Papa en el Sínodo de los Obispos © Vatican Media

Monseñor Felipe Arizmendi: “¿Nos defraudó el Papa Francisco?”

“A mí el Papa me confirmó en la fe”

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VER

A mí, ciertamente, no; al contrario, me confirmó en la fe. Pero a muchos sí los decepcionó, al no permitir la ordenación de hombres casados, para resolver la carencia de sacerdotes en la región amazónica. Muchos obispos miembros del reciente Sínodo para la Amazonia votaron a favor de la propuesta de dar ese paso. En varias reuniones en que he participado, he escuchado a cardenales, arzobispos y obispos proponer lo mismo.

Participé en el Sínodo mundial de obispos sobre la formación sacerdotal, en octubre de 1990, antes de ser obispo. Se abordó el tema, aunque nunca se concretó en una propuesta como la que se hizo ahora. Al final, el Papa Juan Pablo II ratificó la disciplina del celibato sacerdotal. En 1997, tomé parte en el Sínodo de América, y en 1992, en la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo. Frecuentemente salía el asunto en corrillos y en grupos, nunca en el plenario. En Aparecida, donde también estuve en 2007, en mi grupo de obispos y expertos, varios insistían en la necesidad de dar el paso, sobre todo obispos brasileiros, aunque no pasó el asunto al pleno de la asamblea.

Mi antecesor tenía proyectado ordenar sacerdotes a 70 diáconos permanentes, todos casados. La Universidad Iberoamericana ayudó en su formación académica. No los ordenó, como me lo platicó varias veces, porque otros obispos no se animaron a hacer lo mismo. Sin embargo, ninguno de los diáconos permanentes me pidió ser ordenado sacerdote.

Tuve serios problemas con obispos mexicanos y con dicasterios de la Curia Romana, porque en el Plan Diocesano de Pastoral de 2004, se decía que debíamos escuchar a miembros de la comunidad que pedían la ordenación sacerdotal de hombres casados, no para llevarlas a cabo, sino para ayudarles a discernir su propuesta. En base a ese texto, me achacaban que yo quería acabar con el celibato como requisito indispensable para la ordenación presbiteral, cosa que no era cierta, pero así se me malinterpretaba. Tuvimos que cambiar ese número y quedó así: Iluminados por el Espíritu y guiados por el Magisterio de la Iglesia universal, promover vocaciones nativas al ministerio presbiteral, formándoles para apreciar en alto grado el carisma del celibato sacerdotal y para asumirlo en forma libre y perpetua, conscientes de que en la Iglesia latina el sacerdocio se confiere solamente a aquellos hombres que han recibido de Dios el don de la vocación a la castidad célibe (cf Juan Pablo II: Exhortación Pastores dabo vobis, 29 y 50).

Durante años, se ha dicho que el celibato sacerdotal es incomprensible en las culturas indígenas, y que por tanto habría que facilitarles el sacerdocio uxorado. No es verdad. El celibato es incomprensible para cualquier cultura, sea hebrea, griega, romana, o inglesa, francesa, alemana, mexicana, mestiza o indígena. Es una gracia especial; es un carisma; es un don gratuito. No achaquemos a indígenas lo que son ideas de no indígenas.

PENSAR

En su Exhortación Postsinodal Querida Amazonia, el Papa Francisco no abre la puerta para que casados puedan ser ordenados presbíteros, sino que resalta la importancia de los sacerdotes y exhorta al episcopado a enviar un buen número a esa región:

“En las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia», y llegamos a decir que «no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía». Si de verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón” (No. 89).

“Esta acuciante necesidad me lleva a exhortar a todos los Obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia. Al mismo tiempo conviene revisar a fondo la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas” (No. 90).

ACTUAR

Oremos al Espíritu, para que sigamos los caminos del Evangelio, no sólo en la Amazonia, sino en todo el mundo, y hagamos caso a la invitación del Papa de promover misioneros, sacerdotes, religiosas y laicos, para esa región y para otras partes igualmente necesitas de una evangelización inculturada.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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