(zenit – 7 agosto 2020).- Se ha originado en Argentina, la patria de Papa Francisco, la famosa devoción que consiste en depositar una espiga a los pies de la imagen de san Cayetano.
Cuentan los testigos que la tradición se remonta a fines del siglo XIX, a aquella ocasión en la que el santo escuchó y cumplió los ruegos de unos chacareros italianos que, depositando, precisamente, una espiga de trigo a sus pies, habían pedido su intercesión para obtener una buena cosecha.
Tres días después, habría llovido en tan gran cantidad que la ciudad hasta se inundaría. Cosecha abundante, comida asegurada, pan.
Patrón del trabajo
La otra devoción que invoca a san Cayetano como patrón del trabajo surge un poco después, en la gran crisis de la década de los años 30 del siglo XX comenzó a extenderse su culto. Propagaron el fervor ante el creciente desempleo las marchas del movimiento obrero en Liniers, también en Argentina, en las décadas de los años 50 y 60.
Cada año fue mayor la cantidad de fieles que se acercaban a la parroquia de aquel barrio con una fe tan grande en que el santo les conseguiría trabajo, que efectivamente lo conseguían, se lo agradecían y le rogaban que intercediese para que lo conservasen.
Movimiento obrero, empleo digno, trabajo son las coordenadas que hicieron posible el que la fila de peregrinos mida hasta dos kilómetros cada 7 de agosto a las puertas del santuario de Liniers, para cumplir el gesto tradicional de profunda devoción: depositar una espiga de trigo a los pies de la imagen y besarla con el corazón. Pan y trabajo, lo que dignifica al ser humano, recibidos por intercesión del santo teatino porque éstos están presentes en su vida y santidad.
Respecto a los atributos que pueden acompañar: báculo patriarcal de fundador y padre de la clericatura regular o un libro que representa sus cartas o un lirio de la pureza o los lirios del campo y las aves del cielo del pasaje evangélico que siempre lo inspiró (Mt 6) o espigas y panes o un cuerno de la abundancia (providencia) o con un collar condal al cuello.
Oración a san Cayetano en tiempos de pandemia
Son muchas la oraciones y novenas para pedir su intercesión, pero es muy conveniente conocer la oración que el mismo san Cayetano compuso y recitaba al momento de comulgar:
“Mirad, oh Señor y Padre Santo, desde vuestro Santuario y lugar excelso donde habitáis en el cielo y fijad vuestra mirada en esta Hostia Santa que os ofrece nuestro gran Pontífice, vuestro Hijo Santísimo y Señor nuestro Jesús, por los pecados de sus hermanos, y perdonadnos nuestras muchas culpas. He aquí la voz de la sangre de nuestro Hermano Jesús que clama a Vos desde la Cruz. Escuchad, ¡oh Señor!, aplacaos, atended y enviad vuestro socorro; no lo retardéis, Dios mío, por vuestra gran bondad ya que vuestro nombre ha sido invocado sobre nosotros, sobre esta ciudad y sobre todo este pueblo y obrad con nosotros según vuestra misericordia”.
Con base en esta tradición, todo cristiano puede estar seguro al venerar a san Cayetano de Thiene como Padre de Providencia y, al exaltarlo como patrono del pan y del trabajo en medio de la pandemia y de la crisis, todo cristiano puede encomendarse a su intercesión en estos tiempos de escasez, e incluso ausencia, de los elementos vitales para vivir. El santo nunca se ha dejado ganar en generosidad.
Datos biográficos del santo
Hoy venerado como patriarca por haber fundado en la Iglesia un nuevo estilo de vida sacerdotal, san Cayetano de Thiene, nació en el seno de una familia noble en Vicenza en octubre de 1480. Ingresando a la Universidad de Padua, con un esmero sostenido se graduó como doctor en Derecho Civil y Canónico.
Habiendo recibido la sagrada tonsura en 1504, se trasfirió a Roma en 1507 para servir en la Curia Romana, bajo el pontificado de Julio II, con el oficio de protonotario apostólico. Entre sus méritos, el haber evitado la guerra entre Venecia y Roma.
Participó, en torno a 1515, en el Oratorio del Amor Divino de Roma, una asociación de fieles que promovía la vida de oración, el ayuno, el estudio de las Sagradas Escrituras y la caridad en la atención a los enfermos incurables.
Siendo ordenado sacerdote el 30 de septiembre de 1516, se dedicó al apostolado eucarístico, promovió el esplendor del culto divino y la participación frecuente a los sacramentos. En la Navidad de 1517, contemplando el pesebre, tuvo visiones místicas en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, en las cuales recibía al niño Jesús en sus brazos de la misma Virgen María. Este acontecimiento solo se conocería después de su muerte porque las había narrado en cartas a sor Laura Mignani.
Hospital de incurables de Venecia
Tras la visión, la vida consagrada de san Cayetano cobró nuevo impulso y en 1522, junto a las patricias venecianas María Malpier y Marina Grimani, ayudó a la fundación del hospital de Incurables de Venecia. Posteriormente brindaría su servicio también en el hospital de la Misericordia de Vicenza y el hospital de San Giacomo in Augusta de Roma.
Dado que por los miembros del Oratorio del Amor Divino de Roma corría una misma inquietud por la reforma de las costumbres de los eclesiásticos, san Cayetano se esforzó por restaurar en la Iglesia de su tiempo el modo de vivir de los apóstoles junto a Juan Pedro Carafa, obispo de Chieti, Bonifacio De’ Colli y Pablo Consiglieri, con quienes fundaría la Orden de los Clérigos Regulares, conocidos como Teatinos, el 14 de septiembre de 1524.
Muerte en Nápoles
Se consagró solemnemente en la basílica vaticana, junto a sus compañeros fundadores, con los votos de castidad, obediencia y pobreza, ésta última una pobreza absoluta, al servicio de los más necesitados, viviendo una confianza absoluta en la Divina Providencia.
Murió a la edad de 67 años, sobre una cama de maderos, en Nápoles el 7 de agosto de 1547. Sus restos mortales, mezclados con los de sus compañeros, han descansado siempre en la cripta de la basílica de San Pablo el Mayor de la misma ciudad.
Fue beatificado por Urbano VIII el 8 de octubre de 1629, y canonizado por Clemente X el 12 de abril de 1671.