(zenit – 2 abril 2020).- En la peor crisis que se recuerda en la capital de España desde la Guerra Civil, más allá de la zozobra que deja la cifra de 4.175 personas fallecidas por coronavirus hasta la fecha, se vislumbra como luz en la tiniebla una fuerza que nadie puede apagar: el milagro de la oración.
Cinco capellanes acompañan a los enfermos contagiados de COVID-19 en Ifema, además de otro encargado de coordinar las llamadas que van recibiendo, informa el semanario Alfa y Omega. El Arzobispado de Madrid puso en marcha el servicio de capellanía en colaboración con la Consejería de Sanidad autonómica.
“Estamos respondiendo a la realidad tal y como se va presentando”, describe Gerardo Dueñas, subdelegado de Pastoral de la Salud de Madrid, en una entrevista publicada por Alfa y Omega. Confiesa que les “ha desbordado” la respuesta de los sacerdotes, con una lista de 30 que se han presentado voluntarios para ser capellanes en Ifema o en cualquier otro hospital.
Está sacando “lo mejor de nosotros”
El director del hospital provisional de la Comunidad de Madrid en Ifema, Antonio Zapatero, indicó el 2 de abril que un total de 930 pacientes permanecían ingresados este miércoles en el hospital de Ifema, donde 620 pacientes han sido dados de alta desde su puesta en funcionamiento. El “hospital” más grande de la comunidad autónoma tiene una capacidad final de 5.500 camas y 500 de UCI.
Gerardo Dueñas afirma que los más de 100 capellanes hospitalarios que trabajan ahora mismo en la diócesis “somos todos conscientes de que estamos en una situación histórica, única”, que “está sacando lo mejor de nosotros”. Asumen que “se está trabajando mucho y bien, y siempre en colaboración con las autoridades sanitarias. Los capellanes estamos en los hospitales para recordar a los pacientes, familias y profesionales que no están solos, que la Iglesia los acompaña”, concluye.
El primer responso en el Palacio de Hielo
Monseñor José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, fue el primero en ofrecer un responso para los fallecidos que reposan en el Palacio de Hielo, convertido en una gran morgue de manera improvisada la semana pasada.
La diócesis más golpeada por el coronavirus en España ofrece y reza por la vida de los difuntos que provoca la pandemia, “al tiempo que quiere estar cerca de sus familiares”, indicó el Arzobispado de Madrid.
Sin familiares en el recinto, monseñor Cobo sintió todo era “blanco, frío y extraño”, describe en Alfa y Omega. “Me vi allí con mi ministerio, mi viejo libro de oraciones, e intentando mirar más allá de lo que se veía, para escuchar las vidas que allí dormían en el hielo, sus nombres, sus familias o sus soledades, pues algunos murieron en el más completo abandono”, relata el sacerdote. “Abrí el ritual y, desde esa experiencia de pequeñez, atiné a romper con voz titubeante el reposo de aquel recinto con la sola fuerza del viejo salmo: ‘El Señor es mi Pastor, nada me falta…’”.
“Entonces sucedió el milagro”
“Entonces sucedió el milagro de la oración”, expresa. “Como luz en la tiniebla, sentí que allí estaba toda la Iglesia rezando por medio de este pobre obispo. Y con ella, las familias de aquellos difuntos y las personas a las que abrazaron, y con las que lloraron… Entonces las gradas se poblaron de corazones y, por un momento, el frío se alejó”.
El pastor escribe en primera persona: “Como un soplo de esperanza, la oración silenciosa de las exequias se insertó en la vida de verdad. Testigo soy de cómo la palabra despliega la fecundidad de dar sentido a lo que sucede, aun cuando no lo comprendamos, aun en medio del bosque de ataúdes”.