(zenit – 20 mayo 2020).- El Papa Francisco ha meditado esta mañana, en una nueva catequesis sobre la oración en la audiencia general, sobre el misterio de la creación, que “nos lleva a la oración y a la contemplación de Dios”, ha señalado.
El Salmo (8,4-5.10) expresa “la grandeza y la belleza” de la creación, “frente a la cual el ser humano percibe su pequeñez, pero también el lugar especial que en ella ocupa”.
Continuando con el ciclo de catequesis sobre la oración, este miércoles 20 de mayo de 2020, el Pontífice ha presidido la audiencia general en la biblioteca del Palacio Apostólico, como viene haciendo desde principios de marzo debido a pandemia.
A puerta cerrada y emitida en directo por los medios de comunicación digitales, han acompañado al Santo Padre únicamente dos secretarios y los sacerdotes traductores.
Salmo 8,4-5.10
El Papa ha comentado el Salmo 8,4-5.10: “Cuando contemplo el Cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? El ser humano para que cuides de él, Señor, Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra”.
Asimismo, Francisco ha destacado que el ser humano, a pesar de ser “insignificante comparado con la grandiosidad de todo lo creado”, posee “una dignidad sorprendente, que surge de su relación filial con Dios”.
En esta línea, ha descrito que “cuando el hombre mira extasiado la creación, toma conciencia de que él es la única criatura capaz de reconocer la belleza que encierra la obra divina y, ante tanto esplendor, eleva al Creador su oración de agradecimiento y de alabanza por el regalo de la existencia”.
Contemplación de la creación
El relato de la creación habla de la bondad y la hermosura de todo lo que el Señor hizo con el poder de su Palabra. La creación “no es fruto de una ciega casualidad, sino de un plan amoroso que Él tiene para sus hijos”, indica el Papa.
“Cuando las tristezas y las amarguras de la vida tratan de sofocar nuestra gratitud y alabanza a Dios, expresó el Papa, la contemplación de las maravillas de su creación enciende, de nuevo, en el corazón el don de la oración, que es la fuerza principal de la esperanza”.
De este modo, ha concluido que “la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida”.