(zenit – 30 abril 2020).- En distintas apariciones, zenit refleja la realidad de los hispanos en Estados Unidos en tiempos del coronavirus, su vulnerabilidad, sus angustias, y cómo la comunidad se une para proteger y servir a los más necesitados.
En esta oportunidad, compartimos la terrible pesadilla vivida por un sacerdote colombiano en Nueva Jersey, que contrajo la COVID-19, y cómo el Señor lo sanó; el secreto del P. Evelio, en Maryland, para repartir mil paquetes de comida todas las semanas y generar comunidad; y el relato del P. Juan Molina, en Texas, sobre cómo la comunidad se une para servir a sus hermanos.
Tuve unos días terribles de dolor, angustia y soledad
“Dios te cuide. Esta pandemia es mortal. Dios te bendiga”, fueron las palabras de despedida del P. Leonardo Jaramillo al finalizar la entrevista. Es colombiano, párroco de la parroquia San Pablo, de Clifton, en Nueva Jersey, y venía de sufrir las consecuencias de haber contraído el coronavirus.
Así relata la durísima crisis vivida: “Tuve unos días terribles de dolor, angustia y soledad, especialmente el Jueves Santo y el Viernes Santo, en los que pensé que iría a morir. Creo que el Señor me dio a probar de su pasión y dolorosa cruz, fueron momentos muy dolorosos y de muchas lágrimas. Pero el Señor Jesús y su Madre, la Santísima Virgen María, me han estado haciendo más fuerte para ser un testimonio de su amor, misericordia, compasión y sanación”.
No podía respirar
Y continúa el relato de su terrible pesadilla: “‘Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras’. Ahora entiendo mejor qué quiere decir este texto del Evangelio, lo pude experimentar el Viernes Santo, aunque ya el Jueves Santo me sentía muy mal”.
“Estaba mirando el Via Crucis que el Papa Francisco presidía en la Plaza de San Pedro. La fiebre comenzó a subir llegando a 39.4 C, mi cuerpo temblaba, mi cabeza parecía que explotaría, no podía respirar, y tenía un fuerte dolor de espalda. Ya mi doctor con me había dicho que si me sentiría mal debería ir a emergencia a uno de los hospitales del área. No fui. Como siempre, debo ser honesto. Tenía temor porque ya había escuchado que todos los hospitales estaban contagiados con el virus. Por eso no fui”, se sinceró.
“Confía en mí”, y todo mejoró
Y sigue su relato de angustia y sanación: “Solo me dediqué a orar, y en verdad, ese Viernes Santo pensé que moriría. Le supliqué al Señor que me diera una señal, lo que Él me dijera eso haría. Escuché una voz suave que me dijo: ‘descansa, confía en mí, Yo estoy contigo’. Lo que menos quería era cerrar los ojos o dormir”.
“Estuve llorando, no quería morir tampoco dormir. El Señor hizo que me acostara en mi cama y dormí tres horas. Cuando desperté ya no tenía fiebre, podía respirar mucho mejor, las palpitaciones del corazón comenzaron a normalizarse y el terrible dolor de espalda comenzó a bajar”.
“‘Mi corazón ardía cuando el Señor me habló”. Ahora, soy un testigo del amor, la misericordia y el poder de sanación que tiene el Señor. He sido bendecido con la presencia del Señor y con la protección de la Virgen María, sé que ellos los van a cuidar a cada uno de ustedes y a sus familias”, cierra el P. Leonardo con profunda emoción.
Asociación con instituciones para dar alimentos
El P. Evelio Menjivar, salvadoreño, párroco de la parroquia Santa María, en Landover Hills, estado de Maryland, relata sobre la comida que reparte semanalmente, sobre cómo la consigue y sobre cómo esto fortalece la comunidad.
“Con la emergencia creada por el coronavirus, el templo permanece cerrado. Y pareciera que ahora la vida se volcó hacia fuera. El párroco ha logrado asociarse con la concejal del distrito 3 del condado de Prince George, Danielle Glaros y diversas organizaciones locales como Capital Area Food Bank, Brighter Bites y Costal Sunbelt, para distribuir más de mil paquetes de comida todos los sábados en el estacionamiento de la iglesia. Como consecuencia, el trajín de los autos en el estacionamiento, que hacen fila desde muy temprano, y el bullicio de los escasos 20 voluntarios permitidos, le siguen dando vida y calor a esta comunidad”.
Sienten que son parte, que importan a otros
Sobre las dificultades que enfrentan sus fieles, Menjivar expresa que “la mayoría de los beneficiados con la distribución de comida son familias inmigrantes hispanas. Esta es la zona del estado de Maryland más duramente afectada por la pandemia”.
Además, prosigue “al ser esta una comunidad dormitorio del área metropolitana de Washington DC, muchos de sus habitantes trabajan el la industria de la hospitalidad y en limpieza de oficinas y por lo tanto, la gran mayoría han perdido su empleo. Muchos, también son indocumentados y por lo tanto no pueden acceder a los beneficios de desempleo, añadiendo así, aún más a su situación de vulnerabilidad”.
Sobre el valor comunitario del apoyo social, el párroco nos explica que “seguramente, el hecho mismo de levantarse muy temprano el sábado, dirigirse hacia la iglesia como de costumbre, saludar a uno que otro hermano de la iglesia desde la ventanilla del auto mientras hacen los zigzags para llegar al puesto de distribución, y por fin, recibir un paquete de comida, vegetales y frutas frescas crea la sensación, a estas personas, que siguen siendo parte de una comunidad, que todavía importan a otros, que son valioso ante los ojos de Dios y que todavía tienen muchas razones para seguir celebrando la fe y la vida misma”, cierra el P. Menjivar.
Sociedad de San Vicente Paul en acción
El P. Juan Molina es administrador parroquial de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Helotes, Texas; es vicepresidente ejecutivo del Mexican American Catholic College; y presidente de ANSH, Asociación Nacional de Sacerdotes Hispanos en Estados Unidos, y nos comparte su experiencia en la parroquia.
“Con la pandemia, hemos tenido que aumentar la ayuda que se ofrece por medio de la Sociedad de San Vicente Paul, que es muy activa en la ayuda de muchas familias necesitadas. El apoyo ha sido no solo para ayudar con los pagos de electricidad o renta, sino también con comida y otros bienes. A la Sociedad la apoyan otros grupos parroquiales como la Sociedad del Altar, el grupo de costura y los Caballeros de Colón. Ya por muchos años los caballeros han tenido una colecta de latas de comida y otros alimentos no perecederos y este año esa colecta se ha tenido que extender por varias semanas más”.
Mascarillas al por mayor
Según indica el sacerdote, el trabajo para ayudar a los necesitados es comunitario: “Los feligreses, que siempre han sido muy generosos en esta colecta, siguen donando lo que pueden, aunque sea una lata de vez en cuando. Esa colecta no solamente ayuda a la Sociedad de San Vicente de Paul sino también a Caridades Católicas”.
El grupo de costura ha apoyado a la Sociedad costurando almohadas, ropa nueva, y también mascarillas para taparse la boca. Estas mascarillas son distribuidas a los clientes de la Sociedad y en los albergues para los pobres en la ciudad de San Antonio y en Caridades Católicas. La sociedad El Altar también ha ayudado con ropa y otros bienes personales. La parroquia ha contado con una psicóloga por varios años y ahora sigue atendiendo a los pacientes por medio de Telehealth”, comparte el P. Molina.