(zenit – 31 agosto 2020).– Mons. Eugenio Coter, obispo del Vicariato Apostólico de Pando, Bolivia, y presidente de la Red Eclesial de la Amazonía Boliviana (REPAM Bolivia), realiza un recorrido de la presencia y servicio de la Iglesia Católica en la Amazonia boliviana frente a la pandemia de COVID-19.
En un artículo publicado en la página de la Iglesia Católica en la Amazonía boliviana, Mons. Coter, resalta que el impacto de la pandemia en tema de contagios, ha ido en escala ascendente.
Desde el 17 de marzo, cuando comienza la pandemia a manifestarse en la Amazonía, hasta el 17 de agosto, se alcanzarpn los 901.476 casos positivos, 23 mil fallecidos y un porcentaje de gente recuperada.
En este sentido, la Amazonía boliviana confronta contagios muy significativos y al inicio las personas permanecieron en aislamiento. Pero también experimentaron un desconocimiento de la enfermedad y de cómo evitar los contagios.
Surgen diversas situaciones a lo largo de estos meses que agravan la situación de contagio como la realidad de salud del área rural, que muestra toda su fragilidad; la pobreza del campo, la gente tiene que comer, pero no tiene la fuerza física para cosechar; las condiciones higiénicas, el uso del barbijo, el lavado frecuente de las manos, el uso de alcohol, no es accesible para el campo…
Otros problemas
Por otro lado, “el narcotráfico, el aprovechamiento del bosque, la tala de árboles, en esta temporada no ha parado”, las calles expeditas y menor control por parte de las autoridades han dejado el paso libre a estas acciones y aún más vulnerable a los pueblos indígenas y a la amazonia.
Uno de los casos más seguidos por la REPAM Bolivia y por la Iglesia de Beni, surgió en Buena Vista, lugar donde se alertó de la situación de narcotráfico y se permitió tomar conciencia del problema que se arrastra desde el año 2019.
También hubo una “negación política” de la situación, un intento político de manejo de la pandemia, que negaba su existencia y la atribuía a un invento de la derecha, utilizando a las comunidades y a los sectores sociales para fines políticos, aprovechándose del sufrimiento de la gente, promoviendo y llevando gente a las marchas donde se contagiaron por la imprudencia e irresponsabilidad.
Presencia y servicio
Frente a la realidad que exige respuestas concretas, la Iglesia responde de manera espiritual y con proyectos específicos de ayuda humanitaria, en alimentación, medicinas, equipamiento de hospitales y postas sanitarias, además de un gran aporte a la educación.
“Alguien comentaba que el diablo con el coronavirus quiso cerrar los templos, pero provocó la apertura de las casas”, asegura Mons. Coter al dar cuenta de las acciones que ha realizado la Iglesia en la Amazonía.
Ayuda Espiritual
La formación de catequesis se ha llevado a cabo a distancia a través de plataformas como WhatsApp y Zoom; las reuniones en las comunidades se han mantenido para continuar brindando las catequesis y los hijos se han convertido en maestros de los adultos en aprender el uso de la tecnología.
Asimismo, con los templos cerrados, se ha incursionado en la transmisión de las misas por redes sociales como Facebook y Youtube, logrando una dimensión comunitaria mayor a la que solía darse de forma presencial.
Esta parecía una situación de abandono el distanciamiento físico, pero continúa y se fortalece la presencia espiritual. Muchos hogares se han vuelto lugares de oración, en los que se tiene la presencia afectiva y el encuentro de fe vivido desde el Espíritu.
La comunidad en comunión a través de las redes sociales presenta una experiencia de fe muy grande que ha mostrado una Iglesia viva y dinámica. Las comunidades en aislamiento por la pandemia continuaron realizando la Celebración de la Palabra.
Los sacerdotes, por su parte, salieron en varios lugares con las estatuas de los santos para bendecir a las familias. Particularmente en la celebración de Corpus Christi se vivió un tiempo de recogimiento en oración por parte de los fieles.
Ayuda Económica
La ayuda económica por parte de la Iglesia, se ha distribuido en alimentación, medicinas, equipos de bioseguridad y equipamiento médico, gracias a los aportes de la propia comunidad, así como del financiamiento internacional.
En toda la Amazonía (9 países), la ayuda de la Iglesia llega a un aproximado de 4 millones de dólares, sin contar con las grandes instalaciones de plantas de oxígeno en Bolivia y Perú. Y la donación del Papa Francisco, de la que Bolivia también ha sido beneficiada con dos respiradores.
Cuando se tuvo falta de medicamentos se enseñó medicina natural y Mons. Coter manifiesta la alegría de la Iglesia que pudo responder a la necesidad de la gente.
La educación continua
Las unidades educativas de convenio y propias de la Iglesia se han mantenido en comunicación y reuniones permanentes con los directores y profesores para dar continuidad a la formación de los estudiantes.
Al mismo tiempo, sostienen encuentros virtuales de formación a los profesores. En los casos en los que no se tiene acceso a internet, los profesores asignan tareas que los padres recogen y los niños realizan en casa.
Aunque el acceso a la red es una realidad que no se ha alcanzado en toda la Amazonía boliviana, la cobertura de internet en Bolivia es superior a los demás países de la región. Esto resulta providencial, porque ha permitido abarcar mayor territorio, gracias al compromiso y las motivaciones profundas de las personas que trabajan en educación en la Iglesia.
Tiempo de gracia y de oportunidades
Este tiempo ha sido de sufrimiento, dolor, la perdida de seres queridos y el propio hecho de no poder enterrarlos. Pero también ha habido momentos de cercanía y comunión, que hacen ver un tiempo de gracia.
Un tiempo de oportunidad y de gracia, donde el embate de la vida ha sido duro y llevado a pensar las cosas profundas de la vida, la luz de la vida y el sentido de la vida frente a la muerte y el sufrimiento.
No echar atrás todo lo que hemos aprendido de esto, sino más bien aprovecharlo, manteniendo las costumbres que se han instalado en estos meses: desde la oración en la casa, al hecho de una presencia de formación, a las tareas que se pueden dar a la formación, a las dinámicas de animación de esta presencia virtual que se ha aprendido hacerla virtuosa, describe el obispo.