(zenit – 11 mayo 2020).- Los abuelos en muchas culturas siempre han sido considerados como los depositarios y portadores de historia, sabiduría y experiencia. En este momento histórico caracterizado por la aparición violenta del COVID-19, los ancianos se han visto como los más débiles, los más vulnerables, los más indefensos debido a que corren un mayor riesgo de contagio.
Para prevenir esta enfermedad infecciosa, la solución de quedarse en casa tanto cuanto es posible, evitando las visitas de hijos, nietos y amistades, ha llevado a nuestros adultos mayores a vivir un aislamiento y una soledad forzada. Así, al inicio de la emergencia, entre los balcones se han visto abuelos y nietos lanzándose besos y, durante todo este periodo, muchos de ellos han manteniendo contacto con los familiares a través de un smartphone o una tablet.
Dejemos espacio a la voz de los ancianos que “se han quedado en casa” quienes, en estos momentos, tienen mucho que decirnos sobre la separación física, la soledad, la muerte y el sentido de la vida, algo así como una especie de herencia en tiempo de un extraño virus con un extraño nombre.
La periodista mexicana Mayra Novelo (Il settimanale dei latinoamericani, Il secolo XIX) entrevistó para zenit a algunas parejas de ancianos de España, Italia y Malta, preguntando, en momentos como estos, qué significa la soledad, la muerte, el uso de los medios digitales para estar cerca de la familia y para vivir la fe y la visión al futuro.
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¿Es la soledad un asunto insólito en tiempo del COVID-19?
“La soledad es como el colesterol -dice Immacolata Serafino, de 75 años de edad y 54 de matrimonio- hay el bueno y el malo. Lo mismo para la soledad hay una soledad buena y otra no tan buena que causa dolor, sobre todo para quien no la elige libremente. En el 2001 enviudé, por lo que estoy bastante habituada a vivir sola, en estos momentos lejos físicamente de mis nietos, sí, me siento más sola. Pero uno no debe rendirse. La vida es demasiado corta y tremendamente importante como para perder un solo momento. Tenemos que pensar en el mañana armándose cada nuevo día de paciencia y confiando en la providencia divina”.
“Si no estás bien sola contigo misma, ¿cómo logras sobrevivir? ¡Eres la persona con la cual pasas la mayor parte del tiempo!”, responde de manera simpática Luisa Ferrando, de 79 año de edad y 55 de matrimonio. “La ansiedad por la situación actual a veces nos hace sufrir un poco… pensamos en nuestro nieto y su continuo charlar, lo imaginamos cuando lleva hasta la desesperación a su mamá… Menos mal que mi nuera a menudo llama por videollamada y entonces lo vemos. Y de esta manera estamos muy felices. Mi marido y yo, agradecemos a Dios que aún estamos juntos, podemos decir que la soledad no existe para nosotros.
Hemos perdido varios hábitos como: ir al mercado, comprar el periódico, ir a la Misa… Es verdad, nos falta la relación cercana con familiares y amigos. Echamos de menos la posibilidad de pasear, de ir a la casa de campo y visitar en el hospital a quienes están enfermos. Estamos aprendiendo a vivir otra rutina con menos prisa y haciendo más cosas juntos, cosas que antes no hacíamos porque nos parecía que dividiéndonos las tareas de casa parecía que hacíamos más. Incluso el silencio que a veces se establece entre nosotros no es un vacío, no nos entristece, de hecho relaja y descansa la mente y nos hace descubrir muchas cosas pequeñas que normalmente escapan a nuestra atención y nos predispone a reflexionar sobre aspectos importantes”.
La muerte, un proceso natural que esta pandemia ha convertido en un evento dramático, especialmente para muchas personas ancianas. ¿Qué piensan sobre esto? ¿Cómo lidiar con el riesgo de “morir por coronavirus”?
“Es muy triste seguir cotidianamente el número de las personas que mueren de forma dramática por causa del virus”, refiere Carmine Romano, con 80 años de edad y 56 de matrimonio. “Esperamos que los científicos del mundo trabajen en marcha apresurada para encontrar una vacuna que pueda poner fin a la pandemia. Sin embargo, cuando se trata de abuelos canosos como yo, la muerte no puede pasarse por alto. La muerte en su realidad estremecedora o imprevista, nos enseña a vivir, a apreciar las cosas verdaderas y profundas de la existencia”.
“Bueno, en estos momentos hemos dejado a un lado nuestros achaques de salud y nos hemos concentrado en salir sanos y salvos, -interviene con una sonrisa Beniamino Bardo, de 85 años de edad y 55 de matrimonio-. Desafortunadamente, esta infección se ha llevado a una persona para nosotros muy querida. Ha sido un desprendimiento doloroso sin la posibilidad de participar en el último saludo. Dios ha permitido esto y el inmensa aflicción que llevamos en nuestros corazones quizás nos ayuda a ser más conscientes y diríamos serenos para aceptar lo que tenemos que vivir a diario. Ya que tratar de vivir bien el momento presente nos da la certeza de que todo estará bien”.
¿Cómo superar el miedo y dar ejemplo a los hijos?
“La salud es una de nuestras preocupaciones”, comentan Virtudes Monserrat y Filippo Vespa, ambos celebran 52 años de matrimonio. “Y sí, sentimos miedo ante este virus, mucho debido a la falta de información de cómo y en qué medida nos afecta, pero sabemos que hay una manera de superarlo: afrontándolo con valentía y serenidad. Buscamos mantener pensamientos positivos que miran al mañana cambiando un ‘yo’ por un ‘nosotros’”.
“Más allá del miedo, me falta la libertad de salir y poder saludar a mis hijos y nietos cuando lo deseo, dice Onorina Tagliaferro de 80 años y 56 de matrimonio. Pero por amor hacia la vida trato de vivir con prudencia, aceptando de manera positiva la situación. Dado que muchos de nosotros venimos de la experiencia de la guerra y de la posguerra, ciertamente tenemos una mayor disposición a vivir de acuerdo con reglas más restrictivas y, por lo tanto, tratamos de ayudar a nuestros seres queridos con la certeza de que todo mejorará si juntos volvemos a enderezar nuestros hombros, nos remangaremos la camisa y trabajaremos lo mejor posible. A estas alturas de nuestra vida hemos superado tantas dificultades que solo basta creer y desear un futuro mejor en el cuál el sol brillará de nuevo”.
Hoy se dice que la casa se convierte en una “Iglesia doméstica”. ¿Por qué? ¿Utilizan los medios de comunicación para seguir las celebraciones y participar en los momentos de oración?
“La Iglesia, considerada solo como un lugar concreto de culto, en estos momentos, tal vez no sería tan importante que estuvieran cerradas por algunas horas. Sí, nos ha faltado la Misa vivida como sacramento de la Eucaristía y celebrada con nuestra comunidad. Pero Dios siempre está presente a nuestro lado, él está con nosotros en su Palabra, si tratamos de vivirla diariamente, en la manera cómo tratamos al otro, sabiendo que Jesús está en él. La caridad es una manera muy concreta de amar y siempre difícil, incluso entre nuestros familiares más cercanos. Lavar los platos, pasar la aspiradora, desempolvar, colocar cuidadosamente las cosas, si todo esto lo hacemos pensando que Jesús nos dice ‘me lo hiciste a mí’, adquiere un sabor que da alegría. Y luego, las nuevas tecnologías, en situaciones como estas, nos brindan muchas oportunidades para participar en momentos de oración muy hermosos, que vivimos como comunidad, porque dan la oportunidad de ser seguidos por muchas personas y que sin duda son de gran ayuda”, concluyen Luisa y Beniamino.
Cada anciano tiene un mundo de recuerdos, un tesoro de experiencias, una sabiduría madura y siempre fresca. Un tesoro que de alguna manera trasmiten a sus hijos y nietos. Es este amor que viene y va, es lo que da sentido al vivir y morir. Las personas mayores con su clarividencia nos brindan una valiosa ayuda en el arte de superar las dificultades y comprender la esencia de la vida: el amor.
Mayra Novelo
* Artículo publicado en la revista española womanessentia.com