(zenit – 5 agosto 2020).- En la catequesis de la audiencia general de hoy, el Papa Francisco, comenzó un nuevo ciclo de catequesis en torno a la pandemia de COVID-19, bajo el lema “Sanar al mundo” (Lectura: Mc 2,1-5.10-11).
De este modo, el Santo Padre ha invitado a afrontar, en las próximas semanas, “las cuestiones apremiantes que la pandemia ha puesto de relieve, sobre todo las enfermedades sociales” a la luz del Evangelio, de las virtudes teologales y de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.
Este miércoles, 5 de agosto de 2020, ha tenido lugar la primera audiencia general tras el descanso estivo de julio, celebrada en la biblioteca del Palacio Apostólico debido al coronavirus.
La pandemia sigue causando estragos
Francisco resalta que la pandemia “sigue causando heridas profundas, desenmascarando nuestras vulnerabilidades”, y los difuntos y enfermos continúan aumentando en todos los continentes. Además, la situación ha provocado problemas socioeconómicos, que afectan especialmente a los más pobres.
Ante todo ello, el Papa considera que es preciso tener la mirada en Jesús, que aporta fe, esperanza y caridad, “dones que nos abren a nuevos horizontes, también mientras navegamos en las difíciles aguas de nuestro tiempo”.
En esta línea, añade que “un nuevo encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado”, de manera que seremos capaces “de transformar las raíces de nuestras enfermedades físicas, espirituales y sociales”.
Sanación física y espiritual
Tras repasar los múltiples ejemplos de sanación que ofrece el ministerio de Jesús, el Papa se detuvo en el pasaje de la sanación del paralítico de Cafarnaúm (cfr Mc 2,1-12), leído al principio de la audiencia, subrayando que: “La acción de Cristo es una respuesta directa a la fe de esas personas, a la esperanza que depositan en Él, al amor que demuestran tener los unos por los otros”.
“Y por tanto Jesús sana, pero no sana simplemente la parálisis, sana todo, perdona los pecados, renueva la vida del paralítico y de sus amigos”. Se trata de una curación que “hace nacer de nuevo”, “una sanación física y espiritual, todo junto, fruto de un encuentro personal y social” con Jesús.
Ayudar a sanar el mundo
Después, el Pontífice plantea “¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy?”, pues, “como discípulos del Señor Jesús, que es médico de las almas y de los cuerpos, estamos llamados a continuar ‘su obra de curación y de salvación’ en sentido físico, social y espiritual”.
Y recuerda que la Iglesia no es experta “en la prevención o en el cuidado de la pandemia”, pero sí ha desarrollado algunos principios sociales que son fundamentales (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160-208), “que pueden ayudarnos a ir adelante, para preparar el futuro que necesitamos”.
Principios sociales principales
El Obispo de Roma citó los principios sociales esenciales, “estrechamente relacionados entre sí: el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común”.
Estos principios ayudan a los dirigentes, los responsables de la sociedad, “a llevar adelante el crecimiento y también, como en este caso de pandemia, la sanación del tejido personal y social”, indicó el Obispo de Roma.
A continuación, sigue la traducción no oficial de la catequesis completa del Papa Francisco ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La pandemia sigue causando heridas profundas, desenmascarando nuestras vulnerabilidades. Son muchos los difuntos, muchisímos los enfermos, en todos los continentes. Muchas personas y muchas familias viven un tiempo de incertidumbre, a causa de los problemas socio-económicos, que afectan especialmente a los más pobres.
Por eso debemos tener bien fija nuestra mirada en Jesús (cfr Hb 12, 2) y con esta fe abrazar la esperanza del Reino de Dios que Jesús mismo nos da (cfr Mc 1,5; Mt 4,17; CCC, 2816). Un Reino de sanación y de salvación que está ya presente en medio de nosotros (cfr Lc 10,11). Un Reino de justicia y de paz que se manifiesta con obras de caridad, que a su vez aumentan la esperanza y refuerzan la fe (cfr 1 Cor 13,13). En la tradición cristiana, fe, esperanza y caridad son mucho más que sentimientos o actitudes. Son virtudes infundidas en nosotros por la gracia del Espíritu Santo (cfr CCC, 1812-1813): dones que nos sanan y que nos hacen sanadores, dones que nos abren a nuevos horizontes, también mientras navegamos en las difíciles aguas de nuestro tiempo.
Un nuevo encuentro con el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor nos invita a asumir un espíritu creativo y renovado. De esta manera, seremos capaces de transformar las raíces de nuestras enfermedades físicas, espirituales y sociales. Podremos sanar en profundidad las estructuras injustas y sus prácticas destructivas que nos separan los unos de los otros, amenazando la familia humana y nuestro planeta.
El ministerio de Jesús ofrece muchos ejemplos de sanación. Cuando sana a aquellos que tienen fiebre (cfr Mc 1,29-34), lepra (cfr Mc 1,40-45), parálisis (cfr Mc 2,1-12); cuando devuelve la vista (cfr Mc 8,22-26; Jn 9,1-7), el habla o el oído (cfr Mc 7,31-37), en realidad sana no solo un mal físico, sino toda la persona. De tal manera la lleva también a la comunidad, sanada; la libera de su aislamiento porque la ha sanado.
Pensemos en el bellísimo pasaje de la sanación del paralítico de Cafarnaúm (cfr Mc 2,1-12), que hemos escuchado al principio de la audiencia. Mientras Jesús está predicando en la entrada de la casa, cuatro hombres llevan a su amigo paralítico donde Jesús; y como no podían entrar, porque había una gran multitud, hacen un agujero en el techo y descuelgan la camilla delante de él que está predicando. “Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados” (v. 5). Y después, como signo visible, añade: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (v. 11).
¡Qué maravilloso ejemplo de sanación! La acción de Cristo es una respuesta directa a la fe de esas personas, a la esperanza que depositan en Él, al amor que demuestran tener los unos por los otros. Y por tanto Jesús sana, pero no sana simplemente la parálisis, sana todo, perdona los pecados, renueva la vida del paralítico y de sus amigos. Hace nacer de nuevo, digamos así. Una sanación física y espiritual, todo junto, fruto de un encuentro personal y social. Imaginamos cómo esta amistad, y la fe de todos los presentes en esa casa, hayan crecido gracias al gesto de Jesús. ¡El encuentro sanador con Jesús!
Y entonces nos preguntamos: ¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy? Como discípulos del Señor Jesús, que es médico de las almas y de los cuerpos, estamos llamados a continuar “su obra de curación y de salvación” (CCC, 1421) en sentido físico, social y espiritual.
La Iglesia, aunque administre la gracia sanadora de Cristo mediante los Sacramentos, y aunque proporcione servicios sanitarios en los rincones más remotos del planeta, no es experta en la prevención o en el cuidado de la pandemia. Y tampoco da indicaciones socio-políticas específicas (cfr S. Paolo VI, Cart.. ap. Octogesima adveniens, 14 de mayo 1971, 4). Esta es tarea de los dirigentes políticos y sociales. Sin embargo, a lo largo de los siglos, y a la luz del Evangelio, la Iglesia ha desarrollado algunos principios sociales que son fundamentales (cfr Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160-208), principios que pueden ayudarnos a ir adelante, para preparar el futuro que necesitamos. Cito los principales, entre ellos estrechamente relacionados entre sí: el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común. Estos principios ayudan a los dirigentes, los responsables de la sociedad a llevar adelante el crecimiento y también, como en este caso de pandemia, la sanación del tejido personal y social. Todos estos principios expresan, de formas diferentes, las virtudes de la fe, de la esperanza y del amor.
En las próximas semanas, os invito a afrontar juntos las cuestiones apremiantes que la pandemia ha puesto de relieve, sobre todo las enfermedades sociales. Y lo haremos a la luz del Evangelio, de las virtudes teologales y de los principios de la doctrina social de la Iglesia. Exploraremos juntos cómo nuestra tradición social católica puede ayudar a la familia humana a sanar este mundo que sufre de graves enfermedades. Es mi deseo reflexionar y trabajar todos juntos, como seguidores de Jesús que sana, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras (cfr Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 de noviembre 2013, 183).