(zenit – 29 mayo 2020).- “Llevar a la superficie los ríos subterráneos de la solidaridad” es la propuesta del activista Adolfo Pérez Esquivel (Buenos Aires, 1931), Premio Nobel de la Paz en 1980, en medio de la crisis mundial por coronavirus, según ha declarado en una entrevista recientemente publicada en el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano.
Actualmente comprometido en Tartagal, en la provincia argentina de Salta, en un proyecto de construcción de pozos de agua potable para las comunidades indígenas de los Wichís, Pérez Esquivel es un luchador por los derechos humanos, represaliado y torturado por la dictadura argentina, referente mundial por el diálogo y la paz.
“Nadie se salva a sí mismo”
A raíz de la crisis mundial por la pandemia del coronavirus, que está causando un alto número de contagios especialmente en América Latina en estos días, el pacifista exhorta a “promover la cultura de la solidaridad y de la repartición de los bienes con los más necesitados”, aplicando “nuevas políticas sociales y económicas” que tengan en cuenta que “el problema de los demás es un problema de todos”, recoge Vatican News.
El argentino, con orígenes españoles, aclara que esta es “la respuesta que debe darse frente a sociedades marcadas por el individualismo y el consumismo”, frente a “megalópolis” con una densidad de población muy elevada y “problemas estructurales entre los ricos y los excluidos, los pobres”.
Asimismo, recuerda que el Papa Francisco hace un llamamiento a la conciencia y al corazón de los poderosos y dice “nadie se salva a sí mismo”, porque “para construir una sociedad en la que el derecho y la igualdad sean válidos para todos es necesario difundir la cultura de la solidaridad”.
Graves consecuencias en América Latina
La COVID-19 se ha extendido a todos los países de América Latina “con graves consecuencias”, comenta el Premio Nobel de la Paz. Los entornos sociales más afectados son los más pobres, donde hay falta de agua, higiene y alimentos, explica. “Pienso en las villas de miseria, favelas, callampas, tugurios: la pobreza cambia de nombre en todos los países, pero en todas partes tiene la misma cara”.
Entonces, señala que las medidas sanitarias contra el contagio han contenido y frenado la propagación del virus, pero a la vez “han tenido graves repercusiones en las actividades comerciales, culturales, educativas y religiosas” y representan “un fuerte condicionamiento para el desarrollo económico y social: millones de muertes y un alto índice de desempleo y pobreza”.
Recuperar el equilibrio con el tiempo
Por otro lado, el pensador argentino revela el lado positivo del “confinamiento impuesto” y invita a verlo como una oportunidad “para disponer mejor del tiempo, para meditar, rezar, reflexionar y cuidar de la propia salud física y mental”.
Este confinamiento “ha puesto un freno al abismo de la aceleración del tiempo”, asegura, y “ha puesto de manifiesto la necesidad de recuperar el equilibrio con el tiempo natural, de iniciar un diálogo en la familia; de superar el individualismo y de poder establecer nuevas relaciones sociales, culturales, políticas y espirituales que ayuden a desarrollar la solidaridad”.
Así, mirando hacia el futuro, expresa su esperanza en los jóvenes que “deben descubrirse a sí mismos y descubrir los caminos de la vida, la espiritualidad, los valores”, para “ser como los ríos subterráneos que emergen con la fuerza de la vida y de la esperanza”.
Constitución Constituyente para la Tierra
Además, el Premio Nobel de la Paz se ha convertido en promotor de la “Constitución Constituyente para la Tierra”, nacida por iniciativa de Raniero La Valle, que responde a la necesidad de la humanidad de digerir nuevas formas de refundar el “contrato social”, basándose en un “nuevo constitucionalismo mundial” que garantice a todos el respeto de los derechos fundamentales, como la salud, la educación, la paz y que salve el medio ambiente.
Esto es bien explicado por Francisco en la Encíclica Laudato si’ cuando recuerda la responsabilidad de cada persona como guardián de la casa común, subrayando la “urgencia” de restablecer el equilibrio entre la Madre Tierra y los bienes destinados al desarrollo del ser humano. “Debemos tener en cuenta que el hombre no es el amo de la naturaleza: somos parte de ella y debemos respetarla, cuidándola para el bien de toda la humanidad”, describe Pérez Esquivel.