Los templos españoles se preparan para la celebración de la Misa al 50% © Archidiócesis de Valencia

Los templos españoles se preparan para la celebración de la Misa © Archidiócesis de Valencia

Coronavirus: Campaña “Devuélvannos la Misa”. Los obispos responden

La fe integrada a la vida real

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(zenit – 7 mayo 2020).- Ante la pandemia de COVID-19 que aqueja al mundo, los pastores de la Iglesia se vieron forzados a cerrar los templos, en la mayoría de los casos por disposiciones civiles, las cuales fueron acatadas en general con aprobación; en otros casos, simplemente las decisiones fueron originadas en la autoridad eclesiástica.

La imposibilidad de acudir a los templos para orar, participar de la Misa y especialmente recibir la Sagrada Comunión, ha generado en diversas personas una corriente llamada “Devuélvannos la Misa”, promovida y llevada a cabo a través de videos por laicos, pero también en algunos casos por algún obispo, o algunos obispos, que se resisten a las disposiciones civiles cuando estas no permiten la apertura de iglesias, con las debidas precauciones, y especialmente cuando las iglesias no se encuentran en las prioridades de apertura en tiempos en que la reclusión domiciliaria se va flexibilizando.

El Papa Francisco ha dado y sigue dando un mensaje comunicacional muy claro. Ceremonias, Misas, en una plaza San Pedro vacía, en la basílica de San Pedro prácticamente vacía, en la capilla de Santa Marta prácticamente vacía. El mensaje del Santo Padre parece ser muy claro: primero debemos cuidar el valor de la vida. Y es posible ser santos en tiempos de reclusión, renunciando a un profundo anhelo del alma.

Angustia por no poder comulgar

La campaña mencionada genera sin duda presión a los obispos. Algunos de ellos han respondido públicamente. Entre ellos, Mons. Eduardo García, obispo de San Justo, diócesis ubicada en el conurbano de Buenos Aires, en Argentina.

Monseñor García escribió una columna de opinión en el periódico Clarín, en la cual expresa: “Con asombro leí, y lo respeto, la angustia que en muchos provocaba no poder comulgar. ¿Acaso experimentan la misma angustia al no poder salir a ayudar en una salita de primeros auxilios o a un anciano que está aislado? También escuché que sienten que la fe se les debilita al no poder comulgar y me pregunto: los mártires encarcelados del siglo pasado y de este siglo que no podían acceder a la Misa en sus cautiverios y dieron su vida, ¿cómo lo hicieron? Porque su fe fue robusta para aceptar flagelaciones, hambre, humillación y muerte. Dios nunca nos deja solos”.

Integrar la fe con asistencia a los necesitados

Sobre la importancia del discernimiento y de integrar la ayuda al hermano necesitado a la fe, el obispo subraya “un pensamiento del gran converso John Henry Newman que anunció esta situación y decía que una fe heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en indiferencia, y entre las personas sencillas en superstición. Por eso es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe. Adorar el cuerpo de Cristo y no comprometerse eficazmente con la vida del hermano no es cristiano. Quizás antes de asegurar los barbijos y el alcohol en gel para nuestras celebraciones en templos abiertos, ¿no tendríamos que asegurarlos para los comedores, las colas de los jubilados, los chicos o abuelos en situación de calle, el personal de salud y luego hacer nuestra acción de gracias?”, remata el prelado.

La contemplación implica estar con el pobre

El Papa Francisco cita sobre este tema a Juan Pablo II en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, (“Alegraos y Regocijaos”), en su número 96, diciendo: “Por lo tanto, ser santos no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis. Decía san Juan Pablo II que ‘si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que Él mismo ha querido identificarse’”.

Y continúa la cita: “El texto de Mateo 25,35-36 ‘no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo’. En este llamado a reconocerlo en los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse”, concluye el Papa Francisco.

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Carta del obispo Eduardo García

Mons. Eduardo García © Obispado de San Justo

A continuación transcribimos el texto completo de la mencionada carta de monseñor García:

“¿Iglesias abiertas en cuarentena?”

Me hizo ruido, mucho ruido que en estos días circulara un video dirigido a nosotros, los obispos, con la frase “devuélvannos la Misa”.

En orden al coronavirus, pareciera que la suspensión de actividades, dentro de las que se encuentra el culto, no por el culto en sí mismo, sino por la congregación de gente y la posibilidad de contagio, fuera una cuestión arbitraria, cuando no lo es.

Si viviéramos realmente como pueblo deberíamos escuchar también “devuélvannos la educación, devuélvannos Cáritas, devuélvannos el trabajo, devuélvannos la salud”, devuélvannos tantas cosas que resignamos en esta cuarentena atendiendo al bien mayor que es la salud de toda la población.

¿Existe coyuntura de conflicto? 

De repente y desde afuera, nos quisieron meter dentro de una coyuntura de conflicto como si fuéramos una Iglesia perseguida, situación que ha ocurrido y sigue ocurriendo bajo otros sistemas políticos en varias partes de mundo, pero no en nuestro país.

A este mapeo le faltan unos actores que claman también a los obispos: aquellos que proponen con espíritu de cruzada —que es lo que menos necesitamos en este momento— “juéguense por la fe, nosotros los acompañamos”.

Lo que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones y que prometió su presencia siempre.

Con esta certeza, hoy más que nunca, la Iglesia y los cristianos tenemos que dar el testimonio de entrega generosa por amor al que más sufre, creando ambientes de calma, servicio y esperanza.

Iglesia como hospital de campaña

En este tiempo más que nunca se aplican las palabras del papa Francisco: “la Iglesia como hospital de campaña”. Quizás porque lo estoy mirando desde la realidad social de mi diócesis ubicada en el partido de La Matanza donde, si bien los casos de coronavirus aún son pocos, tenemos que asumir y llevar adelante como se pueda los coletazos de la cuarentena en nuestras barriadas más vulnerables.

Primero, el hambre, si no hay trabajo no hay con qué comprar alimentos. Si no hay escuela no hay comedores escolares funcionando, porque no se puede cocinar en la escuela del Estado. Solo se les da a los chicos una bolsita con alimentos. Desde los comedores, con la ayuda del Ejército se están repartiendo más de 9.000 viandas; incluso así no alcanzan los insumos para cocinar todos los días.

La respuesta de muchos que se acercan a buscar comida en este marco de aislamiento que no se puede cumplir a rajatabla es: “no sé si me va a agarrar el coronavirus, pero si no como seguro que me muero por hambre”. Y ahí aparece el otro gran tema de nuestros barrios: no hay dónde cumplir con el aislamiento necesario para evitar los contagios. No siempre las casas son el mejor lugar por el hacinamiento, la falta de higiene… Hemos abierto hogares improvisados para los ‘sin techo’ de modo que mínimamente puedan aislarse: vienen creciendo de 1 en 100. Me animo a proyectar que dejarán de ser momentáneos porque, una vez pasada la pandemia, no los vamos a devolver a la calle.

Prioridades para vivir la fe en serio

Como pastor y hombre que ama la Eucaristía (Misa), de hecho, la celebro todos los días a través de las redes sociales para acompañar el camino de la fe de la gente, pero claramente son otras las prioridades para poder vivir la fe en serio, en lo esencial. Pasada la pandemia los templos volverán a abrirse, la Eucaristía volverá a ser celebrada, pero de la indignidad, de la falta de futuro, de las secuelas de un virus muchas veces no se vuelve; y de la cerrazón de corazón, menos.

Subrayo un pensamiento del gran converso John Henry Newman que anunció esta situación y decía que una fe heredada y no repensada acabaría entre las personas cultas en indiferencia, y entre las personas sencillas en superstición. Por eso es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe. Adorar el cuerpo de Cristo y no comprometerse eficazmente con la vida del hermano no es cristiano. Quizás antes de asegurar los barbijos y el alcohol en gel para nuestras celebraciones en templos abiertos, ¿no tendríamos que asegurarlos para los comedores, las colas de los jubilados, los chicos o abuelos en situación de calle, el personal de salud y luego hacer nuestra acción de gracias?

Con asombro leí, y lo respeto, la angustia que en muchos provocaba no poder comulgar. ¿Acaso experimentan la misma angustia al no poder salir a ayudar en una salita de primeros auxilios o a un anciano que está aislado? También escuché que sienten que la fe se les debilita al no poder comulgar, y me pregunto: los mártires encarcelados del siglo pasado y de este siglo que no podían acceder a la misa en sus cautiverios y dieron su vida, ¿cómo lo hicieron? Porque su fe fue robusta para aceptar flagelaciones, hambre, humillación y muerte. Dios nunca nos deja solos.

Iglesia sin ombliguismos pseudoreligiosos

Creo firmemente en el Señor presente en la Eucaristía, centro y culmen de la vida cristiana, pero desde una comunidad que celebra y toma la fuerza para vivir jugándose por la vida de los demás, no como un self service de la gracia o un Redoxón de la vida espiritual.

De muy poco servirá la reapertura gradual de los templos si no hay una reapertura radical de la Iglesia de cara a la realidad, sin ombliguismos seudoreligiosos de autocomplacencia.

Insisto: esta experiencia de vivir en cuarentena no nos puede dejar iguales para continuar con más de lo mismo como si nada hubiera pasado. Hasta desde el punto del sostenimiento; muchas de nuestras parroquias sin las celebraciones están al borde del colapso económico. Esto implica sí o sí repensar el modo de participación de toda la comunidad cristiana.

Vida religiosa online. Las muchas maneras de encuentros religiosos en las redes sociales y los medios de comunicación como la televisión y la radio han obrado como antiparalizantes ante la pandemia y la fiesta grande que representa en los fieles la Semana Santa. Claro que faltó la comunidad, el estar juntos. Por eso es fundamental señalar que el trabajo en las redes es importante, si no nos lleva a aislarnos y a cambiar humanidad por virtualidad.

La vida religiosa digital como recurso nos exige asumirla como una realidad con sus dinamismos y lenguajes propios. No se trata de hacer lo mismo, pero frente a un teléfono celular o una tablet. Es un espacio más para repensar y reaprender.

Un sacerdote me contaba hace unos días que sus Misas habituales de día de semana eran agónicas, con tres o cuatro participantes y ahora tiene más de 60 personas siguiendo la celebración en vivo por una red social. ¿Fruto del encierro? No creo. Analicemos los hechos y capitalicemos la experiencia: eso sí, todavía no sé cómo.

Lo que sí sé es que estamos ante el desafío de leer con inteligencia los acontecimientos para saber cómo pararnos de un modo real ante ellos, sin recetarios, como lo hizo Jesús.

Mons. Eduardo H. García, obispo de San Justo

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“Misas sin fieles”, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel

Cerramos este artículo compartiendo el video en el que Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, México, hace referencia a la importancia de la Misa, poniéndola en el contexto de la crisis del coronavirus. El video está titulado “Misas sin fieles”, y hace alusión al peligro de que los mismos fieles, sin darse cuenta, contagien a otros asistentes a las celebraciones religiosas.

El obispo emérito, se siente solidario con sus hermanos en el episcopado al respecto de la decisión de poner la protección de las personas y el evitar la propagación del coronavirus como primordial en este tiempo de crisis, y explica con claros fundamentos tal decisión.

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Enrique Soros

Enrique Soros es comunicador social, escritor, actúa como agente pastoral en la Arquidiócesis de Washington, en proyectos pastorales y comunicacionales en Latinoamérica, colabora con el CELAM, Consejo Episcopal Latinoamericano, y es Consultor de la Comisión de Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Juventud de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.

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