(zenit – 19 nov. 2020).- A 100 años de las primeras mujeres en Schoenstatt, a continuación presentamos un artículo escrito por María Clara Bercetche.
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Hay momentos en la historia en los cuales los sucesos parecen apretarse de tal modo que dan origen a saltos cualitativos decididamente determinantes. Eso es lo que observamos en los inicios del siglo XX. Tiempos ruidosos, agitados, en los que la mujer trató por todos los medios de hacerse su lugar en el mundo.
Por primera vez comienza a emitir su voto, sostiene el hogar en larguísimos períodos en los que el varón está ausente, se hace presente de manera independiente en ámbitos hasta ese entonces desconocidos para ella: la universidad, la empresa, la política, el arte y en todo lo relacionado con el mundo cultural.
En medio de este estruendo, sucede algo imperceptible
El 8 de diciembre de 1920 la mujer entra a formar parte de la Familia de Schoenstatt, una gran Obra de renovación religioso moral fundada el 18 de octubre de 1914 por José Kentenich, joven sacerdote en aquel entonces. A partir de entonces la fundación potenció su desarrollo conformando con el tiempo la columna femenina que se revelaría como gran baluarte en el correr de los años.
Mujeres casadas, solteras, consagradas, mujeres que viven en comunidad, solas, o con sus propias familias, insertas en el mundo de mil modos diferentes. En su polifacética pluralidad se unen en una estrella común: la persona de María Santísima.
Fueron justamente mujeres las primeras misioneras que llevaron el mensaje de Schoenstatt a los distintos continentes, las que custodiaron de modo especialísimo la herencia recibida en tiempos de persecución y de prueba. Hoy mismo, un entramado de mujeres sostiene gran parte de la Obra, desde sus variadísimos roles.
Mensajes controvertidos en torno a la mujer
A partir de diferentes escenarios, en forma creciente, nos llegan mensajes de contenido controvertido. Sentimos que la mujer sigue buscando su verdad y que su alma, en muchos casos parecería estar herida, insatisfecha. Está en búsqueda, y no desea mirar hacia atrás, se siente “como el proletario, cautiva de la historia”. Expresa su descontento con todo tipo de reacciones, pero no acierta en la solución a su desazón.
De algún modo celebramos cien años de una nueva revelación. ¿Aparición? ¿Revelación mística? Ni una, ni otra. Parecería que esta vez Dios se hace oír en el camino llano que recorremos todos los mortales. ¿Cómo es este nuevo tono de su voz? ¿Dónde se hace audible?
Dios clama en la voz del tiempo
¡Percibimos los gritos de una muchedumbre de mujeres que se levanta, que lucha por sus derechos, que quiere hacerse presente en la Iglesia y en el mundo! A través de ellas nos está invitando a dar una respuesta, a ofrecer otras alternativas.
Dios se expresa en la voz del alma
¿Quién se detiene a analizar los sonidos que vibran en el fondo del alma? ¿Quién conoce la canción que entona su existencia? ¿Quién interpreta la melodía que tararea lo más íntimo de sí? Escuchar el alma es escuchar a Dios. Allí, Él jamás queda en silencio.
Todo lo creado es un pensamiento suyo, toda creatura lleva en su ser las huellas y las intenciones de su Creador. Y “la revolución en el plano del ser jamás triunfará. Justamente por ser una revolución contra lo eterno en el ser humano. Y ese elemento eterno en el ser humano es tan eterno como Dios mismo, porque es reflejo de Dios”. (P. Kentenich)
Mujer, eres promesa
José Kentenich supo leer en las almas que le fueron confiadas. Tal como lo hiciera San Juan Pablo II, nos ofrece un nuevo modo de enfocar el tema, una nueva manera de percibir su realidad.
El libro Mujer, eres Promesa. Textos escogidos del Padre José Kentenich nos ofrece una apretada síntesis de las observaciones de este hombre de Dios en el correr de sus más de cuarenta y cinco años de labor pastoral al servicio de la mujer.
A la luz de María, la gran promesa que nos abre nuevas dimensiones, el fundador de Schoenstatt nos hace sensibles a una nueva revelación que puede cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Schoenstatt celebra este año los 100 años de la llegada de la mujer a su Familia acentuando la importancia de su presencia en el Movimiento, en la Iglesia y la sociedad.