(zenit – 28 enero 2020).- “La Iglesia no irá adelante. El Evangelio no irá adelante con evangelizadores aburridos y amargados. No. Sólo ira adelante con evangelizadores alegres, llenos de vida”.
El Santo Padre ha reflexionado este martes, 28 de enero de 2020, sobre la primera lectura de hoy, tomada del Segundo Libro de Samuel, que habla de David y de todo el pueblo de Israel celebrando el regreso del Arca de la Alianza a Jerusalén.
Este regreso supone “una gran alegría para el pueblo», ha expresado el Papa. “La gente siente que Dios está cerca de ellos y lo celebran. Y el rey David está con él, se pone a la cabeza de la procesión, hace un sacrificio inmolando un novillo y un carnero gordo. Con el pueblo entonces grita, canta y baila con todas sus fuerzas».
El texto del profeta Samuel continúa describiendo el regreso de David a su hogar donde encuentra a una de sus esposas, Mical, la hija de Saúl. Ella lo recibe con desprecio, ha relatado el Papa. Al ver al rey danzando se avergüenza de él y le reprocha diciendo: “¿Pero te avergonzaste de bailar como un vulgar, como uno del pueblo?”.
“Es el desprecio de la religiosidad exquisita hacia la espontaneidad de la alegría con el Señor”, ha continuado Francisco. Y David le explica: “Pero mira, esto era motivo de alegría. ¡La alegría en el Señor, porque hemos traído el arca a casa!”. Ella desprecia. Y dice en la Biblia que esta señora –se llamaba Mical– no tuvo hijos por esto. El Señor la ha castigado. Cuando falta la alegría en un cristiano, ese cristiano no es fecundo; cuando falta la alegría en nuestro corazón, no hay fecundidad”.
Francisco indicado que sentimos alegría «cuando estamos con el Señor» y, tal vez en la parroquia o en los pueblos, la gente celebra. Aunque ha advertido: «Es verdad, a veces el peligro de la alegría es ir más allá y creer que esto es todo. No: este es el aire de la celebración».
El Papa ha señalado entonces que la fiesta no sólo se expresa espiritualmente, sino que se convierte en un compartir. En este contexto, recuerda que David, ese día, después de la bendición, había distribuido «un pan para todos, una porción de carne asada y un puré de pasas», para que todos pudieran celebrar en su propia casa. «La Palabra de Dios no se avergüenza de la fiesta», dijo el Pontífice.