Jornada Mundial del Enfermo. Papa Francisco. Foto: Vatican.va

7 breves reflexiones del Papa sobre la enfermedad en ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo

Intervención del Papa en el contexto de un simposio previo a la Jornada Mundial del Enfermo.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 10.01.2022).- El Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral organizó una jornada webinar sobre el significado, objetivos y desafíos del enfermo, en ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo que se celebra el 11 de febrero. En este contexto, el Papa Francisco realizó un intervención por medio de un video que ahora puede verse en el canal de YouTube de la Santa Sede. Por su valor, ofrecemos a continuación la traducción del discurso dividido en siete apartados temáticos añadidos por ZENIT.

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1) La enfermedad nos hace experimentar nuestra fragilidad e impone una pregunta sobre el sentido

La experiencia de la enfermedad nos hace sentir frágiles, nos hace sentir necesitados de los demás. Y no sólo eso. «La enfermedad impone una pregunta de sentido, que en la fe se dirige a Dios: una pregunta que busca un nuevo sentido y una nueva dirección para la existencia, y que a veces puede no encontrar una respuesta inmediata”.

 

2) La enfermedad y el camino de la búsqueda de sentido

San Juan Pablo II indicó, a partir de su propia experiencia personal, el camino de esta búsqueda. No se trata de replegarse sobre sí mismo, sino, por el contrario, de abrirse a un amor más grande: «Si un hombre se hace partícipe de los sufrimientos de Cristo, esto sucede porque Cristo ha abierto su sufrimiento al hombre, porque él mismo, en su sufrimiento redentor, se ha hecho, en cierto sentido, partícipe de todo el sufrimiento humano -todo, de todo el sufrimiento humano-. El hombre, al descubrir por medio de la fe el sufrimiento redentor de Cristo, descubre al mismo tiempo en él sus propios sufrimientos, los encuentra, por medio de la fe, enriquecidos con un nuevo contenido y un nuevo significado» (Carta Apostólica Salvifici Doloris, 11 de febrero de 1984, 20).

3) El cuidado de la totalidad de la persona enferma

No se debe “olvidar nunca la singularidad de cada enfermo, con su dignidad y su fragilidad». Es toda la persona la que necesita cuidados: cuerpo, mente, afectos, libertad y voluntad, vida espiritual…. La atención no se puede diseccionar, porque el ser humano no se puede diseccionar. Podríamos -paradójicamente- salvar el cuerpo y perder la humanidad. Los santos que atendían a los enfermos seguían siempre la enseñanza del Maestro: curar las heridas del cuerpo y del alma; rezar y actuar por la curación física y espiritual al mismo tiempo.

4) La enfermedad como un fenómeno global y el antídoto de la cultura de la fraternidad

Esta época de pandemia nos enseña a considerar la enfermedad como un fenómeno global y no sólo individual, y nos invita a reflexionar sobre otro tipo de «patologías» que amenazan a la humanidad y al mundo. El individualismo y la indiferencia hacia los demás son formas de egoísmo que desgraciadamente se amplifican en la sociedad del consumismo y del liberalismo económico; y las desigualdades resultantes se encuentran también en el ámbito de la salud, donde algunos disfrutan de la llamada «excelencia» y muchos otros tienen dificultades para acceder a los cuidados básicos. Para curar este «virus» social, el antídoto es la cultura de la fraternidad, fundada en la conciencia de que todos somos iguales como personas humanas, todos iguales, hijos de un solo Padre (cf. Fratelli tutti, 272). Sobre esta base, será posible tener curas efectivas para todos. Pero si no estamos convencidos de que todos somos iguales, no irá bien.

5) La Iglesia y la parábola del buen samaritano

Teniendo siempre presente la parábola del buen samaritano (cf. ibíd., cap. II), recordemos que no debemos ser cómplices ni de los bandidos que roban a un hombre y lo abandonan herido en la calle, ni de los dos funcionarios del culto que lo ven y pasan de largo (cf. Lc 10,30-32). La Iglesia, siguiendo a Jesús, el buen samaritano de la humanidad, siempre ha hecho todo lo posible por los que sufren, dedicando en particular a los enfermos grandes recursos personales y económicos. Pienso en los dispensarios y en las estructuras sanitarias de los países en desarrollo; pienso en las numerosas hermanas y hermanos misioneros que han dedicado su vida a atender a los enfermos más pobres, a veces incluso a los enfermos entre los enfermos. Y pienso en los muchos santos y santas de todo el mundo que han puesto en marcha obras sanitarias, implicando a sus compañeros y dando lugar a congregaciones religiosas. Esta vocación y misión de atención humana integral debe renovar también los carismas en el ámbito sanitario hoy, para que no falte la cercanía al que sufre.

6) Los que están cerca de los enfermos

Mis pensamientos están llenos de gratitud a todos los que en la vida y en el trabajo están cerca de los enfermos cada día. A las familias y amigos que cuidan de sus seres queridos con cariño y comparten sus alegrías y esperanzas, su dolor y su angustia. A los médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos y a todo el personal sanitario; y también a los capellanes de los hospitales, a las religiosas y religiosos de los Institutos dedicados al cuidado de los enfermos, y a los numerosos voluntarios. A todas estas personas les aseguro mi recuerdo en la oración, para que el Señor les conceda la capacidad de escuchar a los enfermos, de ser pacientes con ellos, de cuidarlos integralmente, cuerpo, espíritu y relaciones.

7) El Papa y su cercanía y oración por los enfermos

Y rezo de manera especial por todos los enfermos, en todos los rincones del mundo, especialmente por los que están más solos y no tienen acceso a los servicios sanitarios. Queridos hermanos y hermanas, os encomiendo a la protección maternal de María, Salud de los Enfermos. Y a ti, y a los que te cuidan, les envío mi más sincera bendición.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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