(zenit – 12 julio 2020).- Este domingo se celebra el Día del Mar, como es tradición, el segundo domingo de julio, cerca de la fiesta de la Virgen del Carmen (16 de julio), patrona de los marineros, para recordar y rezar, de una manera especial, por la gente de mar que trabaja lejos de su país, de sus seres queridos y de la Iglesia local.
Por este motivo, el cardenal Peter K.A. Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha escrito un mensaje a los marineros y trabajadores del mar, quienes conscientes de la difícil situación generada por la propagación del COVID-19 han decidido posponer la celebración a una fecha posterior.
Este año, la celebración del Domingo del Mar debería “haber sido un acontecimiento gozoso”, por la celebración del centenario prevista para el mes de octubre en Glasgow, Escocia, (ahora aplazada hasta 2021), ha señalado monseñor Turkson. Sin embargo, “coincide con un momento histórico, insólito y particularmente difícil”. Por ello, el prefecto lamenta: “Nuestro sentimiento está con los familiares y los amigos de las innumerables víctimas del coronavirus (entre ellos muchos marinos) y nos sentimos afligidos y desorientados por las incertidumbres con respecto al futuro”.
Familias marineras de Glasgow
El motivo por el que se iba a celebrar el centenario en Glasgow se remonta a Peter Anson, un reverendo anglicano que tenía su parroquia en el barrio marítimo de Glasgow (Escocia), quien padecía y veía padecer aquellas familias marineras que trabajaban mucho.
Con largas estancias en la mar sin ver a la familia, con salarios ínfimos, que apenas daban para subsistir a una familia, el padecimiento de este religioso –convertido al catolicismo– fue en aumento. El reverendo Anson, conocedor y seguidor de los postulados de la activista social Mary Richmond aplicó su método y creó un lugar de ayuda y protección para todos los trabajadores que tienen que ver con el mundo de la mar.
Apostolado del Mar
En 1920, este reverendo fundó el que seria el primer “Apostolado del Mar” que más tarde, el 31 de enero de 1997, el Papa san Juan Pablo II, constituiría como Organización Internacional de la Iglesia Católica (Stella Maris) en su carta apostólica Motu Proprio Stella Maris sobre el apostolado marítimo.
Las Stella Maris velan por la atención integral a los marinos y sus familias, independientemente de su raza, credo, lengua, nacionalidad y género. Actualmente hay en el mundo 1302 centros dedicados a los marinos, 146 con residencia y están repartidos en 89 países. En España, de 37 diócesis costeras el Apostolado del Mar está implantado en diez de ellas.
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Mensaje del cardenal Peter K.A. Turkson
Estimados hermanos y hermanas en Cristo, queridos capellanes, voluntarios, amigos y simpatizantes de Stella Maris,
Este año, la celebración del Domingo del Mar debería haber sido un acontecimiento gozoso, por la celebración del centenario prevista para el mes de octubre en Glasgow, Escocia, (ahora aplazada hasta 2021). Sin embargo, coincide con un momento histórico, insólito y particularmente difícil, que el Papa Francisco ha descrito con las siguientes palabras: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos”[1].
Nuestro sentimiento está con los familiares y los amigos de las innumerables víctimas del coronavirus (entre ellos muchos marinos) y nos sentimos afligidos y desorientados por las incertidumbres con respecto al futuro.
La pandemia del COVID-19 obligó a numerosos países a imponer un confinamiento obligatorio y a cerrar muchas empresas, en un intento de impedir la difusión del virus. Aun así, la industria marítima prosiguió su actividad, añadiendo una multitud de retos a la vida de los marinos, que de por sí ya suele ser bastante problemática, y situándoles en el frente de la lucha contra el coronavirus.
Los buques, que transportan alrededor del 90% de los productos que nos permiten llevar una vida normal en estas difíciles circunstancias, como productos farmacéuticos o equipamientos médicos, siguieron navegando. Antes del cierre total, la industria de los cruceros intentó convencer a los gobiernos y a las autoridades portuarias de que mantuvieran abiertos los puertos y permitieran desembarcar, de forma segura, a sus pasajeros. Al mismo tiempo, intentó frenéticamente hallar formas de contener la propagación de infecciones entre los pasajeros y la tripulación de barcos que se habían convertido en incubadoras del COVID-19.
A pesar de que los marinos desempeñan un papel fundamental en la economía mundial, contribución importante y necesaria que las organizaciones e instituciones han intentado enfatizar durante la crisis del COVID-19, las actuales legislaciones y la política dominante no les ha otorgado la consideración que se merecen. Por esta razón, el Domingo del Mar es una oportunidad, que se nos brinda, para revalorizar el papel de los marinos y recordar algunos de los problemas que afectan negativamente su vida; problemas que se ven agudizados por la sospecha y el temor al contagio.
En una situación de emergencia sin precedentes como la que estamos viviendo, los miembros de la tripulación, que ya habían transcurrido entre seis y diez meses embarcados, han tenido que soportar un grave inconveniente: la ampliación de su período de trabajo. Esto conlleva un aumento de la fatiga personal y una prolongada ausencia de sus seres queridos y de la comodidad de sus hogares. Los 100.000 marinos que cada mes, según estimaciones, finalizan sus contratos y están impacientes por regresar a casa, no han podido hacerlo debido al brote del COVID-19 y posterior cierre de las fronteras nacionales y cancelación de vuelos. Igualmente, miles de marinos que estaban preparados para embarcarse con un nuevo contrato, se quedaron confinados en hoteles y dormitorios en todo el mundo, teniendo a menudo que depender de instituciones caritativas para satisfacer sus necesidades básicas, como alimentación, higiene, adquisición de tarjetas SIM, etc.
Debido a la imposibilidad de obtener licencia para bajar a tierra y del acceso limitado al puerto para llevar a cabo visitas a bordo, los marinos embarcados sufren el aislamiento y un grave estrés psicofísico, que lleva a muchas tripulaciones al borde de la desesperación, llegando incluso a cometer suicidio.
Nos llegan noticias de muchos marinos con problemas médicos, graves y potencialmente letales, no relacionados con el COVID-19. Sin embargo, necesitan recibir con urgencia atención médica en los hospitales en tierra, tratamientos que, lamentablemente, se les negaron o se retrasaron hasta que pudieron ser trasladados en camilla. Además, los marinos que regresaron a casa después de un largo y dramático viaje, han tenido que someterse a cuarentena, o han sido víctimas de discriminación en su propio país porque son considerados portadores del coronavirus.
Debemos también lamentar el hecho de que, mientras los marinos garantizan, con dedicación y enormes sacrificios personales, el continuo funcionamiento de las cadenas de suministro, algunos armadores, agencias de tripulaciones y directivos sin escrúpulos, utilizan la excusa de la pandemia para ignorar sus obligaciones hacia estos marinos, negándose a garantizarles sus derechos laborales, los salarios adecuados y la promoción de un entorno laboral seguro para todos.
Según un informe, durante los tres primeros meses de 2020 se ha registrado un incremento del 24% en el número de ataques e intentos de secuestro por parte de piratas, con respecto al mismo período de 2019. Al parecer, el coronavirus no ha logrado detener los robos a mano armada, que siguen representando una amenaza para los marinos y añaden así ulterior ansiedad y motivo de preocupación a existencias, ya bajo presión por la incertidumbre causada por el virus.
Además de las experiencias antes mencionadas, que describen un medio de subsistencia peligroso, debemos considerar ahora que los marinos se enfrentan a la real amenaza de perder este precario medio de vida, ya que para muchos se traducirá en la pérdida total de ingresos y la incapacidad de asumir responsabilidades sociales y domésticas, como por ejemplo el pago de facturas, la educación de las personas a su cargo y el bienestar de la familia.
Habida cuenta de lo anteriormente expuesto, la celebración del Domingo del Mar, especialmente por parte de los cristianos, es un llamamiento a la “opción preferencial por los pobres” marinos, una opción a vivir en solidaridad con ellos. San Juan Pablo II calificó la solidaridad como una “virtud” y la definió “un compromiso irrenunciable por el bien del prójimo”. Esta debería ser nuestra actitud hacia estos marinos, puesto que las personas que son pobres, no solo porque exponen constantemente su vida al peligro, sino porque lo hacen para garantizar los movimientos de mercancías en favor de una economía mundial sana, merecen verdaderamente nuestra estima y nuestra gratitud.
Por esta razón, deseamos proponeros nuevamente el mensaje del Secretario General de la OMI, Kitack Lim: “No estáis solos. No os hemos olvidado”.
No estáis solos: los capellanes y los voluntarios de Stella Maris están con vosotros, dondequiera que estéis; no necesariamente sobre una pasarela, sino a través de una “capellanía virtual” que se mantiene en contacto con vosotros gracias a las redes sociales, siempre disponibles para responder a vuestra llamada, para escucharos y rezar por vuestro bienestar y el de vuestras familias.
No os hemos olvidado: los capellanes y los voluntarios de Stella Maris estarán con vosotros durante los próximos meses, cuando se pondrá a prueba vuestra capacidad de resiliencia, e intentaremos responder a vuestras necesidades materiales y espirituales. Estaremos siempre a vuestro lado, aliviando vuestras preocupaciones, defendiendo vuestros derechos y luchando contra la discriminación.
No estáis solos. No os hemos olvidado: el próximo mes de agosto, la intención de la oración universal que expresa la gran preocupación del Papa Francisco por la humanidad y la misión de la Iglesia, está dedicada al mundo marítimo. Se invitará a todas las comunidades católicas del mundo a rezar por todos los que trabajan y viven del mar, entre ellos, los marinos, los pescadores y sus familias.
Encomendamos a María, Estrella del Mar, el bienestar de la gente de mar, el compromiso y la dedicación de los capellanes y de los voluntarios y rezamos a Nuestra Señora para que nos proteja de todos los peligros, especialmente de la calamidad del COVID-19.
Cardenal Peter K.A. Turkson
Prefecto
El Domingo del Mar se suele celebrar el segundo domingo de julio, para recordar y rezar, de una manera especial, por la gente de mar que trabaja lejos de su país, de sus seres queridos y de la Iglesia local. Conscientes de la difícil situación generada por la propagación del COVID-19, algunas Stella Maris nacionales han decidido posponer la celebración a una fecha posterior. Por esta razón, este mensaje se puede utilizar en cualquier otro momento.
[1] Momento extraordinario de oración, 27 de marzo de 2020.
Oración por el Domingo del Mar
Oh Bienaventurada Virgen María, signo del rostro maternal de Dios,
Con confianza filial nos dirigimos a Ti en la actual pandemia.
Guarda en Tu inmaculado Corazón a los marinos, pescadores y a sus familiares, que gracias a su trabajo garantizan, a la familia humana, alimentos y otros géneros de primera necesidad.
Signo de la cercanía del Padre,
sostenlos en las dificultades y protégelos de todos los peligros: aislamiento y grave estrés físico y mental, largos períodos embarcados, la prolongada ausencia de los familiares, de los amigos y del propio país, el miedo al contagio, los intentos de secuestro por parte de los piratas, los robos a mano armada.
Signo de la misericordia del Hijo,
ayuda a los capellanes y a los voluntarios de Stella Maris
a escuchar a la gente de mar,
tratando de responder a sus necesidades materiales y espirituales,
estando a su lado, aliviando sus preocupaciones,
defendiendo sus derechos laborales y luchando contra la discriminación.
Signo de la fecundidad del Espíritu y abogada de los navegantes,
Reconduce al camino de la justicia a los armadores, a las agencias de tripulaciones y directivos sin escrúpulos, que utilizan la excusa de la pandemia
para ignorar sus obligaciones hacia la gente de mar.
Haz que seamos solidarios con los que han perdido sus ingresos.
Signo de consuelo y de segura, esperanza
abraza con ternura a las víctimas del coronavirus,
especialmente a los marineros que se suicidaron.
Estrella del Mar, reza por nosotros. ¡Amén!