Comentario del Evangelio del domingo 15 de noviembre de 2020, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, escrito por el padre Antonio Rivero L.C. En su columna, titulada “¿Qué estamos haciendo con los talentos y gracias que Dios nos ha dado?”, habla sobre cómo hacer rendir con responsabilidad aquellos que hemos recibido cada uno.
DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A
Textos: Prov 31, 10-13.19-20.30-31; 1 Tes 5, 1-6; Mateo 25, 14-30
Idea principal: Dios nos da a cada quien unos talentos según nuestra capacidad: a uno, cinco; a un segundo, dos; y al tercero, uno. Talentos materiales y naturales, talentos humanos y espirituales.
Síntesis del mensaje: Ante esos talentos caben estas posturas: o hacerlos rendir con responsabilidad y tesón, o malgastarlos por frivolidad e infantilismo, o esconderlos por pereza y negligencia. Pero Cristo al final de los tiempos nos pedirá cuentas de la administración de esos talentos, destinados a producir, en unos el cien por ciento; en otros, el cincuenta o el veinte por ciento. En esto nos jugamos la santidad aquí y la salvación eterna allá.
Puntos de la idea principal
En primer lugar, comentemos lo que son los talentos. Si vamos a la isla de Creta, por el mar Egeo, y visitamos el palacio rojo de Minos podremos encontrar en el museo los talentos: unos bloques planos, más o menos cuadrados y lobulados, de unos 45 centímetros de lado y peso de 26 a 36 kilos.
No son moneda de bolsillo, sino peso de pago y que, según tiempos y culturas, fueron de oro, plata o bronce. Un talento era un peso. Equivalía a 21.000 gramos de plata. Para entender esto, si un denario equivalía a 4 gramos de plata, entonces un talento equivalía a 6.000 denarios.
Un jornalero judío ganaba un denario en todo un día de trabajo (Mateo 20, 2). Si un jornalero quisiera ganar tan solo un talento, tendría que trabajar 6.000 días, o mejor dicho, ¡casi 20 años! Si hacemos los cálculos correctos, podremos entender que el siervo que recibió cinco talentos en realidad recibió un sueldo de 100 años, el que recibió dos recibió lo equivalente a un sueldo de 40 años y el que recibió uno solo estaba recibiendo el sueldo de 20 años de trabajo.
En segundo lugar, ¿qué tenemos que hacer con esos talentos espirituales, intelectuales, profesionales, deportivos, culturales…que Dios generosamente nos dio gratuitamente? En el evangelio se nos da la clave: negociar.
Es decir, colocar el dinero en el banco, darlo a préstamo con interés, invertirlo en valores. A los dos criados que lo hicieron, el dueño les alabó, y echó fuera al que no lo hizo. ¿Qué hubiera hecho al que hubiese desperdiciado a tontas y a locas, o le hubiesen robado el talento por negligencia? No quiero ni pensarlo, pues se me pone la piel de gallina.
Este evangelio aboga por el sistema “capitalismo -¡ojo!- espiritual”. El amo de la parábola es el Hijo de Dios que, antes de partir para su destino extranjero, que es el cielo, nos dejó una fortuna –la vida y una patria, la familia, la inteligencia, la voluntad, la afectividad, la sexualidad, los amigos, la salud, la fe, las virtudes teologales y cardinales, los sacramentos, el perdón, el amor, la justicia, el matrimonio, el sacerdocio o la vida religiosa, etc. ¡Y a negociar!
Y, si no, de la parábola aprendamos que otros harán lo que nosotros dejamos de hacer y se cumplirá el evangelio: pasará la fortuna a otros para que negocien y, el que no, que se atenga a las consecuencias de su pereza, de su despilfarro y de su inconsciencia y superficialidad.
Finalmente, una cosa es el talento, la letra del evangelio y otra la música, que es el talante. Jesús estaba hablando a sus discípulos, pero estaban escuchando los fariseos. El fariseo era bien cumplidor: tenía 613 mandamientos y los cumplía, ¡vaya que sí! A rajatabla.
Para talante inmovilista, el suyo. Pero Cristo pedía talante inversionista, creativo, esforzado. Y aquí viene la parte que nos pide Cristo ante esos talentos: nuestro ingenio para invertir honestamente en el banco de la voluntad, esos talentos que Él nos dio gratuitamente y con tanto amor y esperanza. Negociar, emprender, comprometerse.
Con riesgo y todo. Sin miedo al miedo de jugarse la salvación, que sólo se arriesga cuando, como condena Jesús en el evangelio, uno se apunta a conservador, prudente y segurón, vago y cobarde. Y así, de un evangelio, que a primer golpe de vista, parece capitalista, resulta que es un evangelio, no de talentos sólo, sino de talantes.
Para reflexionar: ¿Estoy haciendo rendir los talentos naturales y espirituales que Cristo me ha dado? ¿Tendré que escuchar de Él: “Servidor malo y perezoso”? ¿O escucharé, por el contrario: “Te felicito, servidor bueno y fiel”?
Para rezar: Señor, gracias por los talentos que me has dado, sin yo merecerlos. Perdóname si al presente he desperdiciado, malgastado o enterrado alguno de ellos. Dame voluntad, ingenio, talante y responsabilidad para de ahora en adelante invertirlos para Gloria tuya, bien de la humanidad y mi propia santificación. Amén.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org