(zenit – 1 marzo 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo de Cuaresma, el Evangelio (cf. Mt 4,1-11) cuenta que Jesús, después, del bautismo en el río Jordán, “fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (v. 1). Se prepara para comenzar su misión de anunciador del Reino de los Cielos y, como Moisés y Elías (cf. Ex 24:18; 1 Reyes 19:8), lo hace con un ayuno de cuarenta días. Entra en “Cuaresma”
Al final de este período de ayuno, el tentador, el diablo, irrumpe, intenta tres veces poner en dificultad a Jesús. La primera tentación se basa en el hecho de que Jesús tiene hambre, y le sugiere: “Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (v. 3). Un desafío, pero la respuesta de Jesús es clara. Está escrito: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de la boca de Dios”. (4,4). Se refiere a Moisés, cuando le recuerda al pueblo el largo camino realizado en el desierto, en el que aprendió que su vida depende de la Palabra de Dios (cf. Dt 8, 3).
En el segundo intento (vv. 5-6) el diablo se vuelve más astuto, citando también él la Sagrada Escritura. La estrategia es clara: si tu tienes tanta confianza en el poder de Dios, entonces experiméntala, ya que la propia Escritura afirma que será socorrido por los ángeles (v. 6). Pero incluso en este caso Jesús no que se deja confundir, porque el que cree sabe que a Dios no se le pone a prueba, sino que se confía en su bondad. Por lo tanto, a las palabras de la Biblia, interpretadas instrumentalmente por satanás, Jesús responde con otra cita: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’”. (v. 7).
Finalmente, el tercer intento (vv. 8-9) revela el verdadero pensamiento del diablo: porque la venida del Reino de los Cielos marca el comienzo de su derrota, el Maligno querría desviar a Jesús de llevar a cumplimiento su misión, ofreciéndole una perspectiva del mesianismo político. Pero Jesús rechaza la idolatría del poder y de la gloria humana y, al final, expulsa al tentador diciéndole: “¡Vete, Satanás! Porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás: y sólo a Él rendirás culto” (v.10). Y en este punto, con Jesús, fiel al mandato del Padre, se acercaron los ángeles para servirlo (véase el v. 11).
Esto nos enseña una cosa: Jesús no dialoga con el diablo, Jesús responde al diablo con la Palabra de Dios, no con su palabra y en la tentación, muchas veces nosotros comenzamos a dialogar con la tentación, a dialogar con el diablo: “sí, yo puedo hacer esto… pero luego me confieso, puedo hacer esto y lo otro”, pero no, dialogar con el diablo. Jesús hace dos cosas con el diablo: lo expulsa o como en este caso responde, con la Palabra de Dios. Estén atentos: jamás dialoguen con la tentación, jamás dialoguen con el diablo
También hoy Satanás irrumpe en la vida de las personas para tentarlas con sus propuestas tentadoras; mezcla la suya con las muchas voces que tratan de domar la conciencia. Desde muchas partes llegan mensajes que invitan a “dejarse tentar” para experimentar el placer de la transgresión. La experiencia de Jesús nos enseña que la tentación es el intento de ir por caminos alternativos a aquellos de Dios: “haz esto, haz lo otro, no te preocupes, luego Dios te perdona!, un día de alegría de gozo, tómalo…” – “¡Pero es un pecado!” – “No, no es nada”. Caminos alternativos que nos dan la sensación de autosuficiencia, del disfrute de la vida como un fin en sí mismo. Pero todo esto es ilusorio: pronto nos damos cuenta de que cuanto más nos alejamos de Dios, más nos sentimos indefensos e impotentes ante los grandes problemas de la existencia.
Que la Virgen María, la Madre de Aquel que aplastó la cabeza de la serpiente, nos ayude en este Tiempo de Cuaresma para estar alerta ante la tentación, a no someternos a ningún ídolo de este mundo, para seguir a Jesús en la lucha contra el mal; y así nosotros también seremos victoriosos como Jesús.