal error del protestante, no es “no creer en la Virgen”, no es “no creer en el Papa”, “no creer en los santos”. Estamos tan obsesionados por la autopreservación y la lucha, que no somos capaces de ver los contextos. La principal falencia del protestante (no de los que no la sufren, claro), es el absolutismo, la incapacidad de analizar, de discernir, y de ver el amplio panorama. Se centran en versículos que seleccionan, para hacerlos su dogma, desechando aquellos que no concuerdan con los mismos y ciegos a la voz de Dios en el alma y en el tiempo.
El síndrome protestante es el mismo que el nuestro
¿Alguna similitud con corrientes católicas? El síndrome es absolutamente el mismo. Es que ¿no nos damos cuenta de algo tan simple? Ante el pánico de perder la identidad, y con justas intenciones, de que la Iglesia no se desmadre, al estar inseguros absolutizamos y nos cerramos. De un punto concreto y esencial, hacemos el todo. Y solo somos capaces de ver la realidad a partir de ese punto, que, como dijimos, puede ser absolutamente esencial, pero que no deja de ser parte de algo mucho más grande, también esencial.
Por 20 siglos de cristianismo, nos hemos encargado de divinizar y absolutizar la figura papal. El buen católico era el que obedecía al papa y cumplía con las normas. A rajatabla. Pero hoy, nos damos cuenta que en realidad no se trataba en sí de la figura papal. El papa era un excelente sustento y excusa para un pueblo que no necesitaba o no debía plantearse nada. La Iglesia daba todo servido en sus reglas y dogmas, y quien no cabía dentro del esquema, estaba librado a su suerte.
Nunca fuimos papistas
Sí, hoy nos damos cuenta que en realidad no se trataba del papa. Porque los mismos que divinizaban al papa, hoy lo rechazan. Son exactamente los mismos. Y se encuentran con que no encajan en una Iglesia que con el papa, sale a las periferias; que como Jesús, abre los brazos al inmigrante, al preso, al necesitado, lo cual no es nuevo, “lo malo” es que nos anuncia que no es optativo, sino esencial al ser cristiano. Sienten que no encajan en una Iglesia que abraza al indígena, y no solo no lo condena, sino que lo invita a casa, y le hace sentir hermano. En una Iglesia que evangeliza escuchando, amando, lo que no significa que calle. En una Iglesia que rechaza el proselitismo, con un papa que quiere ser evangelizado por los demás, porque cree que Dios habla también a través de hechos concretos, de corrientes de vida, del alma misma del pueblo.
Era tan fácil ser católico
Estábamos tan bien. Estaba todo escrito. Dios ya ha hablado por 20 siglos y nos fue entregando en ese tiempo las tablas completas de la ley. Cómo atreverse a pensar que hay que discernir. Cómo atreverse a creer que el Espíritu Santo tiene algo nuevo para decir. Cómo atreverse a pensar que debemos dar respuestas acordes a las necesidades de la época, si siempre lo entendimos al revés: las necesidades de la época debían ajustarse a la estructura de la Iglesia.
Era tan fácil ser católico. Cumplíamos con todas las leyes, normas y disposiciones papales y episcopales. Teníamos el cielo asegurado, con tanto esfuerzo. Y ahora vienen a decirnos que Jesús quiere sacarnos de nuestra zona de confort, y que quiere que todos se salven. Que lo esencial es la conversión del corazón, no el cumplimiento ciego de las normas. Ahora nos quieren convencer de que no se trata de una ideología que tenemos que defender a cualquier precio, sin importar cómo, a capa y espada, sino que Jesús nos quiere luchadores, pero en humildad y amor; que quiere un corazón noble y filial, por encima de todo. Nos quieren decir que no vale todo por imponer la ley para no perder la esencia.
Falso diagnóstico
El problema es que no hemos sabido detectar las causas de la problemática. Obsesionado por las normas y el pasado, hay quienes creen que la juventud se va en masas de la Iglesia porque se van transformando las formas: la Misa no es en latín, las mujeres pueden estar sirviendo en el altar, los curas están cerca de la gente y no usan ya sotana, la Iglesia se preocupa por el tema social y la ecología, etc.
Cómo es posible que no se entienda que si se drogan, se alcoholizan y se suicidan porque perdieron el sentido de la vida, es porque no los entendemos, porque no nos importa escucharlos, ni dar respuesta a sus dramas existenciales, porque somos genios de la instrucción y la apologética y la imposición de valores. Creemos que catequizar es transmitir o inyectar verdades. No nos hemos dado cuenta que se trata más que nada de escuchar, compartir, comprender, bailar con el joven, no sentarlo en una silla para adoctrinarlo. Recién cuando llegamos a su corazón es que estarán sedientos por inundarse de las maravillas de Jesús. La apologética desnuda no llena el corazón de Dios.
No. No se trataba de que éramos papistas. No éramos papistas. Éramos inseguros. Patéticamente inseguros. Y queríamos normas férreas, que no nos hicieran pensar. Hoy, con un papa que discierne, que aprende del pueblo, que sirve, que tiene olor a oveja, que come con los pobres, que antes que a las autoridades saluda a los enfermos y mendigos, que eleva a los humildes y baja del trono a los poderosos, sentimos que nos está moviendo el piso en el que nos sentíamos tan seguros.
¿Para qué un sínodo de las Familias, si está todo escrito?, preguntaba un arzobispo, temeroso de que la Iglesia se pusiera a auscultar las voces del Espíritu Santo en las almas de los obispos y del pueblo de Dios. ¿Por qué escuchar al pueblo de Dios, si la verdad viene de Roma?, podríamos también preguntarnos, con la misma lógica. Pero, irónico, viene de Roma solo si coincide con nuestro esquema, claro.
Pregunto… si Jesús fuera papa por un día, cómo lo imaginaríamos. ¿Con pompas y lujos, aferrado a las estructuras y a las formas? ¿O, sin dejar de transmitir potentemente la verdad, con olor a oveja, compasivo, cercano y guiando al pueblo a la santidad, por amor?
La incapacidad de ver los contextos
No. No se trata del celibato ni del sacerdocio, ni del Magisterio ni de la tradición y la doctrina. Se trata de tener un alma humilde y una mente abierta. No estaba mal amar al papa. Al contrario, estaba bien. No estaba mal seguir sus normas. Al contrario, estaba bien. No estaba mal seguir la doctrina. Al contrario, estaba bien. Lo que no estaba tan bien fue el no saber poner a cada uno en su contexto, e integrarlos con los signos de Dios en el alma y en el tiempo.
El problema es que se entendió al papa como una autoridad divina, cuya tarea era definir verdades y reglas inmutables, y no como un profeta de Dios, que si bien débil en cuanto a sucesor de un humilde pescador de Galilea, a la vez investido de sabiduría y responsabilidad especialísimas, en cuanto a ungido por el Espíritu Santo para conducir al pueblo de Dios.
Sí. Los mismos que divinizaban al papa, son los que ahora lo rechazan. Son exactamente los mismos. Porque nunca entendieron el fondo. Para ellos, nunca se trató del papa, sino de una Iglesia estática, firme en la ley. Y cuando el Papa nos quiere mostrar que es un el sucesor de un humilde pescador, pero a la vez ungido por Dios, surge el rechazo a ambas características, y se le dice: Francisco: nunca se trató del papa. Solo queríamos el apego a la estructura. Nada más.
El libro del cardenal Sarah
No analizaremos aquí el tema del celibato sacerdotal en cuanto a tal, el cual es sin duda un preciado tesoro de la Iglesia del Señor. Es importante ir siempre al fondo para comprender la realidad. El analista debe subir alto para observar el panorama completo, y así comprender cada una de las partes, en el contexto adecuado.
Vayamos pues al fondo. Veamos cómo Sarah trata el tema y cuál es su actitud.
1- Sobre el celibato sacerdotal
1- Sarah afirma en su libro Desde lo más profundo de nuestros corazones que «hay un vínculo ontológico-sacramental entre el sacerdocio y el celibato. Cualquier debilitamiento de este vínculo pondría en tela de juicio el magisterio del Concilio y de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.”
Tal como recuerda Vatican News al respecto, el “celibato sacerdotal no es ni jamás ha sido un dogma. Se trata de una disciplina eclesiástica de la Iglesia latina que representa un don precioso, definido de este modo por todos los últimos Pontífices. La Iglesia Católica de rito oriental prevé la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados y también para la Iglesia latina han sido admitidas excepciones precisamente por Benedicto XVI en la Constitución apostólica Anglicanorum coetibus”.
Si bien sus pensamientos y opiniones son respetables, no se ve ni que Sarah presente una visión amplia del tema, ni que sea objetivo ni correcto en sus apreciaciones.
2- Actitud cristiana ante la autoridad
Sarah expresa en su libro: “Suplico al Papa Francisco que nos proteja definitivamente de tal eventualidad vetando cualquier debilitamiento de la ley del celibato sacerdotal, si bien limitado a una u otra región”.
Sabemos que el papa es el ungido de Dios para la Iglesia. Antes de tomar decisiones consulta. Y si las decisiones son importantes, convoca al pueblo de Dios, en sus pastores obispos, y en líderes en general. Por eso llamó a un sínodo para la Amazonía, del que participaron especialistas en teología, pastoral indígena, catequesis, etc., para auscultar la voluntad de Dios al respecto del compromiso de la Iglesia con los habitantes y el territorio de la Amazonía. Además todo el pueblo de Dios puede dirigirse al papa y expresar su opinión. Ese es el derecho del cardenal Sarah también.
La obediencia cristiana a la autoridad, más que llamar a cumplir con los mandatos de la misma (lo cual está implícito), se refiere a un espíritu de filialidad y respeto profundo a quien la ejerce. Esto implica autenticidad, expresar lo que uno siente y cree, pero a la vez, apoyo y protección de la autoridad en recia filialidad y amor, porque en su persona, la comunidad ve y siente a un representante de Dios, más allá de toda su humanidad. Cuánto más todavía si se trata del mismo ungido por el Espíritu Santo.
Cuando se absolutiza un aspecto del todo y se pierde el sentido cristiano de la autoridad; cuando no se respetan los caminos del Espíritu Santo que se expresan también a través de un sínodo y del Magisterio de la Iglesia; cuando no se puede convencer a la autoridad de la propia agenda, queda el camino de la publicidad, que no tiene otro fin que intentar manipular a quien debe tomar una decisión a conciencia, frente al mismísimo Dios.
3- Involucramiento del papa emérito
El papa emérito Benedicto XVI juró, al menos implícitamente, no solo obediencia filial y absoluta al Papa, sino también el no inmiscuirse en temas relativos al pontificado de Francisco. Hasta hace pocos días, lo ha cumplido con fidelidad. ¿Qué se puede pensar de quien, arrancándolo de la vida de retiro, lo expone públicamente, y en un tema que es sin duda altamente conflictivo? ¿No sería una actitud noble, incluso si Benedicto le pidiera a Sarah publicar sus escritos, no hacerle quebrar el pacto de honor con Francisco, con la Iglesia y con Jesús? Pero no fue solo eso, sino que Sarah incluyó a Benedicto como coautor del libro y estampó las fotos de ambos en la tapa. Benedicto solicitó a Sarah que se removiera tanto su nombre como coautor, como su foto. Y hay más. El título del libro lo involucra a Benedicto hasta las profundidades de su corazón: “Desde lo más profundo de nuestros corazones”. Por unos pensamientos que incluye de Benedicto, lo expone como apasionado partícipe de la obra completa.
No evaluamos aquí la actitud de Benedicto, a quien todos amamos y respetamos profundamente. No sabemos cuán consciente era al respecto de la trascendencia que tendrían sus escritos entregados a Sarah para que los publicara. Además sabemos que sus fuerzas han disminuido crucialmente. En uno de los mensajes que publica Sarah a los efectos de probar que Benedicto le había enviado los escritos en cuestión, afirma el papa emérito que “mientras escribía, sentía cada vez más que mi fuerza ya no me permite escribir un texto teológico”.
Estamos ante un cambio de época
Hoy el Señor, a través de signos claros, nos está mostrando que, nos guste o no, estamos en un cambio de época. Se está definiendo si seguiremos la inercia de la mentalidad mecanicista, que es capaz de ver solo una parte, absolutizándola, creyendo que es representa al todo; o una Iglesia abierta a los signos de los tiempos, capaz de salir de su zona de confort, buscando caminos que le posibiliten la comprensión del drama humano, tanto mental, como afectivo y existencial, y dé respuestas apropiadas para la época, no basadas en textos y leyes correctamente vigentes, sino en la realidad acuciante de vidas concretas, iluminadas por la luz, la gracia y el poder de Jesús.
A veces profetas de la Iglesia se han adelantado a las corrientes del mundo, acertando en sus diagnósticos y soluciones, pero lamentablemente a menudo han chocado con una Iglesia incapaz de comprender los procesos humanos, del mundo. Tantas veces llegamos 100 ó 200 y hasta 500 años tarde. Recordemos que los padres de quienes erigen monumentos a los profetas son los que los rechazaron y mataron.
El Papa Francisco «nos shockea» a todos. Normalmente el sacudón es para bien, para reaccionar, para actuar positivamente. Pero a veces sus actitudes, sus palabras, algunas personas con las que se relaciona o ciertas ideas que proclama, no nos gustan, nos provocan rechazo. Esto, en realidad, lo hace más humano, más cercano y en nada le quita autoridad o investidura. Es parte de su estilo personal, y responde a su filosofía, carisma y misión: “Prefiero mil veces una Iglesia accidentada por salir a las periferias, que una Iglesia enferma por encerrarse en su autopreservación”.
La regla de oro que siempre hemos repetido sobre el papa, vale obviamente también para Francisco: Dios nos regala con cada papa, lo que quiere ofrecer para esa época a la Iglesia y al mundo. Quien ignora en los hechos el valor de esta regla sagrada, quien se cree superior al papa, quien se erige implícitamente como el Ungido, quien simple o truculentamente no respeta su investidura, juega con fuego y desafía al mismo Dios.
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Enrique Soros es comunicador social, escritor, actúa como agente pastoral en la Arquidiócesis de Washington, en proyectos pastorales y comunicacionales en Latinoamérica, colabora con el CELAM y es Consultor de la Comisión de Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Juventud de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.