(zenit – 2 marzo 2020).- “Los acompaño desde aquí. Haré los Ejercicios en mi habitación, siguiendo las predicaciones del padre Bovati, a quien agradezco mucho. Rezo por ustedes: por favor, háganlo por mí”.
Estas son las palabras del Papa Francisco incluidas en una carta al predicador de los Ejercicios Espirituales para la Curia, que comenzaron ayer por la tarde en Ariccia, Italia, informa Vatican News.
El padre Pietro Bovati, teólogo de la Pontificia Comisión Bíblica y predicador en el retiro cuaresmal de la Curia Romana en Ariccia, inauguró ayer, domingo 1 de marzo de 2020, el ciclo de meditaciones de los ejercicios espirituales de la Curia, que finaliza el viernes 6 de marzo.
Tal y como sucedió en los últimos días, el Santo Padre sigue este retiro cuaresmal desde la casa Santa Marta debido a su resfriado. Ayer, en la apertura del mismo, el padre Bovati leyó las palabras de Francisco.
Moisés y la oración
Según la misma fuente, el protagonista de las reflexiones de este retiro es Moisés, el hombre que experimenta la amistad de Dios. El sacerdote jesuita indicó en su sermón que uno puede ser un artesano de lo sagrado o amigo de Dios y la clave se encuentra en cómo se vive la oración, el único “ejercicio” que conduce a la criatura a la intimidad con el Creador.
Para el predicador, la oración es un “camino” que sigue “huellas divinas” y el emblema de este dinamismo es Moisés. El libro del Éxodo expone que cuando el patriarca se dirige a la tienda del congreso, situada fuera del campamento, realiza “el trayecto del deseo”, de dejarlo todo para ir al encuentro de Dios.
Del mismo modo, la nube que desciende sobre la tienda cuando Moisés se acerca es el signo del Señor que “va a su encuentro”. Esto, continúa, “invierte una idea bastante extendida que identifica la oración con una palabra que el hombre dirige al Señor”, prácticamente una “forma de recitación”.
“Familiaridad prodigiosa”
“La auténtica oración es, en cambio, fundamentalmente una experiencia profética, aquella por la que la criatura humana puede escuchar en silencio la voz del Señor”. Constituye un “cara a cara” en el que, según la Biblia, Dios habla a Moisés “como a un amigo”.
Este es, para el teólogo jesuita, el valor de la oración, que logra lo que él define como “familiaridad prodigiosa”: “La familiaridad con Dios no tiene nada que ver con la experiencia en los asuntos religiosos, ni siquiera con una buena cultura teológica o bíblica. Por el contrario, es el fruto exclusivo de la auténtica oración, en la que el hombre ve y gusta el plan amoroso de Dios, su voluntad benéfica para ser llevada a cabo de manera concreta, pronta y generosa. Sin esta experiencia de familiaridad no hay vida auténticamente religiosa sino sólo – en el mejor de los casos – el arte de las cosas sagradas”.
Fuego
Esta confianza, continúa el padre Bovati, no es improvisada, sino que “es el punto final de un proceso”. Se trata, en cierto modo, de una transfiguración similar a la que vivió Moisés en la experiencia de la zarza. De este modo, para lograr la intimidad con Dios “es necesario tener una experiencia repetida del fuego” y en esto la zarza puede “representar a la persona humana en su fragilidad, debilidad y miseria como la de una zarza, que es investida de un poder perenne de vida: el fuego”.
“No se trata simplemente de refrescar un poco el fervor de nuestra alma a través de algún ejercicio apropiado de devoción, sino más bien de asumir con renovado compromiso de verdad, con una sincera apertura de corazón, el don que Jesús vino a traer al mundo. Cuando exclamó: ‘He venido a echar fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera encendido!’”, explicó.
Se trata del fuego que el mundo de hoy necesita constantemente, en el que, para el predicador, hay “condiciones de necesidades espirituales urgentes e incluso dramáticas, que requieren fuerzas espirituales de curación que sólo Dios puede dispensar”.
Subir al piso superior
“La Iglesia está siempre deseosa de renovarse espiritualmente, está llamada a un proceso de reforma que ciertamente no puede limitarse a medidas disciplinarias y administrativas, porque el Espíritu solicita impulsos y martirios que solo los santos pueden asumir”, describió el predicador.
E indicó que “lo que podemos hacer ahora, conscientes de nuestra responsabilidad como creyentes, es ‘subir a la habitación del piso superior’, como se narra en los Hechos de los Apóstoles, y en secreto, perseverando y acordando en la oración, esperar humildemente el poder del Espíritu Santo que descenderá, según la promesa, sobre todos los que oren”.
En esta reflexión, que enlazará el Libro del Éxodo con el Evangelio de Mateo, así como la lectura de los Salmos, el último “icono” que Bovati subraya es el de Moisés quitándose las sandalias para aproximarse a la zarza ardiente. La parada ante lo divino constituye la invitación “a hacer una pausa, no para distraer el corazón de otros pensamientos”, sino a concentrar en el encuentro con Dios “todas las energías del corazón”, señala el citado medio vaticano.