(zenit – 30 abril 2020).- La primavera, en muchos países europeos y del resto del mundo, es la estación favorita para la celebración sobre todo de las primeras comuniones, y en ocasiones de las confirmaciones.
Esta coincide con la finalización del curso escolar, lo que facilita la planificación para la preparación de los candidatos y, también, con el buen tiempo, que siempre invita a celebrar esos acontecimientos con mayor agrado.
Las parroquias o escuelas en las que tendrá lugar la ceremonia anotan con mucha antelación en sus agendas esas celebraciones, y preparan a los candidatos durante bastante tiempo, previendo todo para que lleguen bien preparados a la recepción del sacramento.
Aplazamiento de las ceremonias
Con el estallido de la pandemia actual se están aplazando esas ceremonias, principalmente porque suelen ser celebraciones masivas y debe evitarse la aglomeración que conlleva el culto religioso. Muchos obispos han dispuesto la supresión de las ceremonias de culto en sus diócesis. Si bien en varios países las autoridades están ya valorando las fases de “desescalada o desconfinamiento”, que comprenden también la desaparición progresiva de las limitaciones de aforo en los templos para el culto. Además, se siguen recomendando medias de prudencia para evitar contagios en relación con la recepción de la comunión.
¿Primeras comuniones?
Quien se estuviera preparando para la primera Comunión podría recibirla durante la pandemia si no estuviera prohibido el culto en su diócesis. Lo haría asistiendo a la Santa Misa, y dentro de ella recibiría la Eucaristía por vez primera. ¡Ésa sería su primera comunión, así de sencillo, así de grande! Pero, en todo caso, acatando las medidas de prudencia previstas en evitación del contagio, como el distanciamiento social.
Nada obsta para que así sea. Esa Eucaristía, además, podría celebrarse en cualquier lugar, aunque lo apropiado sería hacerlo en un templo. Podría contarse con cualquier sacerdote como celebrante, quien consagrará el pan y el vino, para dejar de serlo y convertirse en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y seguidamente dará de comulgar por vez primera al candidato. Así, no hubiera sido necesario implicar en la ceremonia a nadie más que a ese sacerdote celebrante.
¿Y si el candidato se cuestiona qué hacer mientras espera el gran día, su primera Comunión, que ha sido prorrogada hasta la finalización de la pandemia? Pues que no se preocupe, y que siga preparándose con tanta ilusión como hasta ahora, recitando la comunión espiritual –a la que nos referimos en un anterior post–; y que ejercite la paciencia, y siga tratando con intimidad a Jesús hasta el momento en que podrá recibirle eucarísticamente.
¿Y las confirmaciones?
En el caso de la Confirmación el planteamiento es distinto. Se trata de ese sacramento gracias al cual los bautizados, avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enriquecidos con el don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia (can. 879).
De ordinario ese sacramento lo administra el obispo o el presbítero en quien éste delegue (can. 880). De este modo, se trata de un ministro específico que conferirá el sacramento –para la primera Comunión hemos visto que cualquier sacerdote podría distribuirla–.
Conviene que el rito de la confirmación se celebre en una iglesia y dentro de la Misa; aunque, por causa justa y razonable, puede celebrarse fuera de la Misa y en cualquier lugar digno (can. 881). Esa simple recomendación, motivo de conveniencia por la dignidad del sacramento, llevaría a plantearse postergar la celebración hasta pasado el confinamiento; o, en todo caso, una vez llegada la normalidad en la convivencia social –sobre todo cuando desaparezca la prohibición de reuniones que supongan aglomeraciones para el culto público–.
Además, cabe señalar que en algunas diócesis se han recomendado medidas de prudencia específicamente relacionadas con la recepción de la Confirmación, como el uso de algodón o bastoncillo durante la crismación, o una especial atención a la higiene de manos entre cada contacto cuando en la celebración haya varios confirmandos.
Alejandro Vázquez-Dodero Rodríguez
Sacerdote, doctor en Derecho Canónico y capellán del Colegio Tajamar de Madrid