Barca en la capilla de Magdala con el mar de Galilea © Proyecto Magdala

Evangelio del domingo 9 de agosto: Comentario del padre Antonio Rivero

¿Qué olas sacuden mi barca personal?

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Comentario del Evangelio del domingo, 9 de agosto de 2020, Domingo XIX del Tiempo Ordinario, escrito por el padre Antonio Rivero L.C. En su columna, el sacerdote habla de los momentos difíciles en que nuestra barca será sacudida por las olas porque el viento será contrario, y propone cómo hacer frente a la tormenta con Cristo.

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo A

Textos: 1 Re 19, 9.11-13; Rm 9, 1-5; Mt 14, 22-33

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: Habrá días que la barca de mi vida será sacudida por las olas porque el viento será contrario. Así ha sucedido también a la Barca de la Iglesia durante los siglos. ¿Qué hacer?

Resumen del mensaje: este es uno de los episodios evangélicos que mejor ilustra, por una parte, la situación de la comunidad cristiana (la de Mateo y la de todos los tiempos) en su histórico camino en medio de la dificultad y de la tribulación; y por otra, la presencia permanente del Señor resucitado en la barca de Pedro, aunque nos parezca que está dormido. Con Cristo en nuestra barca nunca naufragaremos ni nos ahogaremos.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, ¿de qué barca se trata? Una barca zarandeada por las olas y el viento son un buen símbolo de tantas situaciones personales y comunitarias que se van repitiendo en la historia y en nuestra vida, y en la vida de la Iglesia. Y vientos fuertes. No sólo “alisios” –vientos suaves, regulares, no violentos- sino también “monzones” –calientes con lluvias-, o “gélidos”, que nos congelan el alma.  Elías en la primera lectura experimentó que su barca estaba para zozobrar. Elías, después de un gran éxito, al dejar en evidencia él solo y mandar castigar delante de todo el pueblo a los más de cuatrocientos profetas y sacerdotes del dios falso Baal, sabiéndose perseguido a muerte por la reina Jezabel, tiene que huir al desierto. Estaba harto. No quería ser ya más profeta. Todo eran sinsabores. ¿Para qué seguir? ¿Y Pedro en el evangelio? Su barca, símbolo de lo que sería la barca de la Iglesia, cuyo primer timonel sería él, está en situación comprometida. Parece hundirse. No hace pie. Veintiún siglos de tempestades y olas encrespadas para la barca de Pedro, comenzando con las primeras persecuciones de los emperadores romanos, pasando por las herejías y cisma, y hoy por tanta confusión doctrinal que quieren estrellar esta barca en materia moral, matrimonial, litúrgica y exegética. Y hoy en estos días, para no ir más lejos, en la noble nación de Nicaragua se están dando terribles oleajes y atropellos sin cuento y profanaciones satánicas a las iglesias.

En segundo lugar, ¿qué hacen Pedro y sus compañeros? El miedo se apodera de ellos. Pedro no teme porque se hunde, sino que se hunde porque teme. La duda le hace perder la seguridad y comienza a hundirse. Mateo quiere mostrar el itinerario espiritual del primer apóstol: cuando Jesús se identifica, lo reconoce; solicita su llamada y la sigue con audacia confiada; titubea, falla en el peligro y es salvado por Jesús. Figura ejemplar para la Iglesia. La comunidad en medio de la tormenta se olvida del Jesús de la solidaridad y lo ven únicamente como un fantasma que se aproxima en la oscuridad. Quieren ir hacia Él, pero se dejan amedrentar por las fuerzas adversas. El evangelio nos invita a hacer una experiencia total de Jesús, rompiendo nuestros prejuicios y nuestras seguridades. Debemos dejar que sea Él quien nos hable a través del libro de la Biblia y del libro de la vida. Cristo nos invita a no dudar nunca, pues Él está en la barca, aunque nos parezca dormido, para probar nuestra fe y confianza en Él. Y nos dice: “¡Ánimo, soy Yo, no tengáis miedo!”.

Finalmente, ¿qué debemos hacer nosotros cuando parece que nos ahogamos en un vaso de agua? Entre el temor y la esperanza, debemos añorar la cercanía del Señor. Resignarse a la lejanía no es una buena señal para la fe. La fe genera confianza y ésta se manifiesta en la osadía que vence al miedo. Nos hundiremos cuando nos apoyemos sólo en nuestras fuerzas o razones. No es nuestro propio poder y saber el que nos mantiene a flote, sino la fuerza del Señor. Es buena la autoestima con tal de que no degenere en autosuficiencia. Y no nos cansemos de confesar en nuestra barca todos los días: “Realmente eres Hijo de Dios”. Este es el anuncio que se espera de nuestros labios y de nuestra vida entera. Y ayudemos desde la caridad a otras barcas que tal vez se estén ahogando, especialmente en este tiempo del coronavirus.

Para reflexionar: ¿Qué olas sacuden mi barca personal, matrimonial, profesional, ministerial? ¿Le grito con la fuerza de la fe a Cristo en la oración que me salve, que salve este mundo? ¿Cuántas veces he escuchado de Cristo: “Hombre de poca fe”? ¿Creía que mi vida cristiana sería un crucero de placer?

Para rezar:  Qué mejor que rezar el salmo 143 en los momentos duros de mi vida:

Señor, escucha mi oración
atiende a mi súplica.
Tú eres justo y fiel; ¡respóndeme!
Pero no me juzgues con dureza,
pues ante ti nadie puede justificarse.

Mi enemigo me ha perseguido con saña;
ha puesto mi vida por los suelos.
Me hace vivir en tinieblas, como los muertos.
Mi espíritu está totalmente deprimido;
tengo el corazón totalmente deshecho…

 Señor, ¡respóndeme, que mi espíritu se apaga!
¡No te escondas de mí,
o seré contado entre los muertos!
 Muéstrame tu misericordia por la mañana,
porque en ti he puesto mi confianza.
Muéstrame el camino que debo seguir,
porque en tus manos he puesto mi vida.

 Señor, líbrame de mis enemigos,
pues tú eres mi refugio.
Tú eres mi Dios; enséñame a hacer tu voluntad,
y que tu buen espíritu me guíe por caminos rectos.

Señor, por tu nombre, vivifícame;
por tu justicia, líbrame de la angustia;
por tu misericordia, acaba con mis enemigos;
¡destruye a los que atentan contra mi vida,
porque yo soy tu siervo!

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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