Mi lucha contra Hitler

Adolf Hitler (C) Canal Historia

Lecturas de verano: ‘Mi lucha contra Hitler’

Libro del filósofo alemán Dietrich von Hildebrand

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(zenit – 24 julio 2020).- Nuestro crítico, Pablo Ortiz Soto, recomienda este viernes, 24 de julio, en la sección Lecturas de verano el libro Mi lucha contra Hitler (Rialp), del célebre filósofo alemán Dietrich von Hildebrand, que recoge las memorias del autor desde 1921 a 1938 en la que desarrolla los capítulos más importantes de su vida durante la persecución nazi, además de catorce artículos que completan las tesis del filósofo alemán narradas en sus crónicas.

¿Qué hizo este filósofo católico para ser tan perseguido? ¿Por qué Hitler y sus secuaces lo querían liquidar, incluso mucho antes de que el führer tomara el poder? ¿Cuál fue su arma para romper el hechizo nazi en sus coetáneos?

Las respuestas las tenemos en la positiva repercusión de sus clases, artículos y conferencias en Múnich, en Viena y por toda Europa sobre la belleza, el bien, el valor, la libertad, la justicia, las verdaderas raíces culturales de Alemania, la tradición cultural y espiritual cristiana de Europa y la verdad que tanto buscaba aniquilar el Tercer Reich. A través de la palabra, que defendía la verdad y denunciaba el horror nazi, Hildebrand destrozó sin violencia los pilares intelectuales y espirituales del nacionalsocialismo que tenían encandilados, por ignorancia, a sus compatriotas. Asimismo lo corroboraría el embajador nazi en Austria, Franz von Papen, antes de la invasión alemana al país: “En Austria, el mayor obstáculo para el nacionalismo es ese maldito Hildebrand. No hay nadie que haga más daño que él”.

Dividido en dos partes (memorias y artículos), el libro comienza con una breve introducción sobre la vida y obra de nuestro protagonista. A continuación, da paso a las memorias donde el autor refleja sus primeros problemas con sus compatriotas tras defender, en el Congreso por la paz organizado en París (1921), el “crimen atroz” de la invasión alemana sobre la Bélgica neutral en los inicios de la I Guerra Mundial. Al día siguiente la prensa alemana lo calificó como “traidor” valiéndole además numerosas amenazas de muerte.

En lo sucesivo, Alemania viviría unos años muy convulsos tanto en lo político como en lo económico provocando, entre el 8 y el 9 de noviembre de 1923, el intento de golpe de Estado por parte de Hitler en el episodio conocido como el Putsch de la Cervecería de Múnich. El pronunciamiento de Hitler fracasó, pero lo que Hildebrand no supo hasta unos días después es que los nazis ya lo tenían en su lista negra para ser ejecutado si llegaban al poder. Durante ese tiempo, el filósofo alemán no había dejado de criticar y condenar las ideas ultranacionalistas que percibía en el ambiente.

Este es uno de los muchos sucesos que Hildebrand narra, con una brillante y apasionada pluma, en sus memorias. Unas crónicas que nos ayudan a comprender de primera mano el ambiente de inquietud política, ideológica, religiosa y social que se vivía en Alemania, Austria y en Europa durante el ascenso del nazismo. En la lectura, Hildebrand nos explica la convulsa situación en su país de origen hasta su huida el 12 de marzo de 1933 -casi tres semanas después del ascenso de Hitler al poder tras el incendio provocado del Reichstag en Berlín-; compartiendo sus inquietudes sobre la progresiva deificación del Estado por sus compatriotas, la pasividad y parálisis de éstos ante los graves acontecimientos, además de hacer frente a las ideas hegelianas totalitarias sobre la comunidad social -que desarrollará en su obra Metafísica de la comunidad-. Uno de sus alumnos en Múnich, Paul Stöcklein, afirmaría años más tarde sobre su querido maestro:

“Nos inmunizó y nos protegió de las corrientes filosóficas que recorrían Alemania en aquella época. […] Todo el que entendía a Hildebrand estaba salvado. Creo que es justo decir que, a pesar de las circunstancias, la historia habría sido muy diferente de haber existido más profesores como él.”

A partir del año 33, el filósofo narra su marcha junto a su familia hacia Florencia, las conferencias a las que fue invitado por toda Europa (como la celebrada en la Sorbona en la que se proclamó a san Alberto Magno como doctor de la Iglesia; un gesto de paz por parte de Francia hacia Alemania); los grandes intelectuales que conoció durante sus viajes (E. Gilson, J. Huizinga, Ch. Du Bos, G. Marcel, O. Klemperer, N. Berdiáyev o J. Maritain, entre otros), su fundamental encuentro en Viena con el canciller austriaco Engelbert Dollfuss y los graves hechos que acontecían en Alemania como la persecución de los judíos, la libertad religiosa o el levantamiento de la excomunión decretada a “miembros del Partido Nacionalsocialista, incluidos los de las SA y las SS”, por parte de algunos obispos alemanes que, sin tener la intuición de Hildebrand sobre la realidad y los sucesivos horrores que acontecerían y sin acoger sus advertencias, creían que con su modo de operar, Hitler daría más libertad religiosa a los católicos, a sus obras caritativas y a los judíos, como así también creyeron algunos miembros del Vaticano con la firma del Concordato, el 20 de julio de 1933. Pero se equivocaron:

“No puedo explicar cuánto me dolía que la jerarquía católica no condenara definitivamente el Anticristo, que alzaba la cabeza en los nazis. […] Yo contemplaba con horror el camino que estaban tomando algunos católicos influyentes […]. Hitler había pronunciado un discurso en el Reichstag hablando por extenso de la paz y de su amor a la paz [donde “prometió respetar a las Iglesias cristianas y colaborar con ellas” -añade el editor J. H. Crosby-]. La duplicidad y la falta de sinceridad de sus palabras -prosigue Hildebrand- me parecieron tan claras como el día. Pero, por desgracia, a muchos católicos alemanes dispuestos a refugiarse en una ilusión no les sucedía lo mismo. […] Si Hitler se convirtiera, tendría que cesar a todos sus subordinados, disolver el Tercer Reich y presentarse ante un tribunal para ser juzgado por sus muchos delitos. De modo que era absurdo pensar que a Hitler solo le faltaba la fe.”

Norberto González Gaditano © Jordi PicazoPor eso, como bien se conoce -recuerda Hildebrand-, “cuando el papa Pío XI supo que Hitler no respetaba los términos del Concordato, sino que intentaba esclavizar a la Iglesia alemana, alzó la voz en su magnífica encíclica Mit brennender Sorge (Con ardiente inquietud). No se expresaba con ánimo conciliador, sino que condenaba -como Gregorio VII- con sagrada autoridad. La respuesta de Hitler fue una persecución terrible contra la Iglesia”.

Este suceso, que el filósofo alemán narra por extenso y con más detalle en el volumen, es uno de los más importantes de la obra junto al que refiere sobre su etapa de exilio en Austria, y el apoyo a sus iniciativas de resistencia antinazis del conocido Presidente austriaco Engelbert Dollfuss: un católico que resistió las embestidas nazis y comunistas con el fin de defender una Austria independiente, que defendiera sus raíces cristianas. Sus últimas palabras, tras ser asesinado por el partido nazi austriaco, fueron: “Nunca he querido otra cosa que la paz. Nunca hemos atacado a nadie. Siempre hemos tenido que defendernos. Que el Señor los perdone”.

Como podrán descubrir sumergiéndose en la lectura, este canciller fue muy importante en la misión de Hildebrand y en la de su semanario (Der christliche Ständestaat). Por tanto es clave en su lucha contra Hitler, como así afirmó el embajador nazi Papen en este país -recordemos sus palabras de odio en el segundo párrafo- y que al filósofo le llenó de regocijo: “Fue una gran alegría, porque eso significaba que mi labor y mi lucha en Austria valían para algo”. Y vaya si valía para algo su trabajo ya que, como podrán descubrir en una carta que aparece en el libro, enviada por Papen a Hitler y al oficial de la SS Himmler en abril de 1937, Hildebrand ya estaba en el punto de mira para ser asesinado. Incluso, más de una vez, su amigo Dollfuss y el servicio secreto austriaco le puso protección. No obstante, según cuenta su familia, amigos y conocidos, a pesar de la barbarie que le rodeó y de todos los sufrimientos que tuvo que pasar a lo largo de su vida, la alegría constante y el asombro eran dos de los rasgos más característicos de su personalidad.

Esta obra, que ha sido posible gracias a la labor durante nueve años del traductor, editor y escritor John Henry Crosby -director del Proyecto Hildebrand-, se cierra con más de una docena de artículos del filósofo alemán donde reflexiona entre otros temas sobre “Austria y el nacionalismo”, “La cultura alemana y el nacionalismo”, “El peligro de acabar moralmente adormecido”, “En contra del antisemitismo”, “Los judíos y el occidente cristiano”, “Falsos frentes”, “La batalla por la persona” o “Masa y comunidad”, completando aún más su interesantísima vida y obra.

Por otra parte, además de las cartas referidas con anterioridad, en el libro encontrarán testimonios tan importantes y curiosos como un informe del director del FBI J. Edgar Hoover, donde se afirma que Estados Unidos conocía la resistencia intelectual de Hildebrand (“un famoso enemigo de los nazis”), o los innumerables encuentros y conversaciones que tuvo sobre la situación reinante con grandes intelectuales de la época como T. Mann, R. Allers, A.  Toynbee, E. Krenek, P. Valéry, P. Teleki, S. de Madariaga y otras importantes personalidades.

En definitiva, este libro es una magnífica oportunidad para conocer los años previos a la consolidación del nazismo, la llegada al poder de Hitler y sus primeros años, el inestable ambiente político europeo y austriaco y la férrea defensa de unos pocos intelectuales para despertar a sus contemporáneos del hechizo ideológico nacionalsocialista.

FICHA TÉCNICA:

Título: Mi lucha contra Hitler.

Autor: Dietrich von Hildebrand.

Editorial: Rialp.

Páginas: 442.

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Pablo Ortiz Soto

Graduado en Humanidades, profesor y crítico literario (@portizs - @letraherido)

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